Sanidad

El regalo envenenado de la medicina de urgencias

Después de cuatro años y cinco ministros, Sanidad se ha lanzado a la creación de un decreto de reconocimiento a apenas seis semanas de las generales

Urgencias y fachada principal del Hospital La Paz de Madrid
Urgencias y fachada principal del Hospital La Paz de MadridCristina BejaranoLa Razón

El reconocimiento de la especialidad de medicina de urgencias constituye una reivindicación histórica de los facultativos que trabajan en estos servicios y en los dispositivos de emergencias de toda España. Desde hace años, y con gobiernos de todo signo, su sociedad científica, la Semes, ha venido clamando en el desierto en favor de una regulación legislativa en línea con la existente en otros países europeos.

Siempre se dijo que los altos cargos del Ministerio de Sanidad no darían nunca el paso por temor a provocar la ira de otras especialidades que se oponen, especialmente dentro de la medicina de familia, que cuenta dentro de este departamento con numerosos representantes en puestos intermedios, que a la postre son los que mandan. También se habló del temor de Sanidad a desatar una lluvia de peticiones de reconocimientos de especialidades por parte de otros facultativos, como la de enfermedades infecciosas, produciéndose una suerte de efecto dominó de impredecibles consecuencias en la profesión.

Después de cuatro años y cinco ministros del ramo, el Ministerio se ha lanzado finalmente a la creación de un decreto de reconocimiento a apenas seis semanas de las generales. Las sombras planean sobre esta tramitación. ¿Por qué ahora y no antes? ¿Habrá tiempo para aprobarlo esta legislatura? Su aprobación demostraría valentía del Gobierno por hacer lo que ningún otro hizo. Su no aprobación constituiría una herencia envenenada para el Gobierno que salga de las urnas. Si dicho Ejecutivo no lo aprobara, los facultativos de urgencias se le echarían encima, y con razón. Y si lo hiciera, serían las potentes sociedades de medicina de familia y otras especialidades no reconocidas los que pondrían el grito en el cielo.