Crisis económica
«Donde no hay trabajo no hay dignidad»
A penas diez horas estuvo ayer Francisco en Cerdeña. Una agenda más que apretada. Hasta seis intervenciones, todas empapadas de su programa social. Nada más aterrizar, el Fiat 500L –el mismo modelo que usó en la JMJ de Brasil– le llevó a Cagliari, conocida como las Buenos Aires italiana, pues allí se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Bonaria, que da nombre a la capital argentina. Allí se encontró con representantes del mundo del trabajo en una isla castigada por el paro. Tras escuchar el testimonio una empresaria, un agricultor y un parado, se dirigió a la multitud congregada en el paseo marítimo. Aunque tenía el discurso preparado, dejó los papeles a un lado para reclamar que el desempleo «es consecuencia de un sistema globalizado en el cual el dinero es el ídolo y el único que manda». Y continuó: «Dos generaciones de jóvenes no tienen trabajo y así el mundo no tiene futuro».
«Perdonadme por estas palabras duras, pero donde no hay trabajo falta la dignidad», comentó Francisco, que recordó cómo su familia lo vivió en primera persona: «Mi padre partió lleno de sueños y sufrió la crisis de 1929. Perdieron todo, no había trabajo», expresó para lanzar un mensaje de ánimo: «¡Coraje! Tenemos que encarar este desafío histórico con solidaridad e inteligencia».
Tras esta alocución y después de bendecir a un grupo de enfermos, el Santo Padre celebró la eucaristía en la plaza del santuario donde pidió que las instituciones se comprometan para «asegurar a las personas y familias los derechos fundamentales» y, en concreto «a ganarse el pan con el trabajo».
Si no utilizó circunloquios para abordar este asunto, en su cita posterior con 136 pobres atendidos por Cáritas y 22 presos de la isla fue todavía más firme al denunciar «la arrogancia en el servicio a los pobres. Algunos alardean, se les llena la boca con los pobres , explotando a los pobres por interés personal o de grupo. Lo sé, esto es humano, pero no es bueno. Y digo más: ¡es un pecado! ¡Sería mejor se quedaran en casa!». Por eso recordó que «todos somos iguales ante Dios». Además, advirtió del peligro de que la palabra «solidaridad» pueda ser «eliminada del diccionario», porque ocuparse de los demás puede llegar a ser «molesto».
Por la tarde se citó con profesores y universitarios a quienes apuntó que estamos ante una crisis que también es ecológica, educativa y moral por lo que este momento puede ser una buen momento «de purificación» para replantear «nuestros modelos económicos y sociales».
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