Religion
Vaticano confidencial
En el centro de la cristiandad nada existe por casualidad. Detrás de cada estatua o adorno hay una historia increíble que se oculta a la mayoría de los turistas
En el centro de la cristiandad nada existe por casualidad. Detrás de cada estatua o adorno hay una historia increíble que se oculta a la mayoría de los turistas.
Alrededor de 40.000 personas visitan cada día el Vaticano. La mayoría de los turistas, al llegar, buscan rápidamente con la mirada la imponente cúpula de San Pedro y se limitan a escuchar la retahíla de los guías. Les describen estilos arquitectónicos, medidas, fechas de realización y materiales de construcción, pero pocos van más allá. ¿Y si hubiera uno que les descubriera que el atrio de la basílica fue construido por un espía o que bajo ella se encuentran las Grutas Vaticanas, unos pasadizos repletos de obras maestras, leyendas y curiosidades? «Veo cada día a miles de personas que visitan uno de los lugares más apasionantes del globo sin que nadie les cuente dónde están, y se pierden». Para ellos, Javier Martínez-Brocal ha escrito «El Vaticano como nunca te lo habían contado» (Planeta).
Para el autor es fundamental sacar a relucir lo que se esconde detrás de tantas obras de arte. Ese es el objetivo del libro, «rescatar el alma, el verdadero sentido que posee cada una de ellas» y «redescubrir de esta manera la propuesta que nos hace San Pedro», explica a LA RAZÓN, al tiempo que desvela alguna de estas trepidantes historias en la misma basílica vaticana. «Aquí dentro, las obras de arte dialogan entre ellas, y cada una tiene algo que contar». «Yo he intentado poner juntas todas las historias» de esta gran basílica que «construyeron a lo largo de 150 años», añade.
El director de la agencia de noticias Rome Reports comienza el libro contando al lector que la basílica de San Pedro que hoy vemos es la segunda que se construyó. La primera se levantó en el siglo IV por orden del emperador Constantino –el que decretó la libertad de culto en Roma– y estuvo en pie 1200 años. Todavía se pueden encontrar restos de esta maravilla erigida sobre la tumba de unos de los primeros líderes del cristianismo, el apóstol San Pedro. El sitio no era el más ideal porque era una colina empinada y pantanosa. Aún así, el resultado mereció la pena.
Cuando en 1506 Pablo VI ordenó destruirla quiso que se conservara la mayor parte del material y lo que queda se puede ver en las llamadas Grutas Vaticanas. Si el visitante accede a recorrerlas, Martínez-Brocal recomienda pararse en la capilla de la «Madonna della Bocciata». Su nombre se debe a una leyenda con firma española. «Se cuenta que en 1440 un soldado español borracho perdió demasiados florines jugando a la petanca. En un ataque de ira, lanzó una de las bolas, una «boccia» contra el fresco de la Virgen. Cuando golpeó el pómulo izquierdo de la imagen, esta comenzó milagrosamente a sangrar y de sus ojos brotaron lágrimas». «Tras la reja –añade– aún pueden verse las manchas de sangre que quedaron impresas en la roca».
Antes de adentrarse en la actual basílica, Martínez-Brocal invita al visitante a contemplar durante unos minutos la Plaza de San Pedro. Quizá, si presta mucha atención, podrá adivinar el sentido con el que el artista Gian Lorenzo Bernini la diseñó. El libro que ha escrito lo cuenta, pero además, si el lector sigue leyendo, descubrirá, que entre los dos millones de adoquines que componen esta plaza, hay dos baldosas muy significativas, y que son muy difíciles de encontrar si no te dicen donde hallarlas.
Curiosidades como que el obelisco que la preside, de nada menos que 350 toneladas, viene de Egipto o que la grandiosa cúpula de Miguel Ángel se construyó para custodiar los restos del apóstol San Pedro, son las que se cuentan en la obra de Javier Martínez-Brocal: «Si lanzáramos desde la linterna de la cúpula un hilo de pesca con un peso de plomo en su extremo, este se apoyaría justo en el sepulcro del pescador de Galilea». Lástima que no se pueda probar.
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