Sociedad

Benedicto XVI: un herpes para irritar su frágil salud de hierro

La Santa Sede desmiente que el Papa emérito esté gravemente enfermo, según había declarado su biógrafo, Peter Seewald

Un herpes zóster. Es el nombre de la enfermedad cutánea, popularmente conocida como culebrilla, que sufre Benedicto XVI y que ayer hizo disparar todas las alarmas sobre el ya delicado estado de salud del Papa emérito, que suma 93 años de vida. Sobre todo, por la alerta generada por su biógrafo, Peter Seewald, quien aseguró a un medio alemán que el Pontífice se encuentra «extremadamente frágil». Tras visitar a Joseph Ratzinger el pasado sábado 1 de agosto en el monasterio vaticano Mater Ecclesiae, el escritor desveló al periódico alemán «Passauer Neue Presse» que se encontraría en estado grave, «casi sin voz».

Horas después, la Santa Sede salía al paso por boca del secretario personal de Benedicto XVI, Georg Gänswein, quien aseguró que «el estado de salud del Papa emérito no es motivo de especial preocupación, sino el propio de un anciano de 93 años». Eso sí, la persona de mayor confianza de Ratzinger sí confirma que «está superando la fase más aguda de una enfermedad dolorosa, pero no grave». Y es que este tipo de herpes, lejos de provocar la muerte, sí puede ser especialmente molesto para una persona que sufre patologías previas o que, como Ratzinger, tiene una edad avanzada y parte de una situación de debilidad física general. Así, si lo habitual es que con un tratamiento de antivirales y analgésicos sus efectos se rebajen en diez días, la neuralgia que provoca puede mantenerse latente más tiempo, especialmente en las personas mayores. Es más, cuando el zóster se presenta en la cara, como es el caso, puede afectar a los ojos, generalmente a uno, causando dolores, lagrimeo, mareo sensibilidad a la luz y conjuntivitis. Incluso, podría complicarse con una infección de oído –zumbido, sordera, vértigo…– y una parálisis facial unilateral.

Como se apunta desde el Vaticano, el herpes estaría dando sus últimos coletazos en tanto que se habría manifestado a finales de junio, justo después del regreso del Papa emérito de Ratisbona, el viaje de despedida de su hermano Georg Ratzinger, que falleció el 1 de julio. Y es que, el propio Seewald, a pesar de lanzar la advertencia sobre su salud, confirmó que Benedicto XVI se encontraba «optimista» y que estaría incluso animado para volver a escribir.

Yolanda Zuriarrain Reyna, médico de familia del Hospital Cuidados Laguna, se suma a la prudencia vaticana sobre un herpes que no tiene por qué revestir mayor gravedad más allá de lo doloroso que puede llegar a ser. «El Papa emérito tiene una frágil salud de hierro que evidentemente está mermando con los años. No olvidemos que es un nonagenario», recuerda Zuriarrain Reyna a LA RAZÓN, que precisamente pone en valor cómo «su pasión por seguir investigando, estudiando y proponiendo sin duda es la mejor terapia preventiva para mantener la mente activa frente a amenazas como el alzheimer y, por tanto, mejorar la calidad vida, porque la cabeza es el motor de todo». «Si además eres un hombre de fe y oración, a buen seguro que repercute en el ritmo de su corazón», añade la doctora.

En cualquier caso, quien sigue de cerca la evolución del Papa emérito es su médico personal, el doctor Patrizio Polisca, que le acompaña desde hace más de diez años y que fue precisamente quien le advirtió poco antes de su renuncia en marzo de 2013 que se encontraba al límite de su resistencia física, lo que hacía prácticamente inviable el viaje previsto para ese verano a Brasil para presidir la Jornada Mundial de la Juventud. El propio Joseph Ratzinger admitiría posteriormente que estas advertencias habrían sido claves para su renuncia. Junto a Polisca, le atienden cuatro Memores Domini –laicas consagradas vinculadas a Comunión y Libración–, además de su sombra, Georg Gänswein.

Tampoco se trata de la primera vez que la Santa Sede tiene que salir al paso de rumores sobre Benedicto XVI. Desde hace prácticamente tres años, se suceden los comentarios. En 2017 se llegó a comentar en redes sociales que estaba al borde de la muerte y fue Gänswein quien lo desmintió. En 2018, se tiró por tierra la tesis de que sufriera una «enfermedad paralizante», mientras que el pasado verano se llegó a publicar en algunos medios que habrías sufrido un ictus, una isquemia leve o un infarto cerebral.

El propio Benedicto XVI ha tomado la palabra en varias ocasiones para borrar todo halo de misterio sobre su diagnóstico: «En el lento debilitamiento de mi fuerza física, interiormente estoy en peregrinación hacia la Casa del Señor», escribió en una carta al Corriere della Sera hace dos años. En esa misma misiva, admitía que se estaba «apagando como una vela, lenta y serenamente».

El revuelo generado por las palabras de Peter Seewald sobre Benedicto XVI se vieron reforzadas, porque en sus declaraciones no solo hablaba de la extrema fragilidad del Pontífice alemán. Además, asegura que Ratzinger le ha confesado que tiene listo su testamento espiritual -esto es, su legado teológico y vivencial- y que no se hará público hasta su muerte. Además, incluso le habría manifestado a su biógrafo de cabecera, con el que ha publicado hasta cuatro libros de entrevistas, su deseo de reposar en la tumba que ocupó inicialmente san Juan Pablo II en la cripta de san Pedro. Al ser beatificado, los restos del Papa polaco fueron trasladados ante el altar de la confesión de la basílica de San Pedro, junto a la Piedad de Miguel Ángel, para poder ser ve