Salud
Bienvenido 2020, feliz salud mental
A punto de dar la bienvenida al 2020 la agenda sanitaria recarga pilas para un año con importantes hitos. El listado puede ser tan extenso como sea la ambición por transformar el sistema sanitario público y por mejorar la salud de la ciudadanía. Sin lugar a dudas está presente la urgencia de regular la eutanasia, combatir las pseudoterapias y movimientos antivacunas, avanzar en transparencia en el precio de los medicamentos, acotar las privatizaciones sanitarias, potenciar la Atención Primaria, ampliar la ley antitabaco y abordar otras nuevas adicciones, considerar la soledad como nueva afección de salud pública y la violencia contra las mujeres en todas sus variantes, o seguir ampliando los derechos sanitarios … Pero lo que no puede quedar olvidado en ese listado es la históricamente gran olvidada salud mental.
Aunque ya esté muy dicho no deja de ser cierto, “no hay salud sin salud mental”. Este problema no es una cuestión marginal, al contrario la prevalencia de los trastornos mentales es alta y continúa aumentando. Tan solo la depresión representa una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en el planeta. Y si acudimos a las consultas de Atención Primaria encontramos que una de cada cuatro es debida a un problema de salud mental.
A pesar de su magnitud los servicios de que tratan enfermedades mentales aún no han adquirido el protagonismo y fortaleza necesaria, ni han logrado, trabajar en red de manera integrada con otros servicios, y especialmente con la Atención Primaria. Además la necesaria respuesta multisectorial sigue siendo débil, evidentemente el liderazgo corresponde al ámbito sanitario, pero es importantísima la implicación a nivel de bienestar social, educativo, laboral o de la justicia, entre otros. A esto se suma que el estigma fomenta prejuicios e ideas erróneas como que las personas que conviven con un problema de salud mental son incapaces de tomar sus propias decisiones, de cuidarse o que son peligrosas. Esto agrava la situación, ahondando en la exclusión, discriminación y rechazo social. De esto da cuenta la ONU que nos advierte de que las personas que conviven con un problema de salud mental, “son objeto de manera generalizada de discriminación, estigma, prejuicios, violencia, abusos, exclusión social, segregación, internamiento ilegal o arbitrario, medicalización excesiva y tratamientos que no respeten su autonomía, voluntad o preferencias”.
Y aunque sea duro reconocerlo nuestro país no queda ajeno a una baja calidad en la atención y a la vulneración de los derechos humanos y la dignidad de este colectivo, como sucede con las contenciones mecánicas, sobremedicación, esterilización forzosa, la falta de atención a la conducta suicida o la elevada tasa de desempleo, todas situaciones reales a las que se enfrentan las personas que conviven con una dolencia de salud mental. En el caso de las niñas y mujeres la situación de discriminación, exclusión, explotación y vulneración de derechos es más grave. Y los recursos de prevención y atención para la infancia y adolescencia son especialmente pobres.
Necesitamos hacer un cambio cultural respecto a la salud mental porque el objetivo no es tener un trastorno “bajo control” sino potenciar la autonomía e independencia del paciente y mejorar su calidad de vida, atender a sus familias y desarrollar una vida plena en comunidad.
Incorporar la perspectiva de los derechos humanos en la atención al bienestar mental sería una excelente forma de dar la bienvenida al 2020. Os deseo una feliz salud mental.
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