Mesa redonda

Así es el abordaje sanitario del riesgo de recaída en cáncer de mama

A TU SALUD reunió el pasado lunes a oncólogos y pacientes para desgranar las estrategias del manejo de las recidivas tras un diagnóstico temprano y las herramientas para su prevención

El cáncer de mama irrumpirá este año en la vida de casi 35.000 españolas (mayoritariamente son ellas, pero también aparece en algunos varones), según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Esta cifra esconde tras de sí el esperanzador porcentaje de que el 93% de los casos llega con un diagnóstico temprano, lo que eleva por encima del 80% la tasa de supervivencia. Sin embargo, también encierra la posibilidad de que entre un 15 y un 20% de ellas tenga una recaída a lo largo de su vida.

Con el fin de abordar ese desafío y con motivo de la campaña «Cuenta Contigo», impulsada por Lilly y con el apoyo de la Federación Española de Cáncer de Mama (Fecma), A TU SALUD reunió el lunes a Rafael López, jefe del Servicio de Oncología Médica del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela y presidente de la Fundación ECO; a Ignacio Chacón, oncólogo adjunto del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario de Toledo, y a Paula González, paciente de cáncer de mama y miembro de Fecma.

Bajo una atmósfera de optimismo justificado, dados los buenos resultados que está aportando la investigación científica y que demuestran la necesidad de poner al cáncer entre los temas prioritarios de la agenda política y social, Chacón insistió en que «este tumor es una enfermedad que con su diagnóstico precoz tiene una alta tasa de curabilidad. Sin embargo, sí es cierto que existen factores de riesgo de recaída que el equipo médico debe saber detectar y tenerlos en cuenta para adecuar el tratamiento a lo que eso implica con el fin de que ese peligro sea menor». En ese sentido, López reconoció que «para saber eso tenemos unas herramientas todavía pobres que no son capaces de afinar el pronóstico con seguridad. Los estudios a futuro pasan por saber determinar cuáles son esos factores de riesgo claves. Sabemos que influyen el número de ganglios linfáticos axilares, la edad, el tamaño, la carga tumoral y otras características del carcinoma».

En concreto, según detallaron los expertos, los tumores de mama pueden dividirse en luminales (que son los más frecuentes y de características hormonales), los HER y los triple negativos. «Con el mismo tamaño de tumor el que tiene muchísimo más riesgo en cuanto a recurrencia y supervivencia es el triple negativo, mientras que el riesgo en los luminales es muy pequeño. Pero no olvidemos que el HER era igual de malo hace poco y esto ha cambiado gracias a los nuevos tratamientos», destacó López.

La «película» del cáncer de mama ha cambiado tanto en los últimos años que, tal y como aclaró Chacón, «ahora el porcentaje de recaída en tumores HER2+ apenas es del 5-10%. Los luminales A, que son el tipo menos agresivo, recae poco en los primeros años y si aparece una recidiva es en torno a los 15-20 años. En el resto de casos, si han de recaer lo hacen mayoritariamente durante los dos primeros años tras el tratamiento. En ningún caso el riesgo llega a ser cero, pero cuanto más tarde en llegar esa recaída, menos riesgo hay».

Ante estas estadísticas, las pacientes son conscientes de que la espada de Damocles nunca llega a desaparecer. Sin embargo, hay que aprender a convivir con ello. «Todos esos datos que nos dicen no los procesamos como queremos, sino como podemos. Resulta inevitable tener la incertidumbre de que esto puede volver, pero no podemos dejar que eso marque nuestra vida. Debe convertirse únicamente en una cifra, pero sin que lo abarque todo. Resulta complicado y ahí los oncólogos tienen que tener la psicología de saber comunicarle a alguien que tiene esa posibilidad de recaídas», argumentó Paula, quien advirtió que «es importante que la línea de comunicación la marque la paciente, porque no todas las mujeres quieren ni pueden asumir toda esa información tan detallada sobre su cáncer, si su tumor es de los que más posibilidades de recaída o no tiene... Debemos tener la oportunidad de no querer saber más allá de lo que nos conviene, porque eso es un foco de estrés para la paciente».

Para estrechar todas las posibilidades de una posible recaída, «en los dos primeros años hacemos seguimiento cada dos o cuatro meses con análisis y con radiología cuando resulta necesario. A partir de los dos años estas revisiones pasan a ser cada seis meses, mientras que se realizan anualmente tras los primeros cinco años», detalló Chacón, quien hizo hincapié en que, tal y como había advertido Paula, «el cáncer de mama no puede convertir a las pacientes en esclavas. El posible riesgo de recaída no debe ser el centro de sus vidas, porque está comprobado que no por revisar más, las pacientes viven más, pero sí tienen peor calidad de vida. La revisión debe ser un equilibrio inteligente para que no se nos escapen cosas, pero dejando vivir con tranquilidad a la mujer».

La ecuación suena bien, pero no siempre resulta sencilla de aplicar, por eso López recordó que para que el engranaje de las revisiones funcione «la mejor herramienta y estrategia más eficaz es escuchar a la paciente, que es quien mejor conoce su cuerpo. Sabemos que no es beneficioso ni aumenta la supervivencia hacer una constante revisión, pero sí hay que entrenar a la mujer para que pueda detectar cualquier señal». Una idea que ratificó tajante Chacón, quien aseguró que «ese vínculo entre paciente y oncólogo debe ser rápido y ágil y, ante la primera sospecha, acudir a consulta. Es verdad que eso también nos lleva a que tengamos mujeres en las que pueda pesar más el miedo. Ante esos casos, después de descartar ninguna recaída, hay que echar mano del psicólogo oncológico, porque esas alarmas pueden deberse a cómo esa paciente está viviendo su enfermedad».

Confianza y apoyo psicológico

Con los zapatos de paciente de cáncer de mama puestos, Paula confesó que «es fundamental escuchar nuestro cuerpo y tener la confianza con tu oncólogo o con tu enfermera para preguntar cualquier duda y que seas respondida. Es clave que ese canal de comunicación funcione bien y que exista ese equilibrio. No hay ninguna pregunta tonta y se agradece muchísimo la empatía del médico, sobre todo si tiene que dar la noticia de una recaída».

En ese crudo escenario, ambos expertos coincidieron en que las asociaciones de pacientes son una pieza vital: «Las mujeres que están tuteladas y apoyadas por grupos de pacientes lo viven con más facilidad. Estas asociaciones resultan fundamentales por su labor de acompañamiento emocional, por lo que deben ser sostenidas por la Administración». Y así lo apuntaló Paula al recordar que «las asociaciones intentamos complementar el apoyo psicológico que se queda muy cojo en la mayoría de los hospitales. Pasar esta enfermedad implica un camino solitario y muy duro, pero ir de la mano de alguien que ya ha pasado por ello resulta de gran ayuda, pues llegan a donde ni siquiera las familias pueden».

Convivir con un cáncer de mama o enfrentarse a una recaída tras un diagnóstico temprano implica navegar en un mar de dudas. Ante eso, Chacón fue contundente al aconsejar a la mujer «que confíe en su oncólogo», ya que, según apuntó López, en ocasiones «no le falta información, sino que le sobra». Más aún cuando aparecen los efectos secundarios o las toxicidades propias de cualquier tratamiento, piedras en el camino que dificultan la adherencia terapéutica, clave tras la cirugía para obtener el máximo beneficio para las pacientes, pues se ha comprobado que cumplir con el tratamiento completo reduce la posibilidad de recaída. Es decir, el uso a largo plazo de estos tratamientos en adyuvancia tiene una intención curativa.

«La adherencia tiene que ver con aceptar por qué se pone un tratamiento, explicarle a la paciente la importancia de la reducción del riesgo de reaparición del tumor a distancia o localmente, pero también que sepa su duración, intensidad, que son reversibles y el beneficio que se obtendrá», recordó López. Y si aparecen efectos adversos, «nos los tienen que comunicar, porque los oncólogos no somos adivinos. Cualquier cuestión debe comunicarse para que se incluya en la historia clínica. Ninguna toxicidad debe aceptarse como válida, por eso debe comunicarse para que podamos gestionarla. Existen diferentes estrategias para abordar estos efectos», aseguró Chacón.

Resulta de gran ayuda para los profesionales que los efectos adversos sean previsibles, manejables y reversibles. Y es que resulta un fracaso que, ante esos efectos, ya sea por cuestiones psicológicas, por falsas creencias o miedos, se deje aparcado el tratamiento «porque las pastillas en el armario no curan, y algunos estudios nos dicen que la adherencia roza el 50%, lo que quiere decir que la mitad de las mujeres no sigue el tratamiento a rajatabla», lamentó Chacón.

Retos: curar y cronificar

Seguir ese tratamiento a pies juntillas con una buena calidad de vida resulta vital, ya que «el futuro del cáncer va por dos caminos: uno de ellos curar y otro cronificar. En este último implica tener tratamientos bien tolerados que se puedan llevar con una adherencia alta», aseguró López, quien avanzó que «el cáncer es el mayor reto de la sociedad. El objetivo es que ninguna mujer se muera de un tumor mamario y que si alguna lo tiene se reincorpore a la sociedad sin secuelas. Y eso solo lo conseguiremos con investigación». Una reclamación a la que Paula añadió la necesidad de «aumentar el apoyo laboral a las pacientes, para que su vuelta sea progresiva y adaptada a sus necesidades. También hace falta una mayor coordinación con otros agentes sociosanitarios para lograr un apoyo global y nos faltan medidas legales, como el derecho al olvido, que no estigmaticen a las afectadas de por vida».

Basta con mirar tres décadas atrás, tal y como hizo Chacón, para observar lo mucho que hemos mejorado gracias a esa investigación en cáncer que debe ser un tema prioritario de la agenda política, «por eso si el oncólogo ofrece a la paciente participar en un ensayo clínico, no hay que dudarlo. Es como volar en primera clase». Y para que eso sea realidad, los tres ponentes coincidieron en exigir «más inversión para potenciar la investigación y la prevención».