Coronavirus

Crisis del coronavirus: las redes estallan y exigen libertad de expresión

Críticas al Gobierno chino. Tras la muerte del médico que alertó del coronavirus, explota la indignación de los ciudadanos en las redes ante la política oscurantista de Xi Jinping. El partido trabaja sin descanso para censurar y acallar las voces discordantes

Unas de las vigilias que se celebraron por el doctor Li Wenliang, el profesional que alertó del coronavirus
Unas de las vigilias que se celebraron por el doctor Li Wenliang, el profesional que alertó del coronavirusKin CheungAgencia AP

D.E.P., doctor Li Wenlinag. Bajo estas letras, su rostro aparece dibujado cubierto por una mascarilla quirúrgica transparente. Tras ella, su boca abierta grita tratando de alertar a las autoridades de la aparición de un nuevo virus desconocido que hace enfermar de neumonía. Así es como el artista y disidente chino Badiucao retrató al doctor Li tras enterarse de su fallecimiento. Este joven médico fue el primero en avisar del nuevo coronavirus, pero, más allá de ser tomado en serio, fue reprendido por la policía y acusado por el ejecutivo de Xi Jinping de difundir rumores falsos. Ahora, su muerte, causada por el mismo patógeno que detectó, ha levantado las iras de numerosos chinos que, a través de las redes sociales, han elogiado su figura y vencido durante unas horas a la censura.

Dolor y rabia

El dolor y la rabia contra el Gobierno estallaron desde el jueves por la noche cuando se conoció su fallecimiento. Desde ese momento y hasta que los censores pudieron ponerle coto, millones de ciudadanos denunciaron bajo el hashtag #Exigimoslibertadde expresión la muerte de Li desde el confinamiento al que están sometidos en sus casas con el fin de evitar la propagación y contagio del coronavirus de Wuhan. Las condolencias y las críticas llegaron desde numerosos puntos de la geografía de un país que se enfrenta a una grave crisis sanitaria a causa de esta nueva enfermedad.

«Un sistema que no permite la verdad finalmente mata a un hombre honesto, valiente y trabajador. ¡No solo debemos estar enojados, sino también avergonzados! ¿Por qué las personas no pueden tener libertad de expresión? ¿Por qué no podemos preguntar?», se podía leer en las redes chinas. La estocada venía con fuerza, pero desde las esferas más altas del Partido Comunista la iban a esquivar y, para ello, pusieron toda su maquinaria propagandística a trabajar. El diario «Global Times», el primero en dar la noticia del deceso de Li el jueves por la noche, echaba balones fuera y acusaba de incompetentes a las autoridades locales en un claro intento de librar de todo pecado al presidente Xi Jinping.

Para calmar la indignación levantada, la Comisión Nacional de Supervisión también anunció que enviaría un equipo a Wuhan para investigar el asunto. «Buscar la verdad a partir de los hechos es una actitud fundamental para el ascenso y el crecimiento de China. Las autoridades locales deberían haber dado la voz de alarma y descubrir qué había sucedido, cuál debería ser la forma de asumir responsabilidades y apoyar al pueblo chino», declaró al diario «Zhang Weiwei», el jefe del Instituto de China de la Universidad de Fudan.

En China no es habitual que la gente muestre abiertamente su enfado hacia el Gobierno y menos aún que funcionarios o jefes de grandes corporaciones expresen emociones que se puedan interpretar como descontento hacia los gobernantes. Por eso, el hecho de que se permitiera durante unas horas hablar de libertad de expresión y a los ciudadanos mostrar su enojo se interpreta como una manera de evitar que las iras alcancen al Ejecutivo y le culpen del manejo de una crisis que ya ha dejado más de 600 muertos en el país.

Concretamente, y según las últimas cifras, el número de fallecidos a nivel mundial ya asciende a 638 personas y el de contagiados, a más de 31.200, de los que 4.821 se encuentran en estado grave. Pero si hay un lugar realmente afectado es la provincia de Hubei, donde se originó este brote. Allí hay 22.112 infectados y, pese a que han levantado en cuestión de días varios hospitales y recibido a más de 10.000 médicos provenientes de toda China para colaborar en los diferentes centros, las autoridades aseguraron ayer que todavía necesitan a otros 2.250 sanitarios y equipamiento médico básico. De hecho, la Organización Mundial de la Salud también alertó de que había una escasez crónica mundial de batas, máscaras, guantes y otros materiales para protegerse contra el coronavirus.

Pese a esas carencias, el presidente chino, Xi Jinping, afirmó ayer en una entrevista telefónica con su homólogo americano, Donald Trump, que los esfuerzos del país por controlar el brote estaban «logrando gradualmente resultados» y le transmitió su confianza en poder derrotar a una epidemia que mantiene en cuarentena a unos 70 millones de personas dentro de la nación asiática. Allí, muchas ciudades están vacías y el miedo al contagio está muy extendido pese a que la tasa de mortalidad de este patógeno no supera el 2%.

Fábricas cerradas

Ayer mismo, Airbus confirmó que cerraría de manera indefinida sus plantas para evitar que sus trabajadores tengan que movilizarse. Además, las aerolíneas siguen suspendiendo sus vuelos al Gran Dragón y la Asociación Internacional de Líneas de Crucero anunció que no permitirá embarcar a personas que hayan viajado hacia o desde China en los 14 días previos al ingreso en el barco. La medida viene precedida por los 61 casos confirmados de infectados a bordo de un crucero que permanece atracado y en cuarentena al sur de Tokio después de que varias personas portadoras del virus viajaran en él. Mientras, Singapur elevó el nivel de alerta al detectar nuevos casos entre individuos que no habían viajado a China, poniendo de relieve la capacidad de contagio de este nuevo coronavirus que tiene en jaque a medio mundo.

El pangolín, posible transmisor del virus

Algunas especies de pangolines se consideran en peligro crítico de extinción debido a la caza furtiva. En la imagen, un ejemplar africano
Algunas especies de pangolines se consideran en peligro crítico de extinción debido a la caza furtiva. En la imagen, un ejemplar africanolarazon

Desde que se confirmó que la transmisión del nuevo coronavirus procedía de uno de los animales salvajes que se vendían en el mercado de Huanan, en la ciudad de Wuhan, los investigadores no han cejado en su empeño por descubrir de qué alimaña podía tratarse. Ayer, varios científicos chinos afirmaron que es el pangolín, un mamífero con escamas que habría ejercido de «eslabón intermedio» para que el virus pasara, supuestamente, desde un murciélago hasta los humanos. La agencia estatal china Xinhua informó de que las secuencias del genoma de la nueva cepa de coronavirus aislada en pangolines «resultaron en un 99% idénticas a las de las personas infectadas», lo que lo sitúa como el huésped perfecto.