Ciencia

Estado de coma: La ciencia se acerca a recuperar la consciencia del cerebro

Una investigación con monos abre una ventana al interior de los cerebros dormidos. Por primera vez se ha localizado el epicentro de la consciencia de un mamífero superior pero sigue siendo un gran misterio para la neurología ¿Qué se siente en estado vegetativo?

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En la Universidad de Wisconsin trabajan con tres grupos de macacos. Despiertos, dormidos de manera natural y anestesiados. Todos llevan en el interior de sus cerebros pequeños sensores que miden milimétricamente la actividad neuronal en cada uno de los estados. No se pretende saber cómo duermen los monos, ni qué sueñan, ni qué sienten. Más bien todo lo contrario: la investigación pretende descubrir cómo se despierta un cerebro, qué hace la red de neuronas de un primate superior para mantenese en estado de vigilia. En otras palabras, dónde reside la consciencia.

Y obtuvieron respuesta: al estimular a los monos dormidos y anestesiados el tálamo lateral central, la estructura que se encuentra en el centro del encéfalo, por encima del hipotálamo, los animales mostraron comportamientos conscientes. Reaccionaron a estímulos como si estuvieran despiertos, sin estarlo.

Sin embargo, al suspender la estimulación, los monos volvieron a caer en el estado de sueño provocado por la anestesia o no.

El resultado de esta investigación ha sacudido al mundo de la neurología esta semana. Y es que, por primera vez, parece haberse localizado el epicentro de la consciencia de un mamífero superior y, no solo eso, sino que se ha podido activar desde la distancia. Las implicaciones del hallazgo son obvias: haber dado quizás con la posibilidad de recuperar la consciencia en cerebros que la han perdido por estar en estado de coma. Los autores explican que con los electrodos fueron capaces de estimularon con precisión múltiples localizaciones del cerebro simultáneamente a una distancia de tan solo 200 millonésimas de metro con ráfagas de electricidad 50 veces por segundo, y comprobaron que esa acción actuaba como un interruptor para que el cerebro entrara y saliera de la anestesia. Nunca antes se había podido trabajar con tanta eficacia en la conexión y desconexión de un cerebro dormido.

Por supuesto, la posibilidad (aún remota) de que estos conocimientos puedan ser aplicados a seres humanos inconscientes ha provocado un gran revuelo. No en vano, el estado de coma y, por ende, la realidad física de la consciencia humana siguen siendo un gran misterio de la neurología. ¿Qué se siente en medio de un estado vegetativo? ¿Cuán humano es un cerebro en coma? ¿Dónde están los límites de la consciencia?

Existe un serio problema de base para responder a esta pregunta, una suerte de círculo vicioso del que la ciencia no sabe bien cómo salir: el cerebro no puede estudiarse a sí mismo. Metemos una mariposa en un frasquito y estudiamos el color iridiscente de sus alas, el movimiento de sus antenas, el tamaño de su órganos vitales…, pero no es posible meter nuestra conciencia en un laboratorio y verla desde fuera. Por eso, la ciencia lleva décadas poniendo su foco en aquellos casos en los que la conciencia parece haber huido: en los enfermos en coma, en los accidentados que permanecen en estado vegetativo. Y ese espacio fronterizo entre sentir y no sentir, entre vivir y no vivir, se antoja aún un misterio. Hay pacientes que reaccionan de un modo determinado en ese trance, que expresan patrones de actividad neuronal, que llegan a recuperarse. Otros no: parecen perdidos en un océano silencioso, a la deriva, hacia quién sabe qué dirección. Un estudio realizado por científicos belgas y estadounidenses en 2009 determinó que cerca del 40 por 100 de los pacientes que fueron declarados en estado vegetativo tienen consciencia de algunos acontecimientos.

Interpretación de un escáner

Tradicionalmente se ha pensado que la consciencia, es decir la capacidad de tener constancia de nuestra existencia y nuestra relación con el entorno, es una facultad difundida por todo el cerebro.

Pero al analizar con resonancias magnéticas los cerebros de personas sanas dormidas y despiertas y compararlos con enfermos en coma, se ha empezado a acotar el área donde nos hacemos conscientes: tres zonas determinadas de la corteza prefrontal, la corteza parietal y el tálamo. Quizá estar alerta, ser consciente, depende del buen funcionamiento de las conexiones entre estas tres regiones cerebrales. En teoría, no es necesaria una gran cantidad de cerebro para ser consciente, basta con tener sana la parte correcta. El estudio con monos ha ayudado a acotar esa zona.

Una imagen del cerebro permite ya diferenciar entre enfermos vegetativos y enfermos mínimamente conscientes con un acierto del 95%, con lo que es se reducen mucho los posibles errores de diagnóstico. Pero eso sirve de poco consuelo sin poder contestar a la pregunta que realmente a todos nos conmueve. ¿Qué siente un paciente en coma?

De hecho, a menudo afloran situaciones excepcionales como la del joven Terry Wallis, de Arkansas, que volvió a la consciencia y recuperó la capacidad de hablar con fluidez después de 19 años postrado en estado vegetativo. Cuando un equipo de médicos le practicó su primer escáner cerebral tras la recuperación, descubrió que el cerebro de Terry había tenido un inédito florecimiento axonal, le habían nacido nuevas conexiones entre las neuronas preexistentes a su accidente.

Es evidente que todos los que tienen en su familia un caso similar anhelan que su ser querido ser un nuevo Wallis. Pero desespera saber que la ciencia aún no puede determinar quién está en trance de recuperarse y quién dormirá en coma eternamente. Cuando un experto realiza una resonancia o un escáner a un cerebro, observa diferentes actividades electroquímicas, encuentra patrones, ve movimientos… Pero ¿cómo interpretarlos? ¿Cuáles de esas curvas, colores y resultados responden a un sentimiento, a una sensación…? ¿Cuáles son meros reflejos inconscientes, restos latentes de una máquina que un día pensó? El gran reto de la ciencia neurológica contemporánea es abrir una línea de comunicación con esos cerebros. Abrir la ventana y descubrir qué se siente ahí dentro.Quizá el experimento con macacos de esta semana nos acerque un poco más a la respuesta.

Preguntas sin respuesta

Un estudio realizado por científicos belgas y estadounidenses en 2009 determinó que cerca del 40% de los pacientes que fueron declarados en estado vegetativo tienen conciencia de algunos acontecimientos; su cerebro reacciona a determinados estímulos de manera similar a cómo lo hace un cerebro despierto. Trabajos como éste han obligado en el siglo XXI a rediseñar el tratamiento de los accidentados neuronales y crear nuevas categorías diagnósticas: «El estado de mínima consciencia» y el estado de «vigilancia sin respuesta». El primero se refiere a aquellos pacientes que son incapaces de comunicarse aunque muestran evidencia inconsistente de sí mismos y del entorno. El segundo supone una suerte de vigilia en ausencia de respuesta hacia uno mismo o el entorno, en el que solo se observan respuestas motoras reflejas, sin interacción voluntaria hacia el medio: es lo que antiguamente conocíamos como estado vegetativo. En otras palabras, el salto entre ser consciente y no serlo, no es repentino. Entre uno y otro estado hay todo un abanico de situaciones, casos, sensaciones y sentimiento que aún no comprendemos bien. El 10 de noviembre de 2011, la revista médica «The Lancet» publicó un fascinante estudio al respecto de esta borrosa frontera. Se seleccionó a 16 pacientes catalogados como «estado vegetativo» para realizar una cadena de pruebas de electroencefalografía. En una de esas pruebas se les dijo que imaginaran que apretaban su mano o movían el dedo gordo del pie. Tres de los pacientes mostraron actividad neuronal en las áreas motoras del cerebro al hacerlo. ¿Acaso estaban escuchando las instrucciones que les daban? Si era así, ¿no deberíamos decir que eran pacientes plenamente conscientes?

Según la Federación Española del Daño Cerebral, unas 2.200 personas quedan postradas en estado permanente de coma en España cada año. Datos clínicos como el estudio antes mencionado de «The Lancet» sitúan el porcentaje de error de estos diagnósticos entre el 15 y el 40%. Eso significa que cada año podría haber 800 personas calificadas de «vegetativos» sin serlo. Sus mentes están abiertas y receptivas al estímulo de sus seres queridos. Pero ¿qué tipo de estímulos?