Sociedad

Coronavirus: ¿A qué riesgos nos enfrentamos?

Primer caso en EE UU. Se trata de un hombre de Washington que viajó a Wuan, la ciudad china origen de la infección. Hay seis muertos y hoy la OMS decide si declara la emergencia internacional

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha convocado para hoy a un panel de expertos que deberán determinar el grado de gravedad del brote de infecciones por coronavirus que durante esta semana se ha extendido desde China a Tailandia y Corea y que ha causado, que se sepa, seis muertes. El anuncio llegó poco antes de que los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos informaran a última hora de ayer del primer caso en América, concretamente en el estado de Washington. Se trataría, según «The New York Times» de un hombre que viajó a Wuham –la localidad china foco de la infección–. Fue hospitalizado con neumonía la semana pasada y la tarde del lunes se confirmó el positivo.

Este caso es el paso previo a la declaración de emergencia internacional que obligaría a los estados a aumentar el nivel de alerta y tomar las primeras medidas de contención de una pandemia.

El comité de la OMS deberá dar a conocer las estrategias de protección y combate adecuadas para este nuevo episodio de infección por coronavirus de origen animal procedente de Asia.

El causante de la situación es el microorganismo conocido como 2019-nCov, de la familia de los coronavirus (virus que están detrás de infecciones tan leves como un constipado común o tan graves como el SARS que hace 17 años causó miles de infecciones en todo el planeta y cerca de 800 muertes). El punto de inflexión llegó entre la noche del lunes y la mañana del martes hora española, cuando las autoridades sanitarias chinas reconocieron que el 2019-nCov tiene capacidad de transmitirse de humano a humano. Un virus que solo se contagia por contacto animal es fácil de contener, uno transmisible entre humanos es una bomba de relojería epidemiológica. Ahora solo falta conocer los datos reales (no siempre tarea fácil tratándose del país asiático) sobre el número real de contagiados y su mortalidad para saber si esa bomba de relojería está cargada con dinamita o es un simple petardo de fogueo. Un coronavirus puede ser muy infectivo o muy poco (en virtud de la facilidad con la que se contagie) o muy mortal o muy poco. Aun no estamos en condiciones de catalogar en alguna de estas categorías al nuevo vecino que hemos encontrado en la naturaleza. El microorganismo, que es del tipo de los que causan neumonía, parece tener su origen en la región china de Wuham. Al menos los registros sitúan el primer caso en un mercado de pescado de esa localidad en diciembre de 2019.

Según la Organización Mundial de la Salud el primer brote parece tener origen en un receptor animal y, que se sepa, la transmisión entre humanos es real pero limitada: se requiere un contacto directo con el paciente contagiado. Los síntomas más comunes provocados por esta cepa son fiebre, dificultad respiratoria y tos. Obviamente no existe vacuna ni tratamiento específico.

Desde el pasado lunes, las autoridades chinas han reconocido la expansión de nuevos casos a varias ciudades de la provincia meridional de Guandong, además de Pekín, Shanghai y Tiajin. También se sabe que algunos enfermos han aparecido en Tailandia, Corea del Sur y Japón. Ahora también en EE. UU.

Tras conocerse el tipo de virus y el modelo aparente de transmisión, la primera pregunta que muchos expertos se hicieron es cuánto se parece este brote al famoso episodio de SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) que conmocionó al mundo en 2002. Algunos virólogos han encontrado ciertas similitudes en ambos casos. De hecho, no parece descabellado que, si este virus sigue expandiéndose, produzca la misma respuesta internacional que generó el SARS. Entonces, uno de los principales obstáculos para lograr una contención efectiva fue la falta de transparencia de las autoridades chinas en los primeros momentos de la crisis. En esta ocasión las cosas parecen diferentes. El mismo periódico chino «Global Times» ha comunicado la que parece ser la versión oficial al respecto: «Esperamos que esta vez el manejo de la crisis sea mejor que lo que fue con el SARS. En aquellos años se abusó de la ocultación de información, eso no debe repetirse». Todo hace presagiar que China será más transparente esta vez. El propio presidente Xi Jinping ha declarado que «contener la expansión del virus es una prioridad de estado».

¿Menos virulento que el SARS?

Los informes de la Organización Mundial de la Salud y de centros de investigación en Estados Unidos también apuntan al optimismo. Fuentes de la OMS han declarado que «el virus parece menos contagioso y menos mortal que el SARS y la respuesta en Pekín ha sido mucho más rápida». Pero el optimismo no parece haber llegado a los mercados. Las bolsas asiáticas empiezan a sufrir la fiebre, sobre todo en la frente de las compañías aéreas. El avión es ahora el vector de expansión más peligroso. Wuhan está conectado con los cinco continentes a través de 60 líneas aéreas y con el resto de China a través de 100. Tratar de evitar que el virus cruce la frontera es literalmente imposible.

Tras el brote de SARS, por ejemplo, el turismo doméstico en la región afectada descendió un 45 por 100. El impacto en la economía de este nuevo agente infeccioso es incierto. Quizá empujados por el pánico ante un posible desplome de los mercados o quizá conocedores de que la crisis sanitaria puede ser más grave de lo que parece, las autoridades chinas se esfuerzan en mostrar apariencia de colaboración. «Todo aquel que omita un caso de persona afectada debería ser clavado en el pilar de la vergüenza para la eternidad», ha dicho un portavoz del Gobierno. Aun así, la información sigue siendo escasa. Los primeros análisis parecen indicar que estamos ante un betacoronavirus, parecido a los que transmiten los murciélagos y menos agresivo que los que provocan la gripe o el SARS. Si eso es buena noticia, no lo es en absoluto el momento elegido por 2019-CoV para dar la cara: en plena festividad del Año Nuevo chino. Se cree que en estos días habrá cerca de 7 millones de familias que salgan del país.

Aunque no se conoce aún la capacidad de contagio, la estadística puede ayudar a hacer estimaciones. El hecho de que tengamos ya casos fuera de China da una pista. Se cree que hay una probabilidad de 1 entre 574 de que una persona infectada viajara fuera de Wuhan antes de recibir atención médica en la última semana. Eso significa que en esa ciudad ha debido de haber al menos 1.700 casos para que tres salten la frontera. La mortalidad a día de hoy es al menos de 6 casos por cada 1.700, muy inferior a la del SARS de 2002.

Por el momento, autoridades de muchos países han comenzado a monitorizar a pasajeros procedentes de Wuhan. El riesgo de que llegue a España es muy bajo, pero no desdeñable.