Buenos Aires
Francisco, ante el desafío de educar a hijos de homosexuales
Encuentro con superiores de congregaciones. El Papa pide a religiosos y educadores que no suministren a los niños una «vacuna contra la fe»
Un encuentro de más de tres horas con 120 superiores generales de las congregaciones religiosas de todo el planeta –de los salesianos a los escolapios, pasando por los franciscanos, los capuchinos...– tuvo lugar el pasado mes de noviembre, pero ahora se conoce de la mano de la revista «La Civiltà Cattolica», en palabras de Antonio Spadaro, el jesuita al que Francisco concedió su primera gran entrevista como Pontífice. Lejos de plantearse como una alocución del Obispo de Roma a las instituciones religiosas, la cita en el Aula Nueva del Sínodo se planteó como un diálogo en el que los sacerdotes y hermanos preguntaban y el Papa exponía, sin papel alguno ni discurso preparado. Gran parte de las congregaciones tienen un carisma educativo y su obra se concreta en colegios y universidades. De ahí que en un momento del coloquio, surgieran varias preguntas: ¿qué le diría a los educadores? ¿Cómo ve la presencia de la vida consagrada en la realidad de la exclusión?
El Santo Padre plantea cuáles son, según él, los pilares de la labor educativa, que califica como «una misión clave, clave, clave»: «Transmitir conocimientos, transmitir modos de hacer, transmitir valores. A través de ellos se transmite la fe». A partir de ahí, y con su pedagogía habitual, de las tesis generales Francisco aterriza en lo concreto que él ha vivido en Buenos Aires sobre la realidad familiar compleja que viven niños, adolescentes y jóvenes: «Recuerdo el caso de una niña muy triste que al final confió a la maestra el motivo de su estado de ánimo: "La novia de mi mamá no me quiere"». Este problema lleva al Papa a plantear el número elevado de alumnos con padres separados, así como otros «nuevos desafíos que para nosotros, a veces son incluso difíciles de comprender». Con franqueza, lanza una pregunta al aire: «¿Cómo anunciar a Cristo a una generación que cambia? Es necesario estar atentos a no suministrarles una vacuna contra la fe».
En esta misma línea, el Santo Padre les planteó a los superiores generales cómo presentar a Jesús a las nuevas generaciones: «Quien trabaja con los jóvenes no puede detenerse a decir cosas demasiado ordenadas y estructuradas como un tratado, porque estas cosas les resbalan a los jóvenes. Se necesita un nuevo lenguaje, un nuevo modo de decir las cosas».
Así, el Papa pone sobre la mesa situaciones que se dan en el día a día de los colegios católicos, también en nuestro país. Los centros concertados acogen a los menores según los criterios establecidos por la comunidad autónoma correspondiente, lo que abre las aulas a cualquier menor con toda la realidad que lleva en su mochila, se trate de familias desestructuradas –madres solteras, padres homosexuales, divorciados, víctimas de malos tratos–, así como alumnos que profesan otras religiones, con dificultades económicas o de integración. Consciente de estos «desafíos», el Papa ya dio el visto bueno a incluir, entre las 38 preguntas para el Sínodo de las Familias de octubre, cuestiones de esta índole: «En el caso de uniones de personas del mismo sexo que haya adoptado niños, ¿cómo comportarse en vistas de la transmisión de la fe?». Con estos retos por delante, el Papa argentino propuso en esa reunión a los responsables de las congregaciones a ejercer de profetas: «Los religiosos y religiosas son hombres y mujeres que iluminan el futuro». ¿Cómo conseguirlo? «Para entender de verdad la realidad, nos debemos "descolocar", ver la realidad desde más puntos de vista diferentes», expuso Francisco, que les invitó a escapar «del centralismo y de los enfoques ideológicos».
También les alerta de las tentaciones que pueden surgir en esta misión, por ejemplo, ante el «boom» vocacional en Asia y África. Recuerda la denuncia hecha por los obispos filipinos en 1994 sobre la llamada «trata de novicias», esto es, reclutar a jóvenes en territorio de misión para repoblar conventos vacíos y envejecidos en Europa. Tampoco obvia los peligros en las etapas de formación, clave para no formar «pequeños monstruos». «Esto realmente me pone la piel de gallina», comenta sobre las consecuencias que puede generar en el Pueblo de Dios, ensalzando la actitud de Benedicto XVI frente a los casos de abusos: «Si un joven que fue invitado a salir de un Instituto religioso a causa de problemas de formación y por motivos serios, después es aceptado en un seminario, esto es un gran problema. No estoy hablando de personas que se reconocen pecadores: todos somos pecadores, pero no todos corruptos. Que se acepten a los pecadores, pero no a los corruptos».
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