Alimentación
El chocolate es uno de los alimentos que más ha sabido desmitificar su mala fama nutricional, hasta el punto de que hoy su consumo diario se asocia con menor riesgo cardiovascular. Sin embargo, no todas sus versiones son igual de saludables: el componente principal de la tableta blanca es el azúcar y eso la convierte en la menos recomendada para el consumidor. “La mayor parte de su contenido es grasa y azúcar, lo que conlleva a ganar peso y empeorar determinadas enfermedades como la obesidad, la diabetes o la hipercolesterolemia”, advierte Juan José López, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endrocrinología y Nutrición. Tal es así que los últimos datos publicados por la consultora Nielsen reflejan que su adquisición ya es marginal y sólo representa un 5% del total de las ventas. «En ningún caso se puede afirmar que este dulce tenga algún beneficio para nuestra salud».
Para que este alimento sea considerado una opción sana, debería contar con al menos un 70% de cacao, es decir, de la pasta de la planta, señala la Escuela de Salud Pública de Harvard. Si la proporción es aún mayor, mucho mejor. Sin embargo, la cantidad en este producto es inexistente en el “chocolate” blanco. “Está elaborado con azúcar, sólidos de leche y manteca de cacao. Ésta es la parte grasa de la pulpa carnosa del fruto, que no contiene las semillas y, por lo tanto, tampoco los compuestos beneficiosos de la Theobroma cacao L”, señala Isabel Pérez, coach nutricional. Así lo establece el RD 1055/2003 sobre los productos de cacao y chocolate destinados a la alimentación humana. Por lo tanto, se puede decir que si bien tiene el mismo origen que el chocolate, hay que considerarlo diferente al resto de variedades: su proceso de elaboración puede ser similar, pero no conservará las propiedades que se asocian al cacao puro.
“Es imposible conseguir que sea saludable”, apunta Mario Sánchez, tecnólogo de los alimentos y creador del blog “SefiFood”. Ni siquiera en aquellos que se vendan como “bio” o “sin azúcares”, pues ambas etiquetas sólo quieren subrayar que no se han utilizado productos químicos en su elaboración y que se ha optado por otros edulcorantes durante su fabricación, respectivamente. “Su carga calórica seguirá siendo igual de alta en cualquier caso”. De ahí el reciente triunfo del chocolate negro en el mercado español: en el último año, sus ventas han aumentado un 10% y su valoración supera con creces al blanco. La gran diferencia entre ambos, por lo tanto, es la proporción entre la manteca y la pasta: mientras que en el marfil el porcentaje es máximo, en el oscuro es más bajo y varía en función de la pasta. Ésta es rica en metilxantinas (teobromina y cafeína) y antioxidantes (polifenoles y flavonoides), lo que produce un efecto antiinflamatorio y cardioprotector en el consumidor, así como que protege a las células del envejecimiento y mejora la sensibilidad a la insulina. Por lo tanto, la mejor manera para hacer que un “chocolate” blanco sea saludable es consumirlo en el contexto de las recomendación habituales de una dieta equilibrada.