Una de cada ocho mujeres será diagnosticada de cáncer de mama a lo largo de su vida. Un shock emocional tras el que «tendrán que aprender a entender cómo gestionar sus emociones durante todo el proceso», y no solo ellas, «también sus familiares», recomienda la Dra. Rocío Romero, coordinadora de la Unidad de Psico-Oncología de la Fundación Instituto Valenciano de Oncología (IVO). Junto al Dr. Salvador Blanch, médico adjunto del Servicio de Oncología Médica del IVO, ambos facultativos abordan las claves de una patología que gracias a los avances terapéuticos y de prevención ha alcanzado unas tasas de curación del 85%, pero cuya incidencia anual «equivale a llenar un campo de fútbol».
¿Cómo se manifiesta el cáncer de mama?
Dr. Blanch: La mayor parte de las pacientes no presentan síntomas en el momento del diagnóstico ya que gracias a la detección precoz los diagnosticamos antes de que den ningún síntoma. En contra de lo que se cree habitualmente, el dolor no es un síntoma frecuente del cáncer de mama en sus etapas iniciales. Solo aparece en aproximadamente el 5% de los casos.
Desde el punto de vista psicológico, ¿qué pautas se aconseja seguir frente a ese primer diagnóstico?
Dra. Romero: Por lo general, recomendaría, nada más recibir la noticia tomarse unos días, quizás alguna semana, para digerirla. En soledad y en silencio o compartiéndolo con los seres más allegados. Para el siguiente paso sugeriría crear un plan de acción, es decir, buscar aquellas estrategias, personas o nuevos hábitos que ayuden a integrar la enfermedad en la vida cotidiana. Que no se paralice la vida y la enfermedad se convierta en el foco de atención. El objetivo sería fortalecerse para ganar confianza en una misma, utilizando todos los medios disponibles. El tratamiento médico es imprescindible, pero si es acompañado de todos los recursos personales posibles, conseguiremos que el proceso sea mucho más llevadero y el paso será firme.
¿A partir de qué edad es recomendable empezar a hacerse chequeos?
B: En la Comunidad Valenciana la recomendación de iniciar el cribado de cáncer de mama es desde los 45 a los 65 años. No obstante, si cualquier mujer, a cualquier edad, se palpa algún nódulo sospechoso, debe acudir urgentemente a su médico para una valoración.
¿Cuáles son los factores de riesgo más importantes del cáncer de mama?
B: Lo primero que hay que saber es que tener varios factores de riesgo no significa que vayas a padecer una enfermedad, de la misma manera que no tenerlos tampoco asegura que no la vayas a desarrollar. Partiendo de esa base, existen dos tipos de factores de riesgo: los modificables, aquellos que están en nuestra mano como por ejemplo perder peso, realizar ejercicio físico, evitar el sedentarismo, mantener una dieta sana y equilibrada y evitar el consumo de alcohol y tabaco; y los no modificables, aquellos sobre los que no podemos actuar como la edad, predisposiciones genéticas, entre otras.
¿Cómo son los tratamientos?
B: Existen dos tipos de tratamientos principales: el local y el sistémico. El tratamiento local está compuesto por la cirugía y la radioterapia y su principal función es extirpar el tumor y evitar que recidive en la mama donde surgió o en sus zonas cercanas como los ganglios axilares. El objetivo es ser lo menos agresivo posible. El tratamiento sistémico, por otro lado, busca eliminar la enfermedad micrometastásica, es decir, evitar que el tumor se disemine a otros órganos originando metástasis. Las armas principales del tratamiento sistémico son la hormonoterapia, la quimioterapia, la terapia anti-HER2 y las terapias dirigidas.
¿Cuáles son las fases de estado de ánimo por las que suele pasar la paciente?
R: Las primeras reacciones emocionales empiezan incluso antes del diagnóstico. Se produce una gran angustia por la incertidumbre del mismo. En esta fase la persona comienza a valorar las posibilidades de que su vida se viera afectada por esta enfermedad y comienza un duelo por la pérdida de una parte de su salud. En el diagnóstico se produce un gran impacto emocional, incredulidad y dificultades para aceptar la noticia. Dependerá del diagnóstico, pero también de la historia previa con la enfermedad, la personalidad del individuo y sus propias estrategias de afrontamiento. Poco a poco se va adaptando a las rutinas de tratamiento y esto da cierto sosiego y seguridad, puesto que la persona sabe qué tiene que hacer y que lo que está haciendo le está ayudando a curarse.
Y una vez terminados los tratamientos es la hora de la vuelta a la normalidad ¿Cómo es ese acompañamiento que ofrece la Unidad de Psico-oncología?
R: La vuelta a la normalidad implica un proceso de desescalada y de creatividad. La vida previa a la enfermedad no vuelve como tal, porque esa etapa terminó dando lugar a una nueva. Al terminar los tratamientos hay una primera fase en la que la paciente tiene que orientar sus esfuerzos a recuperarse, a plantearse quién es ahora y cómo quiere continuar su trayectoria vital. A veces, surgen miedos intensos y la paciente no entiende por qué ahora que todo está bien. En ese momento en el que ya no tiene que estar «bien» para los tratamientos es cuando se permite plantearse todo lo ocurrido. Un momento clave para la paciente es volver a reconocerse en el espejo. Luego viene una etapa posterior en la que la persona se va consolidando en su estilo de vida y ahí vamos abordando las demandas que vayan surgiendo. En paralelo se producen las revisiones y con ellas los miedos a la recaída y el síndrome de Damocles, que implica la percepción de amenaza de la enfermedad, con el que hay que aprender a convivir.
¿Cómo ayuda el psico-oncólogo a los allegados del paciente?
R: Ser cuidador es una tarea difícil a la vez que fundamental en este proceso. La experiencia de la enfermedad se vive conjuntamente con la familia. Es necesario considerar la familia como un equipo en el que la comunicación, el afecto, la comprensión y el entendimiento son cruciales para superar el diagnóstico de un cáncer. Por ello, desde nuestra perspectiva no sólo el paciente sino también sus familiares requieren una especial atención. Los familiares pueden temer no poder aliviar el sufrimiento del paciente, se sienten desconcertados e impotentes ante el diagnóstico, temen no poder manejar la situación, no estar a la altura, y lo más importante evitan muchas veces expresar sus emociones para no generar más sufrimiento al paciente. Necesitan también asimilar el impacto emocional, aprender a manejar las incertidumbres y mantener el funcionamiento del hogar redistribuyendo los roles.