Coronavirus

¿Debemos temer al coronavirus mutante?

Explicar con claridad las medidas que se toman y su efectividad ayudará a que veamos los buenos resultados

La palabra mutación suele producir espanto. Quizás influidos por las películas de ciencia ficción («el ataque de los mutantes»), escuchamos el término y nos entran escalofríos. En realidad, una mutación no es más que un proceso natural que ocurre en todos los seres vivos del planeta que expresan de algún modo material genético.

En el caso de los virus como SARS-CoV-2 las mutaciones son constantes. Y en el caso del resto de los virus conocidos, también.

Un coronavirus como este es en realidad un organismo compuesto por una capa de proteínas y grasa que encierra ARN, el material genético con las instrucciones para reproducirse. Cuando el virus entra en una célula, se acopla al ADN de esta y lo secuestra con una única instrucción: «Haz que me reproduzca». Sin el soporte del ADN celular el virus no podría reproducirse. Los virus, por sí solos, no existirían

Cada vez que el virus logra reproducirse en la célula corre el riesgo de que se produzca algún error en la transcripción, que alguna de las 30.000 «unidades de información» que contiene el ARN del virus se copie mal. Eso es una mutación. Y, en principio, no tiene por qué ser ni buena ni mala. Una mutación puede ser inocua y no producir cambios sustanciales en el organismo (a nuestras células les ocurre permanentemente también). Puede ser beneficiosa para el organismo en cuestión (una mutación que favorezca su supervivencia en algunos ambientes). O puede ser prejudicial (un cáncer, es el producto de una mutación en células humanas, por ejemplo).

Los científicos pueden analizar la información genética de los coronavirus detectados en diferentes áreas y detectar en qué han cambiado. De ese modo es posible saber cuál ha sido el recorrido de la infección desde su origen (en esta caso en Wuham) y determinar si durante su camino se han producido cambios sustanciales en el organismo.

Hace unos días, un equipo de la Universidad de Valencia y la Fundación Fisabio pudo extraer con muestras de pacientes del Hospital Clínico Universitario, la primera secuenciación genética del virus en España. El resultado arrojó similitudes entre el virus en nuestro país y las variantes de Italia, Alemania, Luxemburgo y Francia. Algo lógico que indica que buena parte de la población de virus que llegó a Espala lo hizo desde una ruta europea.

A partir de ese momento, la información obtenida sobre la evolución genética del coronavirus puede ser de gran importancia. En el caso del virus de la gripe, por ejemplo, sabemos que tiene una capacidad muy grande de mutar rápidamente. Por eso, cada año hay que actualizar las vacunas contra la gripe y adaptarlas a las mutaciones que se cree van a ser más prevalente en cada temporada. Se trata de un virus que lleva cientos de años (quién sabe si miles) entre nosotros y que ha encontrado en nuestro seno el caldo de cultivo ideal para mutar y sobrevivir.

¿Qué ocurre con el SARS-CoV-2? Los primeros estudios no parecieron arrojar evidencias de que tuviera una capacidad de mutación tan veloz como la de la gripe. Algo que es también esperable en un virus en teoría nuevo.Pero es probable que otros trabajos más detallados descubran ratios de mutación mayores.

Es muy importante conocer la tipología de estas mutaciones. En muchos otros virus, las mutaciones lo convierten en agentes cada vez menos peligrosos para el ser humano, más atenuados. La razón es puramente evolutiva. Un virus necesita de su anfitrión (el cuerpo humano) para reproducirse durante el mayor tiempo posible. Las mutaciones más agresivas que producen mayor mortalidad no suelen triunfar porque para el virus es mejor contar con un anfitrión vivo que con uno muerto. Se sabe que la mayor parte de los coronavirus conocidos van atenuándose con el tiempo.

El problema puede residir en algunas mutaciones concretas. En el caso de este coronavirus generador de la Covid-19 conocemos bien el mecanismo de infección que utiliza a través de determinadas proteínas de anclaje en la célula humana.

Precisamente buena parte de las estrategias para encontrar una vacuna o un tratamiento se basan en la actuación sobre esas proteínas. Si el virus muta hacia versiones que usan otras proteínas diferentes, las vacunas de primera generación no servirían para nuevas oleadas de infección. Eso es lo que ocurre con la gripe. Pero de momento, no hay constancia de que el SARS-CoV-2 esté mutando en esa dirección. Habrá que estar muy atento a sus futuras mutaciones. para vislsumbrar el futuro-