Ciudad del Vaticano

La fe como luz ante la crisis

La primera encíclica del Papa, «Lumen fidei» reivindica el papel de la religión frente al relativismo actual

Los dos Papas volvieron a abrazarse públicamente durante la inauguración de una estatua del arcángel San Miguel en los jardines vaticanos
Los dos Papas volvieron a abrazarse públicamente durante la inauguración de una estatua del arcángel San Miguel en los jardines vaticanoslarazon

Francisco firma. Benedicto XVI confirma. Por primera vez en la historia de la Iglesia, dos Papas respaldan una misma encíclica. Una sola voz, la del Santo Padre y la del Papa emérito, para presentar la fe como fundamento para dar sentido a la existencia del hombre, pero también para ofrecer una alternativa a una sociedad «precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos».

Es el punto de partida de «Lumen fidei» –La luz de la fe– que, a través de sus capítulos plantea el don de creer como una realidad objetiva, que ha de ser fundamentada desde la verdad y la razón. «El hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe sin verdad no salva, no da seguridad a nuestros pasos», sentencia el Papa Francisco, que analiza de forma pormenorizada el motivo del porqué el mundo actual se ha olvidado de Dios.

Para ello recuerda cómo los totalitarismos del siglo pasado llevaron a creer que cualquier verdad absoluta era un sinónimo de fanatismo, lo que lleva a identificarlo incluso con la religión al creer «que imponía su propia concepción global para aplastar la historia concreta del individuo». De ahí se ha pasado a «un relativismo en el que la cuestión de la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no interesa». De ahí que no dude en utilizar expresiones directas para combatir el nihilismo y cualquier idea que busque minusvalorar a aquellos que están abiertos a lo trascendente: «La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida».

«El sentido crítico»

Pero el Santo Padre da un paso más y defiende la presencia de la fe en la vida pública, que ayuda a despertar «el sentido crítico» en el mundo de la ciencia, que fomenta la «convivencia», pero, sobre todo, como una «estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz».

Tras hacer un repaso de cómo fue creciendo en su fe el pueblo de Israel y mostrar a Jesús como centro de la fe de los católicos, reivindica las raíces cristianas de la sociedad moderna: «Gracias a la fe hemos descubierto la dignidad de cada persona». Y alerta de que cuando el hombre pierde este horizonte, «renunciando a su responsabilidad moral», se atribuye «un poder de manipulación sin límites». Es más, precisamente a partir de estos pilares fundamentados desde el Evangelio, hace un llamamiento a apostar «por modelos de desarrollo que no se basen sólo en la utilidad y el provecho», que respeten la naturaleza y se basen en «formas de gobierno justas» que permanezcan «al servicio del bien común».

«Nos enseña a mirar el mundo con ojos de Jesús», destacó ayer el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los obispos, durante la presentación de la encíclica en la Santa Sede. Precisamente, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella –que le acompañaba en la mesa de ponentes– se detuvo precisamente en la reflexión que el Obispo de Roma hace sobre la mirada de la fe. Así, resumió la encíclica en la cita «Quien cree, ve» y destacó el camino que propone a la Iglesia en un momento actual marcado por «una crisis de fe que por los problemas que comporta tiene pocos precedentes en nuestra historia». «Debemos reconocerlo: todas las veces que no pensamos, obramos y amamos para que actúe la fe en Dios, no contribuimos a edificar un mundo más humano. Por el contrario, frecuentemente damos uno contra testimonio de Dios y desfiguramos el rostro de la Iglesia», apostilló el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Gerhard Ludwig Müller.

Y es que, además de mostrar todo aquello que Dios puede aportar al mundo de hoy, Francisco mira de puertas para adentro y les recuerda a los cristianos que «la fe no es intransigente», por lo que el creyente no ha de ser «arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde». Así, retoma uno de los principales mensajes lanzados por Benedicto XVI durante la Jornada Mundial de la Juventud, cuando recordó que sólo dentro de la Iglesia tiene sentido pleno seguir a Cristo.

Una opción colectiva

Así, el Santo Padre señala que se hace «imposible creer cada uno por su cuenta», porque la fe no es «una opción individual», sino que abre el yo al «nosotros» y se da siempre «dentro de la comunión de la Iglesia». Por esta razón, «quien cree nunca está solo»: porque descubre que los espacios de su «yo» se amplían y generan nuevas relaciones que enriquecen la vida. Y en este camino en el que aumenta la relación con un Dios Padre, la carta encíclica sitúa a la familia, a la que presenta «como unión estable de un hombre y una mujer» al ser «capaces de engendrar una vida nueva».

Los dos Papas vuelven a abrazarse

De nuevo juntos. Los dos Papas que conviven en la Ciudad del Vaticano, Francisco y el emérito Benedicto XVI, volvieron ayer a abrazarse públicamente durante la inauguración de una estatua del arcángel San Miguel en los jardines vaticanos. Para esta ceremonia en la que también se consagraba el Estado pontificio a San José y San Miguel, el Papa Francisco había expresamente invitado a Benedicto XVI. El acto se celebró a las 8:45 hora italiana en la plaza ante el «Governatorato», sede del Gobierno de la Ciudad del Vaticano, y allí Joseph Ratzinger esperó la llegada de Francisco, quien fue inmediatamente a saludarle y abrazarle, y estuvieron juntos durante toda la ceremonia. Francisco recordó que esta consagración era una iniciativa proyectada desde hace tiempo con la aprobación de Benedicto XVI y el Papa volvió a dedicarle palabras de «cariño y reconocimiento». «Queremos expresar nuestra gran alegría por tenerle aquí presente, junto a todos nosotros. Gracias de corazón».

DE NIETZSCHE A NEWMAN

La primera encíclica firmada por Francisco sorprende, entre otras cosas, por las citas que lleva a cabo más allá de los referentes para los católicos como San Agustín o San Pablo. Así, cuando se comienza la lectura destaca cómo se refiere a Nietzsche para rebatir su idea de que el cristianismo ha «rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida». También se hace eco de los anhelos de Rousseau por «no poder ver a Dios personalmente» o cómo Dante en la «Divina Comedia», tras confesar su fe ante San Pedro, siento cómo «centellea en mí, cual estrella en el cielo». No menos interesantes son sus referencias a Juan Pablo II, cuando recuerda el diálogo fe-razón de su encíclica «Fides et ratio» o al beato John Henry Newman, del que destaca cómo define la unidad de la fe como un «organismo vivo».