Coronavirus

Anormalidad y normalidad

Nonagésimo segundo día del estado de alarma
Vista general de la playa de la Malvarrosa este domingoKai FörsterlingAgencia EFE

Hoy comienza la libertad de movimientos en el espacio Schengen de la UE. Nosotros no la disfrutaremos hasta el día 22, con la excepción de los «corredores de seguridad» para turistas, y con el singular destino de la España insular. Vamos a ver ya pues concretada esa supuesta «nueva normalidad», que esperemos no suponga pretender convertir en normal, algo tan anormal como vivir amordazados.

Es una inexplicable paradoja que tengamos una respuesta a la epidemia más propia del siglo XIII, estando en pleno siglo XXI y con un nivel de desarrollo científico nunca alcanzado en la historia. Los medios de comunicación, con la colaboración de espontáneos denunciantes, nos informan de playas y fiestas con aglomeraciones incompatibles con las medidas de seguridad sanitaria decretadas. Resulta lógico que la población tenga necesidad de recuperar la ansiada normalidad después de trece semanas de confinamiento en las que ha mantenido, en general, un civismo ejemplar en su cumplimiento.

La cuestión es que normalidad no hay más que una, y lo que se aparte de ella es sencillamente anormalidad y, por su propia naturaleza, sólo puede ser temporal. Sería conveniente dejar de hacer ingeniería social con el lenguaje y volver a lo de siempre: explicar porqué y hasta cuándo hay que vivir «anormalmente». Con claridad y credibilidad: comenzando por decirnos cuántas víctimas se ha cobrado el maldito virus pese a tanta forzosa reclusión. Las normas se deben explicar bien: el «ordeno y mando» es de otra época.