Beneficios

¿Qué beneficios notará al apagar el último cigarrillo?

Las posibilidades de dejar de fumar «se multiplican por tres cuando se hace con fármacos y con ayuda de un médico»

El apoyo de un profesional es crucial para lograr la cesación tabáquica
El apoyo de los profesionales sanitarios es crucial para lograr la cesación tabáquica JESÚS G. FERIALA RAZÓN

Porque no quieres desarrollar cáncer de pulmón ni de garganta, EPOC o hipertensión arterial, porque te quieres quedar embarazada, porque no te quieres ahogar por correr menos de un kilómetro. Sea cual sea tu motivación, dejar de fumar no será fácil, pero hay muchas razones para hacerlo y los beneficios serán, en el caso de algunos de ellos, casi inmediatos.

Así, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a los 20 minutos disminuye la frecuencia cardíaca. Transcurridas 12 horas, las concentraciones de monóxido de carbono en la sangre vuelven a la normalidad. Y entre la segunda semana y los tres meses, la circulación y la función pulmonar del exfumador mejoran.

«La sintomatología respiratoria comienza a mejorar en las primeras semanas, presentando menos tos y congestión de los senos paranasales, menor dificultad respiratoria y mejor tolerancia al ejercicio. Respecto al riesgo cardiovascular, tras un año del cese, este se reduce en un 50%, llegando a igualarse al de un no fumador a los 10-15 años tras el abandono», detalla Raúl de Simón Gutiérrez, médico de familia, coordinador nacional del grupo de Tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).

Lograr revertir los daños ocasionados por el tabaco «dependerá, en parte, de la cantidad y tiempo de consumo, pero también de qué riesgo en concreto estemos tratando», precisa.

Así, el riesgo oncológico, por ejemplo, el asociado al cáncer de pulmón, es probablemente el de más difícil desaparición, incluso puede permanecer con periodos largos de tiempo tras el abandono. Sin duda, son los daños sobre el ADN celular y sus mecanismos reparadores, considerados los factores responsables de la aparición de tumores malignos, los que más perduran en el tiempo».

«En este sentido, se necesitan 10 años desde el cese para que el riesgo de cáncer de pulmón sea un 30-50% menos respecto a las personas que siguen fumando, y siendo posible que ese riesgo nunca llegue a igualarse al de una persona que nunca ha fumado», añade el coordinador del grupo de Tabaquismo de Semergen.

Pero siempre sería peor seguir fumando. Por eso, hayas o no intentado dejar de fumar, no hay que cesar hasta lograrlo. Y es posible conseguirlo con ayuda profesional. «La gran mayoría de fumadores necesitará dos o tres intentos para conseguir la cesación definitiva», asegura De Simón Gutiérrez. Gran parte del éxito en el abandono dependerá del nivel de motivación existente, «pero también del tipo de intervención profesional ofertada».

En concreto, «algunos estudios prospectivos muestran que solo el 5% de fumadores que realiza un intento por dejar de fumar no acompañado de ningún tipo de apoyo profesional, consigue mantenerse en abstinencia tras un año del cese», precisa el experto.

Por el contrario, cuando estos intentos «se acompañan de tratamiento farmacológico y asesoramiento de un profesional sanitario, las posibilidades de éxito se multiplican por tres», asegura el coordinador nacional del grupo de Tabaquismo de Semergen.

Y es tan fácil (esta parte sí) como acudir al centro de salud, ya que «existen programas de abandono protocolizados en todos los centros sanitarios, que son ofertados de modo individual a cada fumador que quiere hacer un intento por dejar de serlo. Además, algunos centros sanitarios pueden, adicionalmente, ofrecer terapias grupales con contenidos educacionales e informativos», recuerda.

Y es que más allá de un mal hábito, el tabaquismo, como recuerda el experto, «es un enfermedad». En este sentido, la dependencia de la nicotina debe considerarse una «enfermedad adictiva crónica con periodos de remisión y recaídas, que frecuentemente requerirá actuaciones repetidas desde los entornos sanitarios».

La nicotina es la principal droga adictiva que hay en el tabaco, y es la que hace que sea tan difícil dejar de fumar. Una vez llega al cerebro, rápidamente desencadena la liberación de sustancias químicas que lo hacen sentir bien. Con el tiempo, la nicotina cambia la forma en que funciona su cerebro y le da la sensación de que necesita nicotina tan solo para sentirse bien, por eso cuando uno deja de fumar se puede volver tan irritable y ansioso, explican desde los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE UU.

«Esta doble adicción, física y psicológica, precisará en una gran parte de los intentos de abandono, de un apoyo farmacológico y de terapias cognitivo-conductuales que ayuden a modificar la conducta», afirma el médico de familia. En definitiva, un abordaje específico e integral es la intervención que ofrece los mejores resultados.

Información realizada con la colaboración de Teva