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Tribuna

Se veía venir

Los adalides de la defensa de la democracia, que destruyen sus instituciones y borran los principios democráticos, en aras de una autocracia mal disimulada

Se veía venirBarrio

Discépolo escribió, en 1934, un acertadísimo diagnóstico sobre el siglo XX. «Cambalache» era mucho más que un tango. Venía a ser un tratado ético-filosófico, acerca del Novecientos, asentado en la experiencia de lo vivido y la presunción de lo porvenir. Un texto en lunfardo, la lengua del sanchismo en argentino. La disección atroz de un tiempo que, transcurrido apenas un tercio de aquella centuria, se retrataba en la quintaesencia del mal. Un mundo sin valores, con notas sui géneris de cultura woke. «Todo es igual, nada es mejor… Los inmorales nos han igualao». A esa panorámica se añadirían, posteriormente, los efectos de los totalitarismos más terribles, en la historia de la humanidad. Sobre un fondo de violencia culminada en la II Guerra Mundial, con su desenlace apocalíptico en Hiroshima y Nagasaki. «Qué falta de respeto, qué atropello a la razón».

Siglo XX problemático y febril. Pero el XXI ha superado pronto la huella torcida del anterior. Apenas transcurrido un cuarto de su asignación temporal, no queda duda sobre los resultados de la conjugación aberrante de inmoralidad y mentira. La carátula de su relato sería la corrupción, representada con la iconografía barroca de la peste y la muerte. La igualdad alcanzada en esta democracia nuestra, ha hecho que, ciertamente, sea lo mismo, el que trabaja cuanto puede, «que el que vive de las minas…» –directa o indirectamente, de manera total o parcial, a tiempo completo o compartido–, «que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley».

El mensaje clave del manifiesto político cultural de ayer, que hoy continúa, siendo aún más desmotivador: «No pienses más, siéntate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao…». Una creciente desesperanza para certificar «que el mundo es y será una porquería, ya lo sé», como escribía el autor de aquella melodía porteña, «en el 510 y en el 2000 también». Y en el 2025 más. «Vivimos revolcados en un merengue. Y en el mismo lodo… todos manoseaos».

El 23 de octubre de 1981, entonces bajo «el régimen de los militares», se prohibió en Argentina la emisión del tango Cambalache. Ahora que la denuncia de la corrupción vuelve a alcanzar, cuando no a superar, las más altas cotas de cualquier pasaje del novecientos, ¿se les ocurrirá a los nuevos amigos de la democracia volver a prohibir la emisión del tango Cambalache, o harán un esfuerzo por defenderla y acabar con el negocio de vidriera irrespetuosa, donde se produce la mezcla confusa que conduce al lodazal. Me temo que esto último, no.

Distorsionar la palabra con fines espurios, debería ser considerado delito de «lesa majestad», pues tal ejercicio conduce inevitablemente a la pérdida de libertad. Por ejemplo, el sarcasmo máximo, leído o escuchado, en la llamada a defender la democracia, por parte de los que, sistemáticamente, se esfuerzan en apoderarse de ella, en beneficio particular. Lula, Petro, Boric,… los herederos del castrismo, Ortega, Maduro,… Sánchez…; los adalides de la defensa de la democracia, que destruyen sus instituciones y borran los principios democráticos, en aras de una autocracia mal disimulada. Debían provocar estupor y risa, pero causa notable preocupación que los enemigos declarados de la libertad y de la democracia, hablen de combatir contra los gobiernos de derecha y extrema derecha, a los que imputan el odio contra la libertad y la igualdad.

El entusiasmo democrático de esta izquierda, queda claro en las declaraciones de nuestra ministra de Hacienda proclamando que: «Jamás entregaremos el gobierno a la derecha» (?). Una alternancia obligada en el poder, que remite al dictado de las urnas, marchamo democrático esencial. Las llamadas al bloqueo, a la exclusión, a la confrontación,… señalan, más bien el camino a la autocracia.

El presidente, campeón de todas las causas perdidas, menos de la suya propia, se aferra al poder a cualquier precio, por desorbitado que sea. En busca de una fotografía, en la que salir bien. Acabó desapareciendo de La Palma, huyó de Paiporta, se esconde de la reprobación de la mayoría de los españoles; en la Unión Europea es colocado en la fila de los insignificantes y peor posicionado aún en el seno de la OTAN. Alarma su escasa fiabilidad para Estados Unidos. Enemigo de Rusia y amigo de China, trata ahora de encontrar en Iberoamérica un lugar al Sol. Se ha convertido en el líder mundial de un comunismo trasnochado, en el que se cobijan aquellos que rechazan y condenan cualquier atisbo de Hispanidad. En ese papel advierte a Trump, en el marco de las tensiones entre Brasil y Washington: «Queremos negociar, pero si no, responderemos con firmeza».

El éxito más notable del presidente del Gobierno ha sido llevar a los ciudadanos la crispación, la desorientación y el distanciamiento radical entre unos y otros.

Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.