Francia
¿Qué es lo que enferma a Francia?
Francia está gravemente enferma. De hecho, está tan enferma que Standard & Poor's recientemente redujo su calificación crediticia y dicho descenso de calificación fue el segundo en menos de dos años. La decisión vino acompañada de advertencias que indican que las reformas presupuestarias y estructurales implementadas por el Gobierno del presidente François Hollande a lo largo del último año fueron inadecuadas para mejorar las perspectivas de crecimiento a medio plazo de Francia. En la actualidad, la presión se centra en las reformas estructurales que cubren todos los ámbitos, desde los mercados laborales hasta los sistemas impositivos.
Pese a que el descenso de calificación que realizó S & P fue inesperado, no puede decirse que causó un shock. La reciente bajada en la producción industrial de Francia ha causado grandes déficits en la balanza comercial del país, y está menoscabando la competitividad de las empresas pequeñas y medianas. El desempleo se sitúa en alrededor del 11%, y el pasado mes de octubre 3,3 millones de trabajadores se encontraban inscritos como desempleados. Hablamos de la cifra más alta registrada en el país.
Simultáneamente, la crisis política se constituye en un obstáculo para los esfuerzos gubernamentales dirigidos a procurar implementar reformas difíciles. Los líderes franceses han mostrado su incompetencia para comunicarse de forma efectiva o para aplicar las experiencias pasadas con el fin de analizar las amenazas actuales. Por el contrario, estos líderes están recurriendo a tácticas de distracción involucrándose en batallas retóricas rimbombantes sobre controversias de menor importancia. Sin embargo, ellos no pueden ignorar eternamente los problemas que están a su cargo, y las consecuencias de retrasar las reformas que Francia necesita podrían ser catastróficas.
Y, sin embargo, visto desde una perspectiva más amplia, los problemas de Francia son en gran medida los síntomas de una enfermedad que está afectando a toda la economía mundial (incluyendo a los miembros de la Unión Europea que se encuentran en el sur de Europa). Durante las últimas décadas, el capitalismo irrestricto ha producido mutaciones importantes en todo el mundo.
Para empezar, la industrialización ha quedado obsoleta. En los países avanzados, el mercado de las compras de productos de consumo masivo que se realizan por primera vez; por ejemplo, la compra de productos como ser automóviles, refrigeradores y televisores, se encuentra saturado; paralelamente, el mercado secundario de productos usados y reacondicionados se ha tornado mucho menos dinámico, lo que socava el empleo en los sectores de reparaciones y renovaciones. Sin un producto industrial que aún requiera de una fuerza laboral de gran escala – y debido a que los sectores de comunicaciones y servicios no tienen la capacidad para llenar la brecha – el empleo se está reduciendo y el crecimiento económico se está estancando.
La segunda mutación surge del excesivo poder que tienen los accionistas, el mismo que ha estado en aumento desde hace más de tres décadas. Agrupados en fondos de pensiones, fondos de inversión y fondos de cobertura, también llamados fondos de inversión libre, los accionistas pueden ejercer presión significativa sobre las empresas con el fin de obtener dividendos, utilizando bonos basados en el rendimiento con el fin de ganar el apoyo de los ejecutivos para las políticas empresariales que ellos prefieren. Esta situación ha conducido a una excesiva externalización de la fuerza de trabajo, a altas tasas de rotación de los presidentes de las empresas, a ofertas de adquisición de acciones para obtener el control de las empresas y a restructuraciones de todo tipo. Todo lo antes mencionado tiene consecuencias de largo alcance.
En los países de la OCDE, la proporción de los salarios en el PIB se ha reducido, en promedio, en alrededor de diez puntos porcentuales, situándose en un nivel aproximado del 57%. Las cifras acumuladas de los últimos 30 años varían de 200 a 300 millones de millones de dólares. Por esta razón, el consumo – el principal impulsor del crecimiento económico – se ha estancado desde el año 2000, mientras que las tasas de desempleo han aumentado en casi todas partes, creando inestabilidad que afecta incluso a aquellos que aún tienen un empleo.
La tercera mutación del capitalismo es la extrema financiación de las economías y de las sociedades. Los gerentes financieros e industriales reciben compensaciones en niveles que son difíciles de imaginar para la mayoría de las personas del mundo. Y la expansión desenfrenada de los mercados financieros, sobre todo la proliferación de los derivados financieros, fue el factor que condujo de manera directa a la crisis que afectó al sistema bancario occidental en el período 2007- 2008.
Los gobiernos, con el fin de limitar los efectos secundarios de la crisis, aumentaron la deuda pública, incluso en países con estados financieros que ya se habían visto debilitados de manera significativa por la disminución del crecimiento del PIB. En muchos países – especialmente en el sur de Europa – las circunstancias económicas sombrías están generando tensión social, apatía política, malestar en la población y delincuencia. El espectro persistente del cambio climático solamente se suma y agrava la ansiedad del público.
Obviamente, éste no es el ambiente ideal para que Francia –por no mencionar a las economías en dificultades del sur de Europa– implemente reformas estructurales difíciles. Sin embargo, mediante el cambio de su doctrina económica, Europa puede mejorar sus perspectivas de manera considerable. Europa, en lugar de permanecer en el camino de la ortodoxia que Alemania lidera –camino que a través de la contraproducente aplicación de medidas de austeridad y deflación (que ejercen presión para que los salarios y los precios internos se vayan a la baja) ha convertido la estabilización en recesión–, debe desarrollar una estrategia basada en el crecimiento para superar la crisis de una vez por todas. Muchos economistas, entre ellos los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz, abogan precisamente por dicho cambio de política en Europa. Solamente si siguen las recomendaciones de estos economistas y demuestran que tienen una capacidad compartida –y un firme compromiso– para pensar a largo plazo, Francia y sus vecinos del sur de Europa podrán comenzar a recuperar las fuerzas suficientes para hacer lo que deben hacer por su salud a largo plazo.
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