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Diez años para una nueva vacuna contra la gripe

Inmunizarse contra la epidemia estacional supone eliminar el riesgo multiplicado por seis de sufrir un infarto una semana después de la infección

Una inyección
Una inyecciónERIC GAILLARDREUTERS

Ya está aquí de nuevo: la gripe. Aunque aún no circula el microorganismo, desde hace un par de semanas se promociona y se anima a la población con el arma que puede reducir su impacto: las vacunas. Con la llegada del frío se prepara el escenario perfecto para que los virus campen a sus anchas y en las semanas de más casos, en las que los servicios de urgencias se vean desbordados, la población lamentará no haberse inmunizado y los médicos recordarán los porqués de no haberlo hecho a tiempo. El virus estacional de la gripe es «como una garrapata que poco a poco va extrayendo la sangre... y sólo te das cuenta de lo que supone cuando, quizás, es tarde», apunta Raúl Ortiz de Lejarazu, director emérito del director del Centro Nacional de la Gripe durante un encuentro en el Instituto Pasteur (París, Francia).

Encontrar la vacuna universal contra la gripe sería como dar con «Santo Grial». Ya hay una tenue luz que hace vislumbrar la posibilidad de tener en un plazo de una década de una suerte de inmunización superior a lo que hay ahora. «No se trata de conseguir vacunarse una vez, sino de poder hacerlo con una temporalidad mayor, cada dos o incluso cinco años», cuenta el director del Centro Nacional de la Gripe. Un grupo de investigadores norteamericanos ha encontrado un anticuerpo que protege a los ratones contra una amplia gama de virus de la gripe letales, según un estudio publicado en la revista «Science», de las facultades de Medicina de la Universidad de Washington, el Hospital Mount Sinai de Nueva York y el Instituto Scripps Research. El anticuerpo podría servir de plantilla para el diseño de una vacuna universal que proteja contra todas las cepas del virus y un medicamento para tratar y proteger contra casos graves de gripe, incluso las pandemias. Uno de los responsables del proyecto, el virólogo español Adolfo García Sastre, se ha mostrado convencido de que se logrará una vacuna para la gripe que se administre una vez en la vida y sirva para todas las cepas de este virus. Los resultados, que se prometen esperanzadores, verán la luz el próximo año.

¿Por qué vacunarse?

Quizás, los árboles no dejan ver el bosque, como reza el dicho, pero el especialista español en virus de la gripe se atreve a subrayar que «bastaría con hacer las cuentas y ver que esta infección ha matado ya a más gente que las dos guerras mundiales». Con los datos en la mano, a bote pronto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que hasta 650.000 personas mueren en el mundo de gripe cada año, aproximadamente, y si en las dos Guerras Mundiales fallecieron unos 30 millones de personas, unos cálculos rápidos nos conducen a afirmar que en poco más de cuatro décadas el virus ha matado al mismo número de individuos.
Desde la OMS también apuntan que estas cifras han aumentado en la última década, cuando no se llegaba a 500.000 al año. Y los costes no sólo los miden en número de vidas, sino también económicos; así, en los países desarrollados se estima, según datos del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC), que asciende a 57 millones por cada millón de personas o, lo que es lo mismo, unos 57 euros por individuo. Estas cifras se elevan considerablemente en las regiones más pobres, en las que los gastos que deja la epidemia suponen entre un 2% y un 5% del PIB, por ejemplo en Brasil y Rusia, hasta un 6% en Tailandia.

Mientras llega, también se buscan mejores métodos de diagnóstico y tipificación del virus, como apunta Ramón Cisterna, presidente de la Asociación de Microbiología y Salud (AMYS): «Se emplean ya técnicas moleculares absolutamente imprescindibles hoy en día para procurar un diagnóstico correcto, seguro y rápido». De este modo, se pueden conocer y reconocer las cepas circulantes y anticiparse a los estragos que pudieran causar en la población. La secuenciación molecular «sirve para identificar con mayor exactitud el tipo de virus gripal implicado, confirmando los resultados obtenidos por otras tecnologías», cuenta Cisterna.

Conocer el virus y su comportamiento resulta crucial para adelantarse a sus movimientos. Por eso, en EE UU van a realizar un estudio con voluntarios sanos a los que van a infectar con cepas de la gripe. Los investigadores del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Contagiosas monitorizan las huellas del paso del microorganismo por los «pacientes» y podrán observar de cerca los cambios que produce la cepa escogida. Por una atractiva suma de hasta 3.300 dólares, los 80 participantes recibirán un aerosol nasal con el virus y pasarán al menos una semana en un hospital para evitar la infección a otras personas.

A la espera de la vacuna universal, se dan pasos para evitar la consecuencias trágicas que se dan en las personas mayores. Por eso, en Estados Unidos se ha aprobado una molécula (comercializada por Sanofi) que contiene cuatro veces la dosis de una vacuna normal con el fin de elevar la protección en las personas de avanzada edad, en las que la eficacia de la tradicional no resulta tan elevada como en el resto de la población.

¿Dónde está el peligro?

Salvo en caso de pandemia, la última en 2009, no se ve como una amenaza real a la gripe. La comunidad científica trata de devolver la fe a que la vacunación debe ser un elemento clave en esta lucha y trata de recoger datos que lo avalen. Al tiempo, buscan una vacuna universal, «que pudiera estar lista en 10 años. No se trata de una dosis, y ya; sino que pudiera existir un periodo de protección que superarse el año, ¿llegar incluso a cinco? Antes esto era una quimera, ahora estamos más cerca. Conocemos más sobre la variabilidad del virus y sus cepas», subraya Ortiz de Lejarazu.

Imagen del virus de la gripe a vista de microescopio
Imagen del virus de la gripe a vista de microescopiolarazon

La cepas de la infección no sólo desatan los problemas de su paso por el organismo, sino que dejan las puertas abiertas a otro tipo de agresiones que vienen de la mano de infecciones tan peligrosas como el Staphylococcus aureus y Streptococcus pneumoniae, que son los que llevan a las UCI a los pacientes y comprometen su vida. Se calcula que las epidemias anuales causan tres a cinco millones de casos graves. En España, en la temporada 2017-2018, las cifras son las siguientes: 700.000 casos leves, 52.000 ingresos hospitalarios, de los cuales 14.000 desarrollaron complicaciones graves y 3.000 ingresaron en la UCI (unidad de Cuidados Intensivos). Asimismo, se estima que unas 15.000 muertes en España estuvieron relacionadas con la gripe, según datos del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España (SVGE) del Instituto de Salud Carlos III.

Además, la influenza, como se denominan en países de Latinoamérica, desestabiliza a los pacientes con enfermedades crónicas y provoca más problemas cardiovasculares. «La vacuna contra la gripe es mejor incluso que dejar de fumar, que tomar estatinas o reducir el peso. Disminuye hasta en un 44% el riesgo de accidente cardiaco», comenta Stefan Gravestein, profesor de Medicina y Salud Pública, Universidad de Brown, (EE UU). No contraer el virus también «resulta eficaz para evitar que en las semanas posteriores se reduzca el riesgo de infarto», añade este experto. Vacunar a los más pequeños también ayuda a evitar la mortalidad infantil. Los expertos advierten de la necesidad de proteger a los menores de cinco años, «porque si uno observa las gráficas de mortalidad en estas edades se da cuenta que se dan más en los meses en los que esta circulante el virus, en plena epidemia, que en otros», explica Ortiz de Lejarazu.

Gaetan Gavazzi, especialista de la Clínica Universitaria de Medicina Geriátrica (Grenoble, Francia), apunta que «hay que extremar las precauciones en la población de edad avanzada, donde el virus de la gripe también es agresivo. Muchas veces estos pacientes ya tienen un estado de salud frágil, que se agrava con la infección, que descompensa las otras patologías que sufren». El problema reside en que en muchas ocasiones el paso de este organismo por el cuerpo no deja las mismas señales en un adulto joven (en el que el cuadro parece más grave) que en uno de más edad (más de 65 años) en el que las complicaciones surgen más a «cuenta gotas», lamenta Gavazzi.