Roma

«Digamos todos juntos sí a la vida y no a la muerte»

El Papa, como ya es habitual, se paró en varias ocasiones a saludar y bendecir a algunos enfermos que se dieron cita en la plaza de San Pedro
El Papa, como ya es habitual, se paró en varias ocasiones a saludar y bendecir a algunos enfermos que se dieron cita en la plaza de San Pedrolarazon

El Santo Padre pide dar un «sí» a la vida y un «no» a la muerte. Lo hizo ayer durante la homilía en la Eucaristía de clausura del encuentro «Evangelium Vitae», que ha reunido durante el fin de semana en Roma a decenas de organizaciones que trabajan por la defensa de la vida. El punto fuerte del evento tuvo lugar este domingo con la celebración de la misa presidida por el Pontífice en la plaza de San Pedro. «Digamos sí al amor y no al egoísmo, digamos sí a la vida y no a la muerte, digamos sí a la libertad y no a la esclavitud de tantos ídolos de nuestro tiempo», pidió el Papa Francisco, que señaló además que el camino de Dios «lleva a la vida, mientras que seguir a los ídolos lleva a la muerte».

Ante más de 90.000 fieles, que aguantaron estoicamente las altas temperaturas romanas, Francisco denunció que, con frecuencia, «el hombre no elige la vida, no acoge el Evangelio de la vida, sino que se deja guiar por ideologías y lógicas que ponen obstáculos a la vida». Esas actitudes, remarcó el Pontífice, «vienen dictadas por el egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder, el placer, y no son dictadas por el amor, por la búsqueda del bien del otro».

Continuando con su particular «magisterio de la misericordia», Francisco recordó, al hacer alusión a la lectura evangélica de la jornada –la de la mujer pecadora que lava los pies del Señor con lágrimas y perfume–, que Dios misericordioso, «que quiere la vida», siempre perdona los pecados. «Dios, el Viviente, es misericordioso. ¿Están de acuerdo? Digamos juntos: ''Dios es misericordioso''. De nuevo: ''Dios el Viviente, es misericordioso''», y así lo hizo repetir el Papa en voz alta a todos los peregrinos que estaban presentes en la plaza, a modo de catequista que enseña a los catecúmenos las verdades esenciales de la fe.

Del mismo modo, el Papa no perdió la ocasión de advertir a los fieles de que el cristiano «es un hombre espiritual» pero no es una persona que «vive en las nubes, fuera de la realidad». Para ser más explícito, Francisco añadió: «como si fuera un fantasma». Por el contrario, el cristiano, subrayó el Sumo Pontífice, «es una persona que piensa y actúa en la vida cotidiana según Dios».

Francisco dijo que Dios «no es un juez severo que limita nuestra libertad de vivir» y que los diez mandamientos «no son un himno al no, no debes hacer esto, no debes hacer esto, no debes hacer esto», sino más bien al contrario: son un «himno al sí a Dios, al Amor, a la Vida». «Querer construir la ciudad del hombre sin Dios», señaló Francisco, deja como resultado «que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte».

Fieles, movimientos eclesiales e instituciones que trabajan por la defensa de la vida humana en todo el mundo se han dado cita en Roma durante este fin de semana para participar en las jornadas «Evangelium Vitae», una iniciativa enmarcada en el Año de la Fe. Las jornadas han tomado el nombre de la Encíclica «Evangelium Vitae», escrita por el beato Juan Pablo II en 1995, que versa sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural.

Hasta la Ciudad Eterna se han trasladado representantes de estas organizaciones procedentes de Estados Unidos, Alemania, Japón, Hungría, Rumanía, España, Francia, Canadá, Nueva Zelanda, Argentina, Gran Bretaña, Bélgica, Eslovaquia, Costa Rica, Portugal y Australia.

El acto central del encuentro fue la misa de ayer que tuvo lugar en la plaza de San Pedro con el Papa, que completó a las actividades previas celebradas el sábado: catequesis sobre el Evangelio de la Vida en diversas iglesias de la ciudad, una peregrinación a la tumba de San Pedro y una procesión silenciosa a la luz de las antorchas desde la Via della Conciliazione, en la que participaron más de 3.000 personas y que concluyó en vigilia de oración.