Navidad

Manual de uso para tener unas fiestas en paz

De la regresión a la infancia al síndrome de la silla vacía Volver a casa por Navidad tiene más implicaciones que la de atiborrarse de polvorones y subir de peso. «Nos coloca frente a un espejo que nos obliga a hacer balance de quienes somos», comentan los psicólogos. Dicen que la clave para sobrevivir a estos días en familia está en «potenciar la tolerancia» y «poner en valor a los seres queridos».

El 73% de los hogares españoles tiene previsto realizar una inversión de entre 50 y 200 euros en alimentos en Nochebuena
El 73% de los hogares españoles tiene previsto realizar una inversión de entre 50 y 200 euros en alimentos en Nochebuenalarazon

Como el turrón, muchos vuelven a casa por Navidad. «Vuelve, a casa vuelve.....», cada quien le pone una entonación dependiendo de sus circunstancias. Qué curioso que una misma canción pueda ser alegre y triste a la vez, como cuando una persona que no tiene ni pajolera idea de inglés canta «Born in the USA» a grito pelado mientras conduce para subirse el ánimo. Reencontrarte con quien fuiste durante unos días, dormir de nuevo en esa cama-nido de 90 centímetros bajo la cándida mirada del Nick Carter de la «Superpop» –esto es solo apto para «millennials»–, o te hace una gracia tremenda o te horripila. Que se lo digan a Mohammed Iván Espinosa, un informático treintañero afincado en Londres: «Pese a que llevo ya dos años fuera y he vivido en diferentes países, al llegar a mi casa la sensación ha sido como si me introdujeran en la máquina del tiempo porque veo que nada en mí ha cambiado». Al margen de bromas, plantarte con las maletas en Nochebuena tiene más implicaciones que la de atiborrarse de polvorones y subir de peso. «Nos coloca frente a un espejo que nos obliga a hacer un balance del yo actual», comenta el psicólogo clínico Sergio García. «En el día a día no hacemos restrospectiva, siempre nos vemos como si tuviéramos la misma edad porque el alma no se arruga», apostilla.

El buen nido

Y aquí surgen dos perfiles, los que al reencontrarse con su niñez «hacen internamente un homenaje a sus padres porque se dan cuenta del buen nido que hicieron y que te preparó para la vida» o los que «ya no sienten esa casa como suya porque han crecido de manera distinta a como se estaban desarrollando en su entorno y no encuentran su sitio», comenta por su parte el psiquiatra y director de Psikids, Javier Quintero. Lo que está claro, dice, es que esa regresión a la infancia «está marcada por los recuerdos y vivencias que uno tenga en la mochila». Aparte, hay que tener en cuenta que no todo el mundo tiene un hogar «no tanto en el sentido físico, sino referido al cobijo emocional, un sitio en el que sentirse a gusto y relajado».

Cuando el que regresa ya no es un joven que ha estado de Erasmus, sino alguien más adulto que solo ve a su familia en contadas ocasiones, puede aparecer el sentimiento de culpa. Esto ocurre, sobre todo, cuando «los padres cada vez son más dependientes y necesitan ser cuidados», explica García: «Si se vive lejos de ellos es cuando surge en la mayoría de los casos esa culpabilidad por no poder asistir personalmente a las necesidades del envejecimiento que tienen los cónyuges».

Una vez instalados y superado el primer shock, lo siguiente a tener en cuenta es que el reencuentro navideño con tíos, primos y cuñados se parecerá más a la película de Bridget Jones que al anuncio de los turrones. Si en su familia, como en la de Bridget, la tradición es vestir el típico «ugly sweater» de renos, no se oponga. Sea un buen hijo como Darcy (Colin Firth). «La Navidad es un buen momento para poner en valor las que fueron tus rutinas y costumbres», comenta Sergio García. Y añade: «Si tu madre o padre te dedican palabras afectuosas o delante de la familia se refieren a ti por el mote de tu niñez, no lo evites, tienes que tolerar que para ellos seguirás siendo su niño». «Una palabra –prosigue– no te define. Hay que aprender a entender el perfil psicológico de cada miembro de la familia y potenciar la tolerancia», sostiene.

Con respecto a los temas de conversación, los profesionales discrepan. Mientras Quintero recomienda optar por los coloquiales y evitar los sensibles, como el dinero o la política, García cree que es mejor no vetar ninguno «porque se pierde naturalidad». «Si un asunto nos incomoda es mejor dejarlo pasar y no entrar al trapo, si alguien comienza una conversación y se le prohíbe también puede generar tirantez», opina.

Mientras en las redes sociales se suceden estos días los chistes de cuñados, hay quien echa de menos poder tener uno con el que discutir. Porque la Navidad «es el momento del año en el que más se echa en falta esa red social que nos debe apoyar y que normalmente está representada en la familia», apunta el director de PsiKids. Cuando a alguien no le llega esa red, «el momento de máxima soledad lo vive en Nochebuena, porque no es lo mismo cenar solo un 24 de octubre que un 24 de diciembre». En estas fechas también se intensifica el «síndrome de la silla vacía», que se relaciona con el sentimiento que aparece ante la pérdida de una persona especial: un familiar, una amistad, una pareja... Los psicólogos advierten que es fácil que se confunda con la tristeza que este hecho genera, pero se denomina «síndrome» porque, en momentos determinados cobra una especial fuerza. «Cuando un ser querido fallece su pérdida se nota aun más en ocasiones especiales como la Navidad y hay que saber lidiar con ello», sostiene García. A sus pacientes les dice que «al princpio es normal sentir rabia y dolor, pero hay que trabajar la aceptación». «Les comento que celebren la Navidad como un homenaje a esa madre o padre fallecido, en agradecimiento a ellos hay que hacer una vida sana y productiva», aconseja.

El famoso «Grinch»

También es común que aparezcan, entre villacincos, polvorones y zambomba, los famosos Grinch. Pero Quintero aclara que estos «duendecillos» no solo están malhumorados en estas fechas. «No hay una personalidad concreta asociada. Las personas que rechazan la Navidad es porque están tristes y deprimidas y como ahora parece que todo el mundo tiene que estar contento, huyen por su incapacidad para serlo». Pero que no le engañen, hay mucha felicidad impostada, dicen los psicólogos. «No es bueno crear un imagen idílica de la Navidad como las que nos venden en los anuncios. Es bueno interiorizar que en todas las casas cuecen habas y que, aunque el vecino exteriorice que la suya es una familia feliz, seguramente tenga sus trifulcas como todas», indica García. Y si entre langostino y cochinillo, la situación se hace insoportable, Quintero da la clave: «Respirar y ser consciente de que si al final estás sentado en esa mesa, es más los que os une que lo que os separa, y que una cena no dura eternamente, a lo sumo un par de horas».