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Víctimas y ex guerrilleros de las FARC cierran heridas ante Francisco
En su segundo día de viaje por Colombia, el Papa beatificó al primer obispo asesinado por el ELN. Además arremetió contra el machismo y las comunidades «que todavía arrastran estilos patriarcales»
En su segundo día de viaje por Colombia, el Papa beatificó al primer obispo asesinado por el ELN. Además arremetió contra el machismo y las comunidades «que todavía arrastran estilos patriarcales».
Las víctimas de la violencia fueron las protagonistas del tercer día del Papa en Colombia. Y si se despidió de Bogotá con una misa en la que, según la alcaldía de la capital, participaron más de un millón de personas, en Villavicencio también se congregaron miles de fieles a pesar de la intensa lluvia que cayó durante las horas previas a la llegada del Papa y que convirtieron toda la zona en un auténtico barrizal.
Esta localidad está situada a 75 kilómetros de Bogotá y tiene a sus espaldas un amplio historial de violencia. Por ejemplo, es considerada la segunda ciudad más insegura de todo el país para las mujeres y más de la mitad de la población es víctima del conflicto armado. Pero esta ciudad también es importante porque confluyen indígenas, campesinos y desmovilizados de los grupos armados ilegales. La visita del Papa es también un claro acercamiento a los indígenas y habitantes de las zonas rurales.
Los dos sacerdotes beatificados, Jesús Emilio Jaramillo –que llegó a ser obispo–, y Pedro María Ramírez, fueron asesinados precisamente por persecución a la fe. El primero murió en 1989 cuando se encontraba en una zona rural de la localidad de Arauquita. Ramírez, conocido como el «mártir de Armero», fue asesinado en Armero el 10 de abril de 1948 durante una revuelta popular.
Una vez más, fiel al motivo de su visita bajo el lema «Demos el primer paso», el Papa hizo hincapié en la reconciliación. En la homilía que pronunció en la misa de beatificación en Catama, aseguró que «nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, de vida que camina» por lo que «somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir».
Pero Francisco aprovechó también para denunciar el machismo existente en algunas sociedades y fuertemente arraigada en algunas zonas de Colombia.
«Son ellas en la genealogía–dijo el Pontífice–, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia». En contraposición a la figura de los hombres machistas, Bergoglio puso de modelo a José, que «no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera» de la luz. Por ello, «en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María», aseguró al comentar la encarnación de Jesús en María por obra del Espíritu Santo.
Dirigiéndose a los colombianos, pidió tomar el ejemplo de José y María, y dejar a un lado el orgullo y «abrazar la historia» para recorrer el camino de la «reconciliación». Pero «no es una palabra abstracta» sino que es «abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto». Francisco invitó a las víctimas a vencer «la comprensible tentación de la venganza» para convertirse así «en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz». «Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza!», exclamó.
Antes de volver a Bogotá a la Nunciatura, Francisco celebró un encuentro de reconciliación en el que se reunieron también algunas víctimas de la guerrilla, así como ex paramilitares. Juntos para «dar el primer paso» hace una nueva Colombia que deje atrás la violencia y de verdad sane las heridas que todavía le supuran. El encuentro, que tuvo lugar en el Parque Las Malocas, contó con el testimonio de cuatro de estas personas que expusieron al Papa sus vivencias. Cada una de ellas puso una vela a los pies del crucifijo que presidía el palco.
Colombia es una tierra llena de heridas «que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas», afirmó Francisco en su discurso.
El Papa manifestó toda su comprensión y cercanía y aseguró que «desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos –yo también tengo que pedir perdón– y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza».
En una clara referencia a las FARC y al acuerdo de paz, y a la conversión de este grupo guerrillero en partido político, Bergoglio reconoció que «resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos». Pero ante esta situación, exhortó a lograr que «la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo» y así sanar «aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz».
Después de sus palabras, el Pontífice rezó una oración atribuida a San Francisco de Asís.
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