Opinión

Envidias en la ciencia biomédica

Imagen de recurso de un investigador
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Existen muchos y variados casos de científicos españoles que, con pocos recursos, consiguen, al menos en investigación básica, avances dignos de elogio. Me centro en el campo de la Biomedicina, pero también se puede aplicar a otras disciplinas científicas. Y, a propósito, de lo que voy a relatar ahora de Francisco Martín Oncina, que está discretamente ubicado en un laboratorio clínico de Extremadura, quiero compartir con ustedes lo que le sucedió a un magnífico clínico español y mejor persona, cuando vivía en Estados Unidos y el mundo estaba pendiente de lo que pasaba con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que causa el sida. Este clínico estaba solicitado permanentemente por la FDA para que, en los estudios de ACTG, diera su opinión para valorar datos relacionados, fundamentalmente, con las enfermedades oportunistas que acechan a los pacientes infectados por VIH. Con un brillante porvenir en Minnesota, siendo el segundo del profesor Balfour, Alejo Erice Calvo-Sotelo tomó la decisión por cuestiones personales de regresar a España. Algunos creímos que volvería a nuestro país pisando una mullida alfombra roja. Pero no fue así, porque la incompetencia de algunos, el egoísmo de otros, el arribismo de no pocos y la frivolidad de los más –y me refiero no sólo a políticos–, permitió que el doctor Erice Calvo-Sotelo se refugiara en una Mutua del trabajo para sobrevivir.

Ahora, Martín Oncina, como se detalla en «Critical Reviews in Immunology», es el promotor de un nuevo modelo de vacuna contra el SARS-CoV-2. Coincido con el doctor Agustín Muñoz-Sanz, porque me temo que si quiere ahondar en su proyecto tendrá que emigrar a cualquier país donde la investigación sea considerada asunto de Estado.