Entrevista
Pedro Zar Macho: «La pérdida de audición con la edad no se llama sordera, es presbiacusia»
Autor de «Salir del baúl auditivo», en el libro cuenta su propia experiencia para denunciar los problemas de las personas que ensordecen con la edad. Con una disminución de 120 decibelios, puede comunicarse con la ayuda de unos audífonos «cuyo precio es de 3.000 euros», aunque lamenta que sí estén regulados los precios de los implantes cocleares, pero no los de estos aparatos: «Estamos hartos de estafas y precios abusivos».
El libro está basado en hechos reales, de hecho, en su propia experiencia. ¿Qué le empujó a escribirlo?
El fomentar la cultura sanitaria y social sobre la enfermedad de oído con pérdida auditiva sobrevenida que afecta a más de cuatro millones de personas, según la OMS.
¿De qué forma ha cambiado su vida esta pérdida auditiva?
Al sobrevenirme mi pérdida de audición y no obtener ayuda profesional me sumergí en una enorme depresión, a consecuencia de la cual perdí mi trabajo y me encerré en un mundo solitario e incomprendido.
En su libro habla de la vergüenza que produce el no poder oír como antes, así como de la ocultación de este problema. ¿A qué cree que se debe?
Se debe a que no podía estar con los sordomudos porque se «enmudecen», al no saber yo su lengua de signos, y tampoco podía estar con los oyentes porque no les entendía. Pero mi cultura y filosofía es como la de un oyente, no como la de la comunidad sorda.
Denuncia que este problema no está bien tratado por los otorrinos. ¿Por qué?
Porque no existe una rehabilitación psicológica cuando te sobreviene tu pérdida auditiva, siendo joven o adulto, y dadas las especialidades en Otalgia, (Rinología Laringología, Patología cérvico-facial; cirugía y cuello; voz; enfermedades de la laringe en las variantes de otras enfermedades de nariz y cavidades paranasales; problemas del oído o vértigo; Audiología; problemas funcionales y estéticos nasales; ronquidos; apnea del sueño; vía aérea pediátrica; trastornos de la deglución; Oncología en Otorrinolaringología), solo algunos son verdaderos especialistas en Otología. Tampoco existe una cooperación entre el médico de Salud Mental para tratar los trastornos psicológicos que se le avecinan al paciente joven o adulto.
Otro problema al que alude es que, al producirse esta pérdida auditiva cuando ya se es mayor, este tipo de sordera tiene poco que ver con la comunidad sorda y la sociedad no sabe cómo tratarles...
Habida cuenta de la falta de cultura sanitaria y social sobre el tema, puedo asegurar que no viene en ningún libro de Otalgia mundial la sordera como enfermedad. Cada patología de oído con pérdida auditiva sobrevenida tiene su propio nombre –que no es sordera– por tanto, no procede que sigan con la incultura y no utilicen la misma filosofía y cultura que sus colegas oftalmólogos. Ellos evalúan y diagnostican la vista cansada a un paciente de edad avanzada como presbicia, no como ceguera. Por tanto, la misma enfermedad sensorial en el oído su nombre es presbiacusia no sordera.
Con los beneficios que obtenga de la venta de su libro quiere crear una fundación para las personas con este problema. ¿Qué quiere conseguir con ella?
La fundación será para colaborar y cooperar con las administraciones del Estado, nunca cubrir las parcelas que les corresponde a ellas, y fomentar la cultura sanitaria y social. Informar y ayudar a toda persona joven o adulta, ya sean universitarios o exmilitares que pierden su audición debido al ruido de las bombas en zonas donde acuden con ayuda humanitaria, asesorar a pilotos de aviación... En resumen, crear una fundación para que la sociedad sepa lo que significa perder el sentido del oído.
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