
Opinión
Cinco años de coronavirus: la necesidad de una auditoría científica
Tras la pandemia sigue sin reconocerse la profesión sanitaria como de riesgo, lo que tiene implicaciones desde el punto de vista laboral

Cuando se habla de una efeméride, de cualquier tipo, y en este caso de una gran tragedia, como es la pandemia de la Covid-19, se tiene también la obligación de hacer una epicrisis, es decir, historia clínica completa y antecedentes). Por todo ello, hablar de la pandemia obliga a una buena información periodística y de divulgación científica y es necesario hacerlo así.
Lo primero que llama la atención en los antecedentes oficiales es que la fecha de comienzo es dispar y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 31 de diciembre de 2019, la comisión municipal de salud de Wuhan (China) describe unos casos de neumonía vírica que les llamó poderosamente la atención en la oficina de la OMS encargada de estos menesteres. La OMS activó rápidamente el 1 de enero de 2020 los sistemas de emergencia; el 4 de enero ya había publicado su primer conjunto de orientaciones exhaustivas para todos los países y el 13 de enero se comunican los primeros resultados de laboratorio del coronavirus SARS-CoV-2.
Como se ve, en España el Ministerio de Sanidad (Fernando Simón) no toma ninguna medida y, es más, dice a principios de marzo que no existe ningún problema importante y que en España solo veríamos cuatro o cinco casos no significativos, por lo que no se recomienda ninguna medida preventiva.
Nosotros tuvimos la posibilidad de asistir a la 146ª reunión del Consejo Ejecutivo de la OMS celebrada del 3 al 8 de febrero de 2020, como uno de los representantes del Colegio Internacional de Cirujanos en este Consejo con voz y sin voto, donde vivimos en Ginebra en directo las medidas a realizar y se describió claramente la potencialidad de contagio exponencial de la Covid-19.
En nuestro país, en esas fechas no había ninguna medida sanitaria tomada y, es más, aeropuertos y fronteras abiertas, grandes manifestaciones de público, partidos de fútbol, reuniones nacionales de partidos políticos, reuniones internacionales, etc. El 8 de marzo de 2020 en Madrid, desde el punto de vista sanitario, se produjo, por todo lo acontecido antes descrito una «bomba vírica», como nunca se ha producido en el mundo conocido. Se sabe que por la capacidad de contagio del coronavirus exponencial (uno por cuatro), se contagiaron más de dos millones de ciudadanos en una semana y colapsó el magnífico sistema sanitario español y hubo posteriormente muchísimas bajas. Todo ello sin comité científico como se ha demostrado en estos cinco años. A partir de ahí, ha habido una serie de acontecimientos concatenados que han llegado hasta nuestros días.
Como se sabe que el origen fue en China, una zoonosis y no una creación de laboratorio (ADN natural), y como China es una dictadura política manifiesta, no se dio a conocer en tiempo y forma este coronavirus nuevo de contagio aéreo, por lo que la expansión y posterior control fueron caóticos.
La denuncia de la presencia, aproximadamente desde noviembre, de este nuevo coronavirus, fue realizada por un oftalmólogo chino de Wuhan al que no se le hizo caso y, por cierto, falleció posteriormente y no por causa de coronavirus.
En España (Europa), el primer caso detectado fue en la isla de La Gomera y Tenerife (Islas Canarias), que fue un extranjero que voló directamente desde Wuhan a Tenerife a finales de enero de 2020. Decir también que las medidas que se tomaron por la consejera de Sanidad de la época, Teresa Cruz, fueron de una gran radicalidad (por cierto criticadas por muchos), pero adecuadas. El aislamiento total de más de 15 días en un hotel entero y sus moradores fue definitivo y no hubo ningún contagio posterior. Dato anecdótico: la consejera antes descrita fue cesada por el Gobierno Canario.
En definitiva, estamos hablando de la mayor pandemia recordada de la historia y muy llamativo: la fabricación en tiempo récord de una vacuna con efectividad en menos de un año. Una vacuna sin material vírico, ni siquiera atenuado sino fabricada con proteínas artificiales (ARN mensajero), dato importantísimo que ha cambiado las vacunaciones posteriores en todo el mundo. En menos de un año, la Real Academia Sueca de las Ciencias, concedió a los dos investigadores de la vacuna, Katalin Karokó y Drew Weissman, el Premio Nobel de Medicina y, además, el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica fue otorgado también a Philip Felgner, Ugur Sahin, Özlem Türeci, Derrick Rossi y Sarah Gilbert.
España, el país con más contagio de ciudadanos por 100.000 habitantes, llama mucho la atención médicamente. También el mayor número de contagios de sanitarios (más de 146.000) y una mortalidad de los mismos que no ha ocurrido en ningún otro país. Consecuentemente, el sistema sanitario español también fue «devastado» sin recuperarse hasta la fecha.
Además, se sigue sin reconocer la profesión sanitaria como de riesgo, que tiene unas implicaciones muy importantes desde el punto de vista laboral. Y nosotros aprovechamos desde aquí para agradecer a todos los sanitarios de este país a los que se suman protección civil, policías, taxistas, ambulancias, etc. Gracias.
La covid persistente de más de dos millones de ciudadanos y los trastornos psicológicos derivados de la pandemia no se han tratado convenientemente. La petición en la Cámara Alta de nuestro país de una Estrategia Nacional de Reconstrucción Psicológica postpandemia no ha sido efectuada. Y todo ello sin un comité científico que respaldara las acciones gubernamentales con una infodemia (exceso de información) a estudiar.
Por lo anteriormente dicho sigue pendiente una auditoría científica de lo que ocurrió como solicitó y sigue solicitando la revista «Lancet» (de reconocido prestigio) y la Fundación Bloomberg, auditora internacional esencial.
En definitiva, la auditoría científica aclarará con evidencia lo ocurrido que podrá servir para el conocimiento exhaustivo y medidas a tomar postpandemia.
La Organización Mundial de la Salud, trascurrido un lustro desde que se conocieron los primeros casos de Covid-19, que resultó ser la peor pandemia en un siglo, trasmite que la enfermedad que produce ya no es vista como una amenaza, pero sigue afectando a ciudadanos y produciendo mortalidad, por lo que requiere mantener la alerta a las instituciones sanitarias. Basta ya.
Antonio Alarcó Hernández es catedrático de Cirugía; presidente de la Cátedra de Telemedicina, Robótica, IA y Telecirugía de la ULL; doctor en Ciencia de la Información y Sociología; adjunto Primero de la Diputación del Común; exsenador y portavoz de Sanidad
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