Opinión

Desenmascararnos

Viandantes con mascarilla por una calle comercial de Sevilla
Viandantes con mascarilla por una calle comercial de SevillaMaría José López / Europa PressEuropa Press

Ahora que, si el virus indómito y el gobierno quiere, nos vamos a librar de las máscaras, vuelve el debate, la confusión y las contradicciones. Pero las ciudadanitas de a pie solo queremos arrancarnos de la boca ese lienzo lo antes posible. Porque la máscara no solo asfixia, también confunde y encubre. Máscara y antifaz se han utilizado siempre para ciertos fines, no solo carnavalescos. El tapabocas, escribía aquí el otro día un experto, esconde el sesenta por ciento de la expresión de nuestro rostro. Pero, además, también altera la expresión de la voz. La voz se aspira, no se proyecta, llega imprecisa al otro. Fíjense, los que tenemos alguna deficiencia visual importante, como es mi caso, vemos por el oído. Yo, cuando dirijo una obra de teatro y no encuentro el problema de alguna escena que no sale, cierro los ojos y escucho. La veo con el oído y casi siempre desde esa mirada encuentro la solución. Porque gesticular de manera falsa es más fácil que fingir con la voz. La voz es una fuente cierta de emociones. De modo que es importante desprendernos lo antes posible de esos tapabocas. Porque con lo difícil que es ya de por sí la comunicación, hemos perdido aún más todos estos meses enmascarados. El otro día asistí a una muestra en la que actores y cantantes aficionados actuaban y cantaban con mascarilla y me pareció una hazaña lo que consiguieron. Se sumó a su esfuerzo la empatía del público y les aplaudimos con devoción. Sí, tenemos que descubrirnos ya el rostro y respirar. Necesitamos claridad y comunicación. Queremos ser lo que somos enteros. Y que nuestros ojos, nuestras bocas y nuestra voz nos desvelen.