Salud

¿Solidario o solitario?

Don Quijote Orson Welles
Don Quijote Orson Welleslarazon

Tengo la costumbre, desde hace años, de garabatear en negro de rotulador sobre blanco de baldosín frases salidas de mi pluma o de otras plumas que me parecen ocurrentes y pertinentes para la búsqueda de la felicidad, de la sabiduría y del sentido de la existencia. Luego incorporo esos grafitti o dazibaos a las paredes de mi casa, y así, poco a poco, a fuerza de pasar por delante de ellos, los voy transformando en mandamientos casi perenne de las tablas de mi ley.

De ese modo surgió, poco a poco, mi libro «El sendero de la mano izquierda», que salió en 2002. Era, y es, un código de conducta consistente en 181 consejos acompañados por textos que los aclaraban. Uno de esos imperativos categóricos sostiene exactamente lo mismo que hoy dice el título de este articulillo: ¿Solidario? No. Solitario. Se me ocurrió esa frase, que sigo suscribiendo, cuando el país se desperezaba tras el letargo franquista y muchos nos las prometíamos muy felices.

Nadie sospechaba entonces que a la vuelta de unos años la solidaridad dejaría de ser una virtud de escasa envergadura y modesto alcance para convertirse en lo que es ahora: un nuevo discurso ideológico, un señuelo más o menos opiáceo para los jóvenes, un pasatiempo para los viejos y un negocio amparado por el sistema. Y yo, como de costumbre, voy a disentir. A ello me obliga –es un placer– mi vocación de caballo de Troya.

Decía Antonio Machado: Hora es de recordar / las palabras viejas / que han de volver a sonar. No es la primera vez que cito ese apotegma. Tengo, qué le voy a hacer, alergia al grupo. En mi despacho, pintarrajeada sobre uno de esos azulejos a los que antes hice referencia, campea una frase de Gil-Albert: Solo, como don Quijote, pero no aislado como Robinson. Amén.

Cuando quiero ayudar a mis semejantes lo hago personalmente, individualmente y de poder a poder. De sobra sé que no debería decir en público lo que he dicho, pero mentiría por omisión si no lo hiciese. Y eso –mentir– nunca. Si ni siquiera en la infancia lo hice, menos aún ahora. La solidaridad no se organiza, y si lo hace se desvirtúa para convertirse en algo distinto. ¿Política? Lo estamos viendo. La solidaridad, como casi todo, debe crecer libre, espontánea y anárquicamente. Así las flores, así la luz del día, así el amor. Palabras viejas, sí. Trata al prójimo como a ti mismo. Eso es todo.