La renuncia de Benedicto XVI
Benedicto XVI: «No abandono la cruz. No regreso a la vida privada»
En su última audiencia, Benedicto XVI subraya la «gravedad y novedad» de su renuncia. «Ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas», señaló sobre su pontificado
En su última aparición pública antes de poner fin a su pontificado y retirarse a una vida de oración «escondido del mundo», Benedicto XVI convocó ayer a más de 150.000 personas en la plaza de San Pedro de El Vaticano.
En su última aparición pública antes de poner fin a su pontificado y retirarse a una vida de oración «escondido del mundo», Benedicto XVI convocó ayer a más de 150.000 personas en la plaza de San Pedro de El Vaticano. Era la ocasión final para que los fieles demostrasen su cariño al Papa, quien durante quince minutos saludó desde su Papamóvil a los peregrinos, besando a varios bebés. La audiencia general transcurrió en un ambiente de gran emoción. Los congregados, muchos de ellos con lágrimas en los ojos, brindaron un largo aplauso de despedida al obispo de Roma, que pasará a ser emérito hoy a las ocho de la tarde.
En su última catequesis, Benedicto XVI explicó los motivos de su renuncia. Dijo que no «abandona la cruz» y que seguirá sirviendo a Jesucristo, aunque ahora lo hará de un modo diferente. También dio las gracias a Dios, a los cardenales, a los obispos, a la curia romana y, por supuesto, a los fieles. Subrayó una vez más que seguirá rezando por el bien de la Iglesia y dijo que servirla significa también tener «el valor de tomar decisiones difíciles» como la suya.
El Papa recordó durante dos momentos de su intervención el 19 de abril de 2005, cuando fue elegido como sucesor número 265 de San Pedro. Comentó que desde entonces, dejó de tener privacidad, pues quien asume el ministerio petrino debe renunciar a ella. El Papa no pertenece «sólo a sí mismo, sino a todos, y todos le pertenece al él», comentó. Este condicionante continuará tras su renuncia, pues aunque estará «escondido del mundo», como le dijo al clero romano en el encuentro que mantuvo el 14 de febrero, no tendrá una existencia convencional. «No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recibimientos, conferencias...», explicó, recordando que continuará en el «recinto de San Pedro» por medio de sus rezos. «Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión», dijo.
Fuerzas disminuidas
Explicando nuevamente los motivos de su renuncia, reconoció que «en estos últimos meses» sus fuerzas «habían disminuido», por lo que pidió a Dios con insistencia que le «iluminase» para tomar la decisión más propicia no para su propio bien, sino para el de «toda la Iglesia». «He dado este paso con la plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo». Amar a la comunidad cristiana, aseguró, significa también ser capaz de tomar decisiones tan «sufridas» como ésta, en las que se tiene delante el «bien de la Iglesia» y no el interés propio.
El Papa empezó su catequesis dando las gracias a Dios, que es quien «hace crecer a la Iglesia, siembra su Palabra y alimenta así la fe de su pueblo». Dijo a continuación que con la oración, a la que dedicará a partir de ahora su vida, tendrá presentes a todos los hombres, recogiendo los «encuentros, viajes y visitas pastorales» que han jalonado sus casi ocho años de pontificado. En una alocución sentida y emotiva, el obispo de Roma dijo que abandona el anillo del Pescador con «una gran confianza», pues sabe que la «Palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia».
Volvió a recordar Benedicto XVI el 19 de abril de 2005, cuando comenzó su pontificado, desvelando las palabras que sintió en aquellos momentos: «Señor, ¿qué es lo que me pides? Es un gran peso el que me pones sobre los hombros, pero si tú me lo pides, sobre tu palabra echaré las redes, seguro de que me guiarás». Entre los aplausos de la multitud congregada, dijo que ha podido percibir «cotidianamente» la presencia de Dios durante este camino en el que ha guiado a la Iglesia. Ha habido «momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles», comentó.
Recordando el pasaje bíblico que cuenta la experiencia de Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea, el Papa aseguró que él mismo también se ha sentido así durante su tiempo en el solio pontificio. «El Señor nos ha dado tantos días de sol y de brisa ligera, en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia». Humilde y consciente una vez más de los límites humanos, reconoció que «siempre ha sabido que la barca no era mía, ni nuestra». Es de Dios, quien no deja que «se hunda» y quien se encarga de «dirigirla».
Benedicto XVI, para quien el cristianismo ha dado sentido a su vida, manifestó su deseo de que «todos sientan la alegría de ser cristiano». Él está «contento» de haber recibido el don de la fe y se lo agradece al Señor «todos los días». Una vez más dio el Papa las gracias a sus colaboradores en la curia romana, empezando por el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, quienes le han permitido no sentirse «nunca solo» mientras llevaba el peso del ministerio petrino. El agradecimiento del obispo de Roma quería abarcar «al mundo entero», especialmente a tantas personas que en las últimas semanas le han enviado cartas en las que la manifestaban su afecto.
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