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Coronavirus

¿Ciudadano rojo o verde? Así es la app china que etiqueta por colores

El verde permite vivir un régimen de semilibertad y el rojo tiene más restricciones, entre ellas pedir un crédito

Police officers in protective suits are seen at an aiport in Harbin, capital of Heilongjiang province bordering Russia, following the spread of the novel coronavisurs disease (COVID-19) continues in the country
Ciudadanos chinos en un aeropuertoHUIZHONG WUReuters

Ya se está hablando de cómo resolver el confinamiento provocado por la COVID-19. Una opción es mirar cómo lo están haciendo otro países. Hay tres colores que gobiernan en China actualmente: peligro, alerta y libertad. O, según el lenguaje visual, rojo, amarillo y verde respectivamente. Se trata de las etiquetas cromáticas que el gobierno chino otorga a sus ciudadanos a través de una aplicación que decide quién sale, dónde y cuándo. ¿Cómo funciona?

Lentamente el gobierno del gigante asiático está permitiendo que, algunas personas, vuelvan a su rutina habitual, manteniendo eso sí, las distancias de seguridad y el control de quién es quién.

Esto lo consigue a través de una aplicación que todos los ciudadanos que quieran salir deben descargarse. La app ha sido desarrollada por el servicio de mensajería instantánea WeChat (la versión china de WhatsApp) y el servicio de pagos electrónicos Alipay del Grupo Alibaba, la compañía que se disputa el primer lugar en comercio electrónico del mundo con Amazon.

De acuerdo con diferentes medios chinos, incluyendo el periódico Beijing Youth Daily, cerca de 900 millones de personas se han descargado la aplicación. En una conferencia de prensa el 24 de febrero, las autoridades dijeron que más de 50 millones de personas se habían inscrito en códigos de salud en la provincia de Zhejiang, cuya capital es Hangzhou. Eso es casi el 90% de la población de la provincia. De estos, el 98,2 % eran verdes, lo que significa que casi un millón de personas tenían códigos amarillos o rojos.

Posibles contagios vs zonas liberadas

La app funciona del siguiente modo. Al descargársela, los usuarios rellenan un cuestionario con sus datos de identidad, dirección, si tienen tos o fiebre, si han viajado recientemente, dónde y si han estado en contacto con algún infectado por COVID-19. Los datos de cada usuario se cruzan con los de los otros millones mediante Big Data y de este modo se crea un mapa de infecciones, posibles contagios, zonas liberadas, etc. El sistema entonces le otorga a cada usuario un color: el verde le permite desplazarse, el amarillo le obliga a mantenerse en cuarentena o ir al hospital y el rojo le impide moverse de su casa bajo pena de sanción. De hecho, las autoridades han amenazado con que los infractores serán “tratados severamente”, aunque aún no se han anunciado sanciones detalladas. Lo que sí se ha dicho es que aquellos que intenten viajar con un código de salud rojo serán marcadas en el sistema de crédito social. Lo que implica que no tendrán acceso a créditos bancarios, no podrán acceder a determinadas universidades o vivir en ciudades específicas.

Pero hay más. Aquellos que tengan el código verde en su móvil reciben junto a él un código QR. Este código tiene dos objetivos. Para el usuario es la llave que le permite registrarse en un hotel, acceder a la ciudad de Wuhan, donde comenzó la pandemia en diciembre y usar un medio de transporte público. Este último caso es muy sencillo. El usuario accede a la máquina expendedora, solicita el destino y antes de expedirse el billete, debe pasar su código. Una vez dentro, por ejemplo del metro, también hay que escanear el código dentro del coche, al subir y al bajar del mismo. Y en el interior los asientos están marcados para mantener la distancia mínima de seguridad. Con esto el sistema sabe qué usuario se subió en cuál estación, en qué coche realizó el viaje y con quien lo compartió. Todo ello permite, en caso de ser necesario, retroceder en el tiempo y encontrar a todos los que compartieron sitio con alguien que más tarde dé positivo y alertarlo. Esta es la estrategia desarrollada por China para intentar recuperar una rutina económica y sanitaria que lleva al menos dos meses completamente alterada.

Todo este mecanismo de análisis de datos puede ser visto desde dos ángulos opuestos. Para algunos se trata de una prueba más del control del gobierno local sobre sus ciudadanos. De acuerdo con un análisis del software publicado en el «New York Times», el programa no solo decide si alguien presenta un riesgo de contagio. También parece compartir información con la policía. Al conceder el permiso, el usuario, acepta que sus datos se envíen a las fuerzas de seguridad mediante una parte del software cuya etiqueta es reportInfoAndLocationToPolice: enviar datos de ubicación e información a la policía. El mismo artículo señala que hay quienes cuestionan que este tipo de control se mantengan aún después de levantado el confinamiento.

Big Data para frenar el virus

Sin embargo, también están aquellos que ven en esta opción una herramienta positiva. Un estudio, publicado recientemente en la revista Science y firmado por expertos en epidemiología y Big Data de la Universidad de Oxford, concluye que debería adoptarse un sistema similar al chino ya que “la propagación viral es demasiado rápida para ser contenida por el análisis manual de contactos, pero podría controlarse si este proceso fuera más rápido, más eficiente y sucediera a escala”.

A esto se le une un variable más: las empresas de entrega de alimentos a domicilio. En total más de 400 millones de personas, o aproximadamente la mitad de los usuarios de Internet del país, han realizado pedidos de comida para llevar, lo que ha convertido a este negocio en uno de los más lucrativos del país: la entrega de alimentos en China ha pasado a ser un negocio de más de 40.000 millones de euros, el más grande del mundo y el doble del tamaño del de los Estados Unidos. En este sector la demanda de personal ha aumentado y ya se habla de más de un millón de puestos de repartidores necesarios para cubrir las necesidades, según la firma de investigación Sanford C. Bernstein. En promedio, el verano pasado, en el país se realizaban más de 20.000 pedidos por minuto y la cifra ha subido al menos un 50%. Por ello gobierno y empresas han creado diferentes estrategias. Las últimas han establecido una línea directa de salud mental para los trabajadores, han incrementado los salarios y se harán cargo de hasta 300.000 yuanes (casi 40.000 euros) en honorarios médicos para aquellos que se infecten con COVID-19.

Por su parte, el gobierno, ha obligado a las empresas de reparto a enviar a los clientes un formulario en el que figura el nombre del repartidor y del cocinero y la temperatura de ambos. Al mismo tiempo que lleva un control digital de la ruta de todos los repartidores.