Tribuna

Mi agenda 2020

No se por qué, después de quince años con la grande, compré una agenda pequeña para 2020. Hoy hago el ejercicio de recordar a través de sus páginas. En enero nada significativo hasta el día 9: «Operación de pecho». Nunca una cirugía me ha generado tanta emoción. Por fin, mi hijo se libraría de unos senos que no le correspondían a su sentir. Los chicos trans, después del nombre, es de lo primero que desean desprenderse. A pesar de que todas las cirugías generan tensión, ésta me hizo ver la fortaleza de quien desea algo con toda su alma. Evento dichoso, sin lugar a dudas.

Enero continuó con un microteatro y talleres con los Caídos del Cielo. Treinta alumnos en el precioso Teatro del Barrio. Muchas risas, muchos abrazos desprovistos de miedo. A mediados de mes ya leo: «Transformación». Comenzaba con la dirección de este espectáculo. Reuniones con escenógrafo, músico, iluminador. ¡Ensayos! A finales de marzo abriríamos la puerta al público en el Teatro María Guerrero. «Transformación» era el fruto de un largo trayecto teatral con chicos transgénero. Con un objetivo común: levantar un telón al conocimiento de esta realidad desconocida. Mostrar al mundo que la diversidad de género no es una enfermedad, que ha existido siempre en los humanos y en los animales. Desvelar el proceso de un tránsito hacia la dicha de aquellos que no se reconocen en el sexo definido. Serían ellos, los propios chicos trans, los actores de la obra. El reto era monumental, tanto como el entusiasmo.

Marzo fue un mes de ensayos a toda vela. Hasta que un día, que no anoté en la agenda, el productor llegó muy perturbado a la sala y nos dijo: «Recoged vuestras cosas, el virus va en serio. Nos van a confinar en casa». Espantada, me enfrenté al pobre mensajero, le solté que estábamos a punto de un estreno y que ningún gobierno podía encerrar a los ciudadanos. Pero así era, y ya en mi propia Compañía había contagiados. Los meses siguientes están casi vacíos en mi agenda. Solo ensayos virtuales, conferencias y funciones extinguidas. Sin embargo, tocaba remontar, ver de qué vivir, aplaudir con el «Resistiré». Y una amiga en la UCI, y gente conocida muriéndose.

Hasta que un día llegó el verano y, mágicamente, nos fuimos de extrañas vacaciones ajenos al bicho. En septiembre recomenzamos los ensayos con tanta fuerza como el virus remontó. Diez días de ensayos acongojados, esperando las PCRs, sin saber si esta vez lo conseguiríamos. ¡Y sí! «Transformación» permaneció seis semanas sobre el escenario, conscientes todos de que cada función era un milagro. Nada en la agenda. Todo jaleo y pasión.

Y ya estamos en un diciembre. Mi agenda dice: aguantar el frío, archivar lo pendiente. Esperar que funcione la vacuna. El año 2020 ha sido un año boca abajo lleno de experiencias inesperadas y primordiales.

Para 2021 me compraré una agenda enorme en la que quepamos todos, sanos y salvos.