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El último europeo
Jorge, vestido de cuero negro, con su alopecia y su guitarra, parecía una especie de Nosferatu eléctrico
El sábado presencié un concierto del cantautor más interesante de España del último medio siglo. Por supuesto, tenemos fabulosos ejemplos de ese género en nuestro país, pero todos datan de los últimos ochenta años. Y todos están ya más sentados que de pie; cuando no bajados de los escenarios. En las últimas cuatro décadas, en realidad solo ha habido uno que renovara esa tarea radicalmente: Jorge Martínez de Los Ilegales.
Este fin de semana, ante un local con todas las entradas vendidas en Barcelona, Jorge Ilegal dio una vez más torrencialmente rienda suelta a su obra, que no es otra cosa que una visión personal de cómo debe darse forma al ruido para comunicar en tiempos actuales. Jorge ha sido el cantautor de las ciudades modernas, de su ruido, de su mareante estruendo despiadado. Con calidad literaria, sentido del humor, ironía y técnica guitarrística, los veloces y musculados ritmos de Jorge rindieron a sus pies al público de Barcelona.
Lo más notable es que eso lo consiguió un tipo que va a cumplir los 70 años y había que verlo encima del escenario. El único ejemplo de vitalidad y energía artística similar que conozco lo vi en el galés Tom Jones el año pasado.
Jorge, vestido de cuero negro, con su alopecia y su guitarra, parecía una especie de Nosferatu eléctrico. Willy, el bajista clásico de Ilegales, con una pinta similar a su lado, completaba el cuadro. Si una turista despistada hubiera entrado en aquel momento en aquella sala de conciertos hubiera pensado que esos españoles estaban locos, rindiéndose a un aquelarre que parecía uno de esos conciertos de traficantes de armas rusos que salen en las películas de Vin Diesel.
Hoy, las canciones de Jorge muestran su dimensión visionaria en temas como «Europa ha muerto» o «Hombre blanco». Ritmos de rock, tocados con eficiente mala leche, por un tipo inteligente.