Río de Janeiro
Marca España en Copacabana
En la Avenida Atlántida, a tan sólo unos pocos metros del escenario faraónico donde se celebran las distintas misas en la playa, un grupo de madrileños de Carabanchel brinda en un bar típico, de esos que se encuentran en todas las esquinas de Copacabana, en Río de Janeiro (Brasil). «¡Por España y por el Papa!», exclaman.
Pedro Rubiato y José Serrano se declaran orgullosos de ser seminaristas en la parroquia de San Miguel Arcángel. «Es importante recalcar que en España también hay vocación», afirma Rubiato. «A estas jornadas –prosigue– vienen creyentes de todo tipo. Monjas, sacerdotes, cualquier tipo de católico que quiera, en definitiva, compartir la fe de Cristo».
«Sí, es verdad, no se ven tantos españoles, puede ser por la crisis», afirma Serrano. «A nosotros también nos costó venir, no te creas. Tuvimos que vender muchas camisetas para ello, pero mereció la pena», añade Serrano. Les dejamos celebrando. Aunque solamente bebían café, comentan que en estas jornadas también hay tiempo para tomarse alguna que otra caipiriña y bailar al son de la música que emana de las grandes pantallas instaladas en los diques.
Además, nos aclaran que vinieron con 200 españoles más. Las mujeres están parando en casas de familias brasileñas y los hombres en un colegio. Están en el Barrio de Vista Alegre en la parroquia Sao Rafael Arcanjo. Como ellos, la mayoría de los jóvenes fueron alojados en diversas Iglesias y centros habilitados para acoger a los fieles.
En total, se calcula que al menos 3.000 peregrinos españoles y 13 obispos viajaron a Brasil para participar en los actos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebra bajo el lema «Id y haced discípulos a todos los pueblos».
Orgullo español
Por la noche, las luces rosas alumbran el escenario. La inmensa Cruz resplandece en el horizonte iluminando la arena, repleta de gente escuchando misa. Algunos de pie, otros sentados rezando, todos tapados con capuchas protegiéndose de la suave lluvia. Un mosaico de colores en el que cuesta diferenciar la insignia ibérica. Pero allí encontramos a Gabino Estríes, también madrileño, ondeando, orgulloso, la bandera española. Junto a él, un brasileño le ofrece intercambiar estandartes. «La tuya por la mía», propone; Gabino se niega educadamente.
A su lado, Ignacio Cortina de Sevilla nos cuenta su historia: «Soy amigo de Gabino desde hace 15 años. Por lo que nuestra amistad está bien forjada. Convivimos en los Emiratos Árabes y ahora decidimos pasar una semana en Río. Vamos a participar en todas las actividades que podamos. Por ahora no vemos tantos españoles, pero ya se sabe que solemos llegar tarde». «La verdad es que uno se vuelve más patriota cuando sale. Representé a mi país en los Emiratos y estos días estamos contentos de hacerlo en Río», dice.
Por el día los peregrinos aprovechan para visitar algunos de los puntos más emblemáticos de la ciudad como el Cristo Redentor, por ejemplo. Abajo en el teleférico, un grupo de chavales cruza la calle de la mano. Dos de ellos son dos chicas españolas, Casilda y Alejandra. La primera lleva una bandera española como capa. Rubia, ojos brillantes y mucha ilusión por ver a Francisco. Su amiga lleva pintados los colores rojo y amarillo en su rostro. Vienen de la congregación mariana Mater Salvatoris de Madrid –un movimiento apostólico– con un grupo de venezolanos que procede de otra escuela abierta por la congregación en Venezuela.
Jóvenes misioneros españoles
Al frente de la chavalería, está Soraya, una monja de El Escorial, en Madrid, menuda y alegre, que viste hábito negro. Ahora reside en Maracaibo. «¿No le causa dolor de cabeza tanto chico a su cargo?», le preguntamos. «No, al revés. Se portan muy bien, da gusto rodearse de jóvenes». Nuestra charla es interrumpida por el grito de sus muchachos. «¡Nos toca, hermana!», gritan antes de tirar de su brazo y perderse entre la multitud para subirse al teleférico.
Algunos peregrinos no sólo vinieron a participar de la catequesis con los obispos, la misas, la Vigilia de oración o el Vía Crucis, sino que también viajaron para predicar con el ejemplo. Destaca un grupo de 45 jóvenes de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), que llegaron a Río hace dos semanas de misiones y duermen en una favela. Una de las españolas, María José Ibáñez, del Departamento de Acción Social de la universidad, indica que ayudaron a reconstruir un colegio, organizaron campamentos para niños, dieron asistencia sanitaria y visitaron una casa de enfermos de sida. «Nos parece importante vivir esta experiencia como la gente de allí, renunciando a tus comodidades», afirma, demostrando que el mensaje de Francisco ya ha calado entre los jóvenes.
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