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Una riada de fe sin fronteras para dar vida a Valdebebas

La ceremonia de beatificación reunió a peregrinos de 80 países. Confesionarios llenos y una impecable organización marcaron la jornada

En el recinto de Valdebebas donde se celebró el acto se colocaron 80 confesionarios
En el recinto de Valdebebas donde se celebró el acto se colocaron 80 confesionarioslarazon

Apenas había amanecido y las vías principales de la zona norte de Madrid recibían ya la visita de decenas de autocares –en total 1.700– procedentes no sólo de la capital, sino también del resto de la geografía española. Pero, a pesar del madrugón, las miles de personas que acudieron a Valdebebas, donde tuvo lugar la ceremonia en un espacio de 200.000 metros cuadrados, desprendieron entusiasmo por los cuatro costados, al mismo tiempo que permanecían en un constante ambiente de oración.

«El viernes por la noche lo dejamos todo preparado, las sillas que compramos y la comida que nos llevamos para después de la beatificación», cuenta Xavi, que, junto a su mujer y sus tres hijos pequeños se levantó a las 6 de la mañana y llegó al lugar del encuentro a las 9:30 horas. Como ellos, la gran parte de las casi 200.000 personas de diferentes países que participaron en la ceremonia vivieron la jornada con intensidad y emoción.

La perfecta organización del evento permitió que la jornada transcurriese con absoluta normalidad. Los peregrinos llegaron de manera escalonada y ordenada, gracias a las importantes medidas de seguridad y a los 3.500 jóvenes voluntarios que no escatimaron en atención y ayuda a los fieles. Así, el buen ambiente, la cordialidad y el buen tiempo fueron la tónica general de Valdebebas, que nunca antes había recibido tal cantidad de gente.

A lo largo de toda la explanada, multitud de banderas de diferentes países evidenciaron la variedad de peregrinos que llegaron a Madrid desde el resto del mundo, en total, de 80 países. Es el caso de un grupo de 80 guatemaltecos, que no dudaron en subirse a un avión rumbo a la capital de España a pesar de la cantidad de horas de vuelo que supone. Algunas jóvenes del grupo confesaron llevar ya «una semana» porque «queríamos asistir en las actividades que se han organizado en torno a la figura del beato». Para estas amigas, «vale la pena» vivir este gran día ya que «es un modelo a seguir». Ivonne quiso enviar el mensaje de que «hoy ser santo es posible» y aseguró que iba a pedir «que mi sobrino de seis años se cure de la diabetes que padece». Está convencida de que éste «podría ser el milagro para la canonización del nuevo beato».

Desde América del Sur han aterrizado 17 amigas chilenas que no han vacilado en solicitar ya al nuevo beato «unos cuantos favores». Para Javiera, Francisca, Camila y Josefina, que esgrimen una bandera de su país de gran tamaño, el ambiente es «cuántico», lo que en su país quiere decir «buenísimo». En su día a día las jóvenes tienen muy presente al sucesor de san Josemaría Escrivá y le piden ayuda para cosas tan cotidianas como «que pase el microbús cuando esperamos en la parada», a lo que el nuevo beato responde siempre y «nos echa una mano», cuentan sonrientes. Desde Chile «tendríamos que haber venido más gente», pero «muchos grupos tenían que volar con Air France y por culpa de la huelga al final les han cancelado los billetes».

Cerca de estas jóvenes, una cola inmensa esperaba para confesarse en alguno de los confesionarios portátiles que se encontraban más próximos. En todo el recinto se distribuyeron 80, que permanecieron ocupados durante toda la celebración y a los que se acercaron muchos jóvenes. En cada uno de ellos, un pequeño cartel avisaba de los idiomas disponibles para confesarse.

El recinto se dividió en diferentes sectores a los que cada fiel accedía por medio de una invitación, pero también se dispuso una zona para aquellas personas que no tenían entrada y quisieron participar. Tuvieran o no invitación, todos se las ingeniaron para ponerse cómodos y unos llevaron consigo asientos modernos y otros algo más rudimentarios, hechos de cartón o de plástico. De estos asientos improvisados hicieron también uso las japonesas Yoshiko, Mieko y Chiharu que, vestidas con kimono, esperaron con paciencia y en oración a que comenzara la ceremonia. No hablan español, pero las acompañan María Ángeles y María, miembros del Opus Dei que fueron hace ya 8 años a trabajar al país asiático. Gracias a que las dos españolas hacen de intérpretes, las japonesas han podido desenvolverse sin problemas en Madrid. «Hemos venido cien personas desde distintas ciudades de Japón, como Tokio, Osaka o Kioto», cuenta una de ellas. El viaje ha sido intenso, pero las 16 horas de vuelo compensan porque «por Álvaro del Portillo uno no se cansa», explica Mieko. Las tres coinciden en agradecer al nuevo beato la visita que realizó a su país en 1987. Sin embargo, al contrario de lo que pudiera parecer, «algunas de las que han venido en el grupo no son católicas», destaca María Ángeles. «Están conociendo qué es el cristianismo» y «el Opus Dei les está ayudando en este proceso», agrega María.

Una beatificación 2.0 que inundó las redes sociales con el hashtag #BeatoAlvaro

La beatificación inundó también las redes sociales, que vibraron con intensidad durante todo el día. Se generaron cientos de comentarios acerca de la vida del nuevo beato. Los usuarios tuitearon fotografías de la enorme cantidad de gente que participó, además de las menciones que se hicieron al mensaje del Papa Francisco. El evento se pudo seguir también a través de la aplicación «Don Álvaro» que la organización lanzó hace meses y que ha recibido cientos de descargas.