La sucesión de Benedicto XVI
Los «papables», fuera de cobertura
Los cardenales prefieren mantenerse fuera de los focos y dedican su tiempo a la oración, a la espera del cónclave que elegirá al sucesor de Benedicto XVI
«Su eminencia no puede ponerse. Prefiere no hablar por ahora con los periodistas pues considera que estos días deben pasarse en un clima de oración y recogimiento». Ésta era la respuesta más repetida por los secretarios personales de los cardenales «papables» cuando recibían ayer la llamada de un reportero. En el ambiente de precónclave que se vive en este lluvioso febrero romano, los purpurados con posibilidades temen que una palabra de más pueda demostrar aspiraciones a convertirse en el Pontífice número 266 de la Iglesia, lo que supondría su inmediato descarte.
El anuncio por sorpresa de Benedicto XVI de que deja el pontificado el 28 de febrero ha supuesto un terremoto en la Curia romana. Aunque casi nadie lo esperaba, ayer era una constante en los círculos vaticanos la exaltación de la honestidad del Papa al renunciar cuando considera que ya no puede desempeñar su labor como se merece. «En esta decisión se nota su gran libertad espiritual, el estar por encima de convenciones humanas y la plena consciencia de responder ante Dios por el ministerio que se la ha confiado. Me parece que la declaración que leyó el lunes es muy profunda y lo dice todo, también de su humildad y categoría humana», comenta uno de los españoles en la Curia, el obispo Juan Ignacio Arrieta, secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.
Los eclesiásticos de los dicasterios vaticanos esperan con ilusión la misa que el Papa presidirá esta tarde en la basílica de San Pedro con motivo del Miércoles de Ceniza. Salvo sorpresa, será la última ceremonia religiosa pública de Joseph Ratzinger como Pontífice. Por la mañana, su habitual audiencia de los miércoles a buen seguro que registra una audiencia multitudinaria. «Vamos a hacer todo lo posible para verle. Será como una despedida. Vinimos a Roma de vacaciones y, como a todos, nos ha cogido por sorpresa el anuncio. Ha sido muy valiente tomando esta decisión», comentaban en la Plaza de San Pedro Miriam y Juan, dos peregrinos de Toledo.
El fin anticipado del pontificado ha hecho que el orbe católico mire hacia atrás y analice los casi ocho años de Benedicto XVI como Papa. «Ha actuado con gran valentía, afrontando a fondo temas difíciles que en conciencia veía que tenía que afrontar, por impopulares que pudieran ser y sin dejarse influenciar por presiones, a veces muy fuertes», afirma monseñor Arrieta, quien destaca cómo Ratzinger ha continuado la aplicación del Concilio Vaticano II. «Yo lo veía un poco frío respecto a Juan Pablo II, pero ha hecho todo lo que ha podido para llevar el gobierno de la Iglesia. Con su renuncia ha mostrado que no quiere tener una agonía pública como su antecesor. Prefiere dejar el puesto a alguien con las fuerzas suficientes para sacar la Iglesia adelante», asegura Giovanna, una joven italiana que desde la Plaza de San Pedro contemplaba la ventana del apartamento que dentro de 15 días abandonará para siempre Benedicto XVI.
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