Sociedad
Enseñar a las máquinas habilidades humanas
La Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento ha premiado a Bernhard Schölkopf, Isabelle Guyon, y Vladimir Vapnik por lograr que los ordenadores puedan reconocer patrones en grandes cantidades de datos y y poder así clasificarlos en categorías
¿Qué es lo más avanzado que puede hacer un ordenador? Esa es la pregunta que se han hecho los jurados de la Fundación BBVA al otorgar el premio Fronteras del Conocimiento en TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Y la respuesta la tienen Isabelle Guyon, Vladimir Vapnik y Bernhard Schölkopf, expertos en inteligencia artificial y responsables de impulsar esta tecnología para enseñar a las máquinas la habilidad humana de clasificar datos. Se trata de un proceso en el que aprenden, a partir de numerosos ejemplos, a reconocer patrones en grandes cantidades de datos y poder así clasificarlos en categorías. Esto les permite reconocer voces, rostros, pero también células cancerosas o exoplanetas.
Para comprender un poco más el impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en este contexto, hablamos con Bernhard Schölkopf, director del Instituto para Sistemas Inteligentes del Max Planck. Y es él mismo quien nos introduce directamente en los dilemas que conlleva: «La inteligencia artificial continuará cambiando toda nuestra sociedad, nuestra economía… Y no estoy seguro de si Europa ya se está tomando el problema lo suficientemente en serio. Por ejemplo, si pensamos en los cambios en el mercado, diferentes tipos de empleo desaparecerán y otros se crearán. Y no es algo que sucederá solo en Estados Unidos o China. Debemos ocuparnos de las consecuencias, de las positivas y las negativas. En este sentido estoy involucrado en una serie de iniciativas que intentan anticiparnos a esto».
Consecuencias imprevisibles
La duda no es nueva: a menudo lanzamos tecnologías y avances científicos cuyas consecuencias no somos capaces de imaginar. Un ejemplo de ello es la energía nuclear, otro internet. El primer paso es llevar la tecnología al público y luego llega la intuición y la intención de controlar su impacto. ¿Debería ser al revés? «Es cierto. Pero si nos fijamos en el ejemplo de internet – añade Schölkopf–, nunca hubo una decisión exclusiva. Miles de personas implementaron más y más soluciones, y gradualmente aumentaron su importancia. Por ello comenzamos la Iniciativa Global para el Diseño Ético, allí buscamos explicar a todos los que diseñan y están involucrados en tecnología, sobre las posibles consecuencias». Lógicamente hay algunas positivas, como la creación de nuevos empleos, la cura de enfermedades y otras no tan deseables. Pero la IA, al igual que cualquier otra tecnología, evolucionará. Aunque todavía no sabemos hacia dónde. El ganador del premio BBVA explica que «la inteligencia artificial clásica se basaba en instrucciones y la moderna en el aprendizaje automático. Así el comportamiento del sistema no está determinado solo por las instrucciones, sino también por la experiencia. Algo que le acerca más a la inteligencia humana o animal que el anterior modelo porque nuestros cerebros no están controlados por instrucciones simples, están formadas por la experiencia y el aprendizaje».
Lo interesante es que todo ello se puede aplicar de modo comprensible a nuestra vida diaria. No solo se trata de máquinas o sistemas que reconocen un rostro o una voz en una multitud. También pueden detectar, con gran precisión y en un espacio de tiempo muy breve, una célula cancerosa, problemas en el cerebro humano o en genómica. Y hasta han permitido descubrir 21 exoplanetas, uno de ellos en la zona habitable y que, además, cuenta con una atmósfera en la que por primera vez se han hallado indicios de vapor de agua. Algo que podría ayudarnos en la Tierra.
Comprender el clima
«Exacto, uno de los grandes desafíos para la ciencia actual es comprender en profundidad el cambio climático –confirma Schölkopf– . El sistema climático es muy complejo y entendemos relativamente poco. Gracias a la IA y al procesamiento de grandes cantidades de datos podemos ejecutar simulaciones y probar diferentes estrategias. Tenemos que pensar cuáles son las acciones más efectivas y profundas, pero también realizar acciones más inmediatas. Lo que tampoco sabemos es cómo responderá el clima a nuestras acciones. De eso trata la inteligencia artificial moderna. Necesitamos una combinación de modelado y datos de observación. Y sé que muchos de los expertos en la materia ya están interesados en este tipo de simulaciones».
A todo este conocimiento y experiencia, Schölkopf le suma un dato más: ha escrito un libro para niños, Cosmo y las estrellas fugaces. Le consultamos sobre cómo la IA impactará en las próximas generaciones, principalmente en la educación. Y su respuesta no deja duda: el trabajo lo tenemos nosotros, los padres. «Una vez que los niños llegan a la edad en que saben usan ordenadores, móviles o tabletas, la disponibilidad de estos sistemas de inteligencia que interactúan con nosotros, también cambia la forma en que usamos nuestra propia inteligencia. Tiempo atrás teníamos tiempo para aburrirnos y crear alternativas o soluciones. Ahora no hay posibilidad de ello: series, mensajes, redes sociales, fotos… A veces, algo puede parecernos muy creativo si lo vemos desde fuera. La inteligencia artificial puede ayudarnos a procesar la creatividad con diferentes herramientas. Y ese es realmente el cambio que puede traer esta tecnología, ya que en el futuro quienes tendrán trabajos diferentes serán nuestros hijos y muchos de ellos tendrán que ver con la imaginación. Allí la IA debe convertirse en una herramienta».
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