Nuevos retos

¿Será seguro respirar en la oficina?

Un grupo de investigadores pide a la OMS una revolución laboral para mejorar la ventilación de los edificios y monitorizar el aire en zonas con muchos trabajadores

Pilar Rivera, trabajadora que actualmente realiza teletrabajo en casa
Pilar Rivera, trabajadora que actualmente realiza teletrabajo en casaAlberto R. RoldánLa Razon

Volver a trabajar después de la pandemia. Ese es uno de los nuevos retos a los que pronto la sociedad deberá enfrentarse. La vuelta a las oficinas llenas, a los horarios extendidos y al uso masivo de medios de transporte supone una oportunidad para cambiar algunas viejas costumbres, desterrar algunos vicios adquiridos y mejorar también muchas de las prácticas laborales que nos han acompañado a lo largo de los últimos años.

Pero ya no podremos olvidar nunca que hemos convivido con un virus que ha sido capaz de poner patas arriba a nuestra civilización. La vuelta al trabajo se hará siempre con la huella que la experiencia pandémica ha dejado entre nosotros.

Esa es la tesis qué hay detrás de la propuesta que acaban de publicar en la revista Science decenas de investigadores internacionales en un comunicado en el que exigen a la Organización Mundial de la Salud (OMS) un cambio de paradigma en los criterios sanitarios relacionados con la seguridad laboral. En concreto, reclaman nuevas normas de cumplimiento internacional relacionadas con la calidad del aire dentro de las oficinas y centros de trabajo, y nuevas guías de control de patógenos, virus y otros microorganismos transmisibles por el aire.

Si el siglo XIX contó con su revolución en el ordenamiento de las ciudades que condujo a una mejora del tratamiento de las aguas residuales y de los servicios sanitarios domésticos, fundamental para el desarrollo de una sociedad moderna, el siglo XXI, dicen los autores del comunicado, deberá también contar con una nueva revolución aunque en este caso dedicada a la salud en el entorno laboral para protegernos de nuevas futuras pandemias.

Ausencia de patógenos

«Necesitamos establecer nuevos criterios que aseguren que el aire en nuestros edificios es suficientemente limpio y ausente de patógenos para contribuir al control de nuevas plagas», ha declarado uno de los autores principales del comunicado, el profesor Morawska. En opinión de estos expertos el mantenimiento de los estándares de ventilación de los edificios debería incluir una mejora en las corrientes de aire, un aumento de los mecanismos de filtración, la incorporación de nuevas tecnologías de desinfección y la obligación de monitorizar la calidad del aire en espacios públicos en los que se reúna un determinado número de personas.

Internacionalmente, existe una gran disparidad de criterios a la hora de establecer qué se considera un centro de trabajo sano. Durante décadas diferentes gobiernos han prolongado gran cantidad de legislaciones e invertido buena parte de sus presupuestos en materias como seguridad alimentaria, aguas sanitarias, agua potable o desarrollo de espacios sostenibles. Sin embargo, el estudio y la mejora de las condiciones del aire en los centros de trabajo han sido comúnmente olvidados en las estrategias de Sanidad de la inmensa mayoría de los países industrializados. La llegada de la pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto la importancia de tener también en cuenta esta situación a la hora de establecer llas normativas básicas de sanidad. Ese es el motivo por el que este grupo de científicos internacionales hace un llamamiento para cambiar de manera radical los paradigmas de prevención de enfermedades respiratorias y pone su foco fundamentalmente en los centros de trabajo.

Los científicos son conscientes de la dificultad de detener las futuras pandemias que puedan llegar transmitidas por aerosoles. En primer lugar, porque estas fuentes de infección son verdaderamente complejas y su presencia, muy difícil de trazar. En segundo lugar, porque la mayoría de los edificios en los que vivimos y trabajamos han sido construidos sin tener en cuenta esta posible amenaza.

Buena parte de los sistemas de construcción modernos le han prestado muy poca atención a la transmisión de enfermedades por aerosoles. Tradicionalmente, las principales preocupaciones de los arquitectos e ingenieros han sido el confort térmico, el control de los olores, la accesibilidad de los edificios, la ergonomía de los puestos de trabajo, y otros muchos aspectos que han convertido nuestras oficinas en lugares más agradables, pero han olvidado de manera quizás inadvertida la calidad del aire.

Patógenos que se esparcen

No cabe duda hoy, sin embargo, de que las infecciones respiratorias están causadas por patógenos que emitimos los seres humanos y que se esparcen en pequeñas partículas o aerosoles a muchos metros de distancia de nuestro puesto de trabajo y que esa realidad indiscutible debería condicionar también el modo en el que se diseñan precisamente esos centros laborales.

Es por eso por lo que los científicos proponen todo un catálogo de la ventilación del futuro: una suerte de guía de trabajo que debería formar parte de todas las legislaciones de seguridad laboral de la nueva generación de edificación.

Entre las exigencias que se proponen se encuentran, por ejemplo. la monitorización de las cantidades relativas de dióxido de carbono en el aire, la especificación de ratios mínimos de ventilación en función del aforo de los edificios, la obligatoriedad de cumplir unos rangos mínimos de acceso de aire del exterior a los locales cerrados, y el impulso al desarrollo de nuevas tecnologías que permitan flexibilizar las máquinas de ventilación en función de los aforos y las necesidades laborales.

¿Pero qué medidas concretas proponen los autores de este informe publicado en la revista Science? Para empezar sugieren que el riesgo de transmisión de enfermedades respiratorias por aerosoles sea tenido en cuenta como un posible factor de riesgo laboral en el futuro y aparezca de ese modo en las legislaciones de trabajo. Se sugiere que la Organización Mundial de la salud debería emitir una lista de posibles patógenos transmitidos por medio de aerosoles que se incluyese en las especificaciones de cualquier nuevo edificio a construir. Además, se solicita que exista un estándar internacional de medidas de seguridad que contemple las normas de ventilación dentro de una oficina y que obligue al mismo tiempo a las empresas a disponer de sistemas de monitorización de la calidad del aire con el mismo énfasis con el que hoy se obliga por ejemplo a las empresas constructoras a disponer de diferentes sistemas de seguridad para sus empleados.

El informe no desarrolla una memoria económica del coste que podría suponer globalmente la puesta en marcha de estas medidas de protección frente a los patógenos, aunque evidencia que el coste de nuevas pandemias que tuvieran su origen en la acumulación de individuos en los centros de trabajo una vez superadas todas las limitaciones del actual estado pandémico excedería con creces cualquier inversión necesaria.

Solo como ejemplo, el daño mensual producido por la pandemia de Covid-19 se ha estimado, según los análisis más conservadores, en un billón de dólares. Además, estas medidas propuestas podrían servir también para limitar la expansión de otras enfermedades como, por ejemplo, la gripe. Solo en Estados Unidos la gripe supone unas pérdidas de cerca de 11.000 millones de dólares al año. Si se le añaden otras enfermedades de transmisión aérea el coste anual en ese país puede llegar a los 40.000 millones de dólares.

En definitiva, la vuelta a la normalidad será una gran noticia pero nos obligará a seguir teniendo en cuenta durante mucho tiempo la experiencia adquirida durante esta pandemia de Covid-19. No estamos a tiempo de producir un cambio en el diseño y desarrollo de los todos los edificios y centros de trabajo ya existentes, pero sí de plantear normativas para todos los de nueva construcción. La nueva reforma laboral no será solo una cuestión de políticas salariales, sino que incorporará, o al menos debería hacerlo, un set de medidas específicamente diseñadas para evitar en lo posible una nueva pandemia cuyo origen puede estar precisamente en la ansiada vuelta al trabajo.