Sociedad
El amor en la desescalada
Llevamos cuatro meses repitiendo el título del mejor libro de García Márquez; donde él decía cólera nosotros añadíamos Covid. Pero, ¿qué pasa cuando termina el encierro? ¿El amor va a ser diferente?
Llega el momento de la verdad. Después de chats interminables, preguntas personales al amparo de la distancia y del muy probable intercambio de fotos y videos, miles de parejas que se han formado de manera virtual gracias a aplicaciones como Tinder están a punto de dar un salto, si no lo han hecho ya: conocerse cara a cara. Han sido cuatro meses en los que el número de usuarios de Tinder y de otras cuantas aplicaciones para ligar que operan en España se ha disparado. La imposibilidad de salir de casa ha hecho que muchos solteros y, por supuesto, también casados, se animaran a instalarse una aplicación en el móvil que seguramente nunca hubieran imaginado que iban a tener. Según la información facilitada por Tinder a este periódico, los españoles hemos sido de los más locuaces de toda Europa: las conversaciones entre usuarios han crecido un 30 por ciento desde principios de marzo, pero también tienen una mayor duración en comparación con otros países. En conclusión, nos hemos animado más a conocer a gente y hemos hablado también mucho más, pero no está muy clara la deriva que seguirá este amor cibernético. Por un lado, los jóvenes y no tan jóvenes están llenando las terrazas como si no hubiera un mañana aunque espacios más proclives para el romance, como las discotecas o salas de conciertos, aún están muy lejos de funcionar como lo hacían en febrero. Tampoco el cine está ayudando mucho a los amores veraniegos porque todos los espectadores han de dejar una butaca libre a derecha e izquierda, con lo que ver una película de la mano se ha convertido en un acto casi delictivo. Y de los viajes fuera de España para ampliar amistades o algo más ya ni hablamos. Todo vetado hasta nueva orden.
Y a todas estas restricciones se suma el omnipresente miedo al contagio. Quizá la pareja en ciernes no es grupo de riesgo, pero ¿quién asegura que entre todos sus contactos no haya contagiados o contagiadores? Tanta complicación mata, sin duda, la espontaneidad de estos lances. Pierde el amor, gana Tinder.
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