Entrevista

«El dolor agudo provoca ansiedad, pero el crónico acaba en depresión»

Entrevista al doctor David Abejón, jefe de la Unidad de Dolor del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid

David Abejon
David AbejonJesús G. FeriaJesús G. Feria

Las cifras son rotundas, pues se estima que una de cada cinco personas en nuestro país sufre dolor crónico, una dolencia que impacta en la calidad de vida del 11% de quien lo sufre. A pesar de ello, en España no existe una especialidad reglada del dolor, por lo que los médicos que se dedican a ello alzan la voz ante esta tarea pendiente.

¿Cuál es el perfil de los españoles que sufren dolor crónico?

Habitualmente nos encontramos a más mujeres que a hombres y la mayoría de ellos están en la quinta década de la vida, aunque lo cierto es que cada vez vemos personas más jóvenes.

¿Y qué problemas de salud suelen presentar?

La patología por excelencia que más encontramos en nuestra unidad del dolor es la lumbalgia, ya sea con una cirugía de columna previa o sin ella. Además, también aparecen otras enfermedades como hombro doloroso, problemas de rodilla, artrosis, cervicalgias...

¿Hasta qué punto ese dolor crónico puede ser incapacitante y restar calidad de vida?

Resulta muy inhabilitador y, por tanto, decisivo a la hora de hablar de una buena calidad de vida. Nos encontramos con personas que reconocen un dolor crónico, es decir, que ha pasado de ser un síntoma a convertirse en una enfermedad, por lo que resulta muy invalidante desde que llega a nuestras manos. No hay que olvidar que cuando alguien accede a la unidad del dolor ha pasado, de media, unos dos años con el problema, de un especialista a otro. Vemos pacientes que reconocen una gran merma de su calidad de vida porque no logran dormir con normalidad o realizar actividades cotidianas. Todo eso afecta a la funcionalidad de la persona y a su estado de ánimo.

¿Qué impacto tiene en la salud mental?

Habría que diferenciar entre el dolor agudo y el crónico, ya que el primero de ellos provoca ansiedad y miedo, mientras que el segundo desencadena una depresión, porque limitada las expectativas de vida a largo plazo.

¿Cómo se evalúa médicamente el dolor crónico?

La valoración del dolor es algo muy complejo, ya que hasta ahora se daba prioridad a una escala numérica que puede resultar subjetiva, pero actualmente lo que se hace es un enfoque más holístico que tiene en cuenta que el dolor afecta a la calidad de vida de la persona en su conjunto, a su funcionalidad, al estado emocional y al sueño. Analizar estos cuatro parámetros nos permite ver de forma global al afectado con dolor crónico y establecer sus limitaciones.

Una vez llega el paciente a esa unidad, ¿cuál es el abordaje?

Tratamos de hacer un abordaje multidisciplinar. En las unidades del dolor más tradicionales se opta principalmente por fármacos y técnicas intervencionistas, pero nosotros sabemos que el tratamiento integral resulta fundamental por todos esos problemas colaterales que acarrea el dolor. Por eso es importante que haya profesionales de diferentes ámbitos, como nutricionistas, rehabilitadores, psicólogos, médicos que vienen de la rama de anestesia...

Tres de cada diez pacientes con dolor no responden a terapias farmacológicas. ¿Qué se hace en esos casos?

Sí, así es. Cuando esto ocurre entramos en juego nosotros para hacer un tratamiento intervencionista del dolor al que no llega otro tipo de profesional.

¿Cuáles son esas técnicas intervencionistas más comunes?

La evolución habitual de la escalera intervencionista del dolor está formada por el bloqueo, la radiofrecuencia y por último la estimulación e infusión.

¿Con qué avances cuentan?

Se está haciendo mucha investigación en el campo de la neuromodulación. Han salido sistemas nuevos con mejoras notables en programación y en tipo de sistemas, tal y como comprobamos la semana pasada en el IX Curso práctico docente sobre cadáver de intervencionismo en dolor.

¿Qué novedades resaltaría?

El nuevo sistema de neuroestimulación ECAP (potencial de acción compuesto evocado), que permite, por primera vez, registrar una actividad neural controlada. Hasta ahora, establecíamos la intensidad de la estimulación sin conocer la necesidad real del paciente, solo en base al confort. Este sistema inteligente mide exactamente lo que requiere el paciente y favorece que la actividad neural sea perfecta para cada caso. También se ha dado a conocer un electrodo nuevo para la estimulación occipital con unos anclajes especiales para evitar la migración del dispositivo.

¿Estos cursos son clave?

Sin duda, porque el dolor como tal no es una especialidad médica y, por tanto, no hay una formación reglada. A pesar de que el 20% de los españoles sufre dolor crónico, la única manera que tenemos de formarnos es a través de cursos de este tipo en cadáveres.

¿Qué retos tienen?

El mayor desafío es que se nos considere una especialidad. Sería el primer paso para lograr una formación global y homogénea que nos permitiera estar al máximo nivel como en otros países.