Medio Ambiente
Ciudades circulares, del desperdicio a la reutilización
Las urbes se han convertido en los grandes laboratorios de la lucha contra el cambio climático. El catálogo de ideas que se están probando en todo el mundo incluye desde la construcción de edificios en madera o la rehabilitación energética, a la instalación de comunidades solares y huertos urbanos
Las ciudades solo ocupan un 2% de la superficie del planeta, pero son generadoras del 85% del PIB. El 60% del total de habitantes del mundo vive en ellas y esto supone, por ejemplo, que en las urbes se consuma el 70% de los recursos naturales o que representen el 70% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Estas peculiaridades de las ciudades, verdaderos motores del desarrollo moderno, las convierte en bisagras de la descarbonización económica y en el escenario perfecto para la lucha contra el cambio climático. Es decir, que si bien su transformación supone un reto, también esconden enormes posibilidades.
Cada vez es más habitual oír hablar de las ciudades circulares como motor para el avance de un modelo lineal a uno circular. De hecho, “el concepto de circularidad no proviene de la economía, sino de los ecosistemas. Los que están equilibrados funcionan sin que se generen residuos, todo se aprovecha y todo se retroalimenta. En el caso de las ciudades se trata de copiar a la Naturaleza. Es un momento apasionante porque se están probando muchas alternativas en diferentes partes del mundo. Las ciudades se están convirtiendo en laboratorios vivos de este cambio del modelo económico”, explica Manuel Pérez Romero, catedrático del IE Center for Sustainable Cities de la IE School of Architecture and Design.
Para atender a la circularidad de una ciudad hay que tener en cuenta, según los cánones, siete indicadores conocidos como las siete erres: Repensar, Rediseñar, Reusar, Reparar, Remanufacturar, Reciclar y Recuperar. En otras palabras: combinar soluciones de entre un amplio catálogo que va desde apostar por sistemas de producción de energía renovable a instalar huertos urbanos y mejorar el ciclo de la vida de los envases o usar tecnología de vanguardia en la gestión de residuos.
Pero, lo cierto es que el cambio se está abordando desde muchos ángulos. En primer lugar, “hay que tener en cuenta que los edificios representan el 39% de las emisiones GEI. Luego, vendría el transporte que supone el 23% de las emisiones”, matiza Pérez Romero. En la escala más pequeña de una ciudad están los edificios. Cada uno de ellos debe reducir su consumo y convertirse en autosuficiente en términos energéticos. “Un buen diseño es el primer paso. Las soluciones tradicionales de la arquitectura vernácula, como la orientación, la envolvente, etc., consiguen ahorros de hasta el 70%. Ahora bien, uno de los retos es adaptar lo que ya está construido”, dice el catedrático.
En este sentido, se estima que el 80% de los edificios es ineficiente en términos energéticos, es decir, está mal aislado, no cuenta con instalaciones renovables y consume demasiado. Por otro lado, más de la mitad de nuestro parque inmobiliario tiene más de 40 años y es anterior a la introducción de cualquier normativa en materia de aislamiento energético. De hecho, la Rennovation Wave es una de las medidas estrella del Plan de Recuperación Next Generation de Europa. Con este plan se quiere renovar 35 millones de edificios para 2030 y reducir, de esa forma ese 30% aproximado de energía que consume el sector y de las emisiones derivadas. Esto supone duplicar la tasa de rehabilitaciones anual en España.
Edificios, los nuevos sumideros de carbono
Una de las grandes revoluciones en lo que a construcción se refiere, viene de un material muy tradicional: la madera. Son muchas las ciudades en el mundo están implementando edificios en altura por encima de los 250 metros. Hay algunos proyectos que van más allá.
Sin ir más lejos, y según cuenta la CNN, en Londres se quieren construir tres rascacielos de madera, incluida una torre de 300 metros. La tecnología del mass timber (apareció la patente en Austria en los 90 y consiste en piezas pequeñas de madera laminada y cruzada que se juntan a alta presión) está permitiendo que este material sustituya al cemento. “Además ayuda a la captura de dióxido de carbono, otro de los retos climáticos que tenemos por delante. Ya no se trata solo de disminuir emisiones, sino de capturar el exceso de gases presentes en la atmósfera”, dice el profesor.
Pasando a otra escala, otra de las tendencias que se están imponiendo en todo el mundo son las llamadas comunidades solares. Y es que no hay que olvidar que el 66% de las personas en España (un poco menos si hablamos del resto de países de Europa) viven en edificios en altura. Repsol cuenta para esto con Solmatch: “una solución energética de generación distribuida de energía solar en España que promueve economías colaborativas de carácter local y circular. Es un sistema que produce energía a través de placas solares instalada en tejados urbanos, para que hogares cercanos puedan unirse y disfrutar de esta energía 100% renovable. “Las comunidades solares de Repsol generan electricidad local, que luego se comparte a los hogares situados en un radio de 500 metros, a la vez que reducen emisiones de dióxido de carbono, al unificar la generación en pequeñas fuentes renovables, y optimizan el uso de los recursos e instalaciones y, por lo tanto, el consumo de materias primas”, explica Julieta Maresca, responsable de Repsol Solmatch. De hecho, Repsol cuenta ya con 105 comunidades solares de este tipo en toda la geografía española.
Cómo moverse por la nueva ciudad
La movilidad es imprescindible dentro de una ciudad, sea en transporte público, privado o compartido. Los combustibles creados a partir del biometano, obtenido de los residuos urbanos o de los lodos de las depuradoras, ya son una realidad. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía considera que los biocombustibles serán una palanca clave en la paulatina descarbonización del transporte, principalmente a partir de 2030. En este sentido, ya hay compañías, como Repsol, que cuentan con planes para utilizar cuatro millones de toneladas de residuos anualmente y que en 2030 podrán producir más de dos millones de toneladas de biocombustibles sostenibles al año. “Veremos coches, aviones y barcos propulsados a partir de residuos que, de otra manera, acabarían en vertederos”, señala Carolina Ibáñez, Gerente de Desarrollo Ambiental de Repsol, “también estamos usando el dióxido de carbono capturado, junto con hidrógeno producido con energías 100% renovables, como materia prima para producir biocombustibles sintéticos” apunta Ibáñez.
Hay otros recursos que también necesitan revisión. Por ejemplo, para los residuos plásticos hay un ejemplo que llega de India. Desde 2015 el gobierno obliga a utilizar residuos plásticos en la construcción de carreteras cerca de grandes ciudades de más de 500.000 habitantes, según cuenta la BBC. En el caso de recursos naturales como el agua y los alimentos hay muchas soluciones encima de la mesa: desde ciudades que cierran completamente el ciclo del agua a través del reciclado de sus aguas grises e incluso negras, como sucede en El Fresno (California) a la expansión de huertos urbanos. Un caso paradigmático es Brooklyn en Nueva York. Ahí ya son decenas los huertos que abastecen a los restaurantes de la zona con productos frescos. “Aunque no parece que vayan a ser la panacea para asegurar la alimentación, sí puede aprovechar espacios como tejados de naves industriales o edificios de oficinas y contribuir a disminuir el efecto isla de calor, tan habitual en los centros urbanos”, explica el catedrático Pérez Romero.
Soluciones hay miles que se están testando, algunas de lo más variopinto como las bibliotecas de objetos de uso cotidiano como herramientas, etc. (hay algún ejemplo en Barcelona), aunque todas demuestran que las ciudades están más vivas que nunca y se han convertido en verdaderos laboratorios de la lucha contra el cambio climático.
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