Séptima ola

Una tormenta perfecta envuelve la ola de covid

La gente no muere con covid, sigue muriendo por covid, y los datos que se van acumulando desde hace semanas no hacen más que confirmarlo

Dos sanitarios atienden a un paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) dedicada a enfermos de coronavirus del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en Madrid.
Dos sanitarios atienden a un paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) dedicada a enfermos de coronavirus del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en Madrid.Eduardo ParraEuropa Press

El tiempo comienza a dar la razón a todos los que dijeron que la llamada gripalización de la pandemia era una estrategia equivocada, a la par que un burdo intento de hacer creer a la población que ya había finalizado cuando en realidad no era cierto. Meses después de que las autoridades acotaran las estadísticas sobre los contagios sin la oposición de ninguna autonomía, la tozuda realidad indica que la covid está lejos de tocar fin y que aún queda un largo trecho para poder considerar al virus que la causa un patógeno más, como tantos otros que circulan en el ambiente.

No. La gente no muere con covid, sigue muriendo por covid, y los datos que se van acumulando desde hace semanas no hacen más que confirmarlo. Tanto, como para hablar ya de una nueva ola, quizás distinta a las demás, pero ola a fin de cuentas. Es cierto que la vacunación masiva ha atenuado los efectos del virus. Después de su tormentosa embestida en diciembre y enero parecía haber perdido fuerza: seguían declarándose casos, sí, pero su impacto a efectos de hospitalizaciones eran reducidos y, sobre todo, acotados a la población mayor, la más vulnerable junto con la que presenta patologías graves de base.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, las tornas han cambiado. La covid golpea con saña a las capas más envejecidas, pero se extiende poco a poco entre grupos etarios más jóvenes, y los hospitales se resienten. Los ingresos crecen en una espiral que, posiblemente, encuentra su origen en Madrid, por su mayor movilidad. Las UCIS también empiezan a alcanzar cotas preocupantes en una suerte de tormenta perfecta que incluye el cansancio pandémico de los sanitarios y la falta de personal por las vacaciones. El riesgo latente debe llevar a Sanidad y a las consejerías a actuar ya.