Pandemia

¿Qué sabemos hoy de la covid juvenil?

Otras patologías infecciosas son más severas, pero puede causar secuelas graves

Un grupo de chicas y un señor bailan a pié de playa en Barcelona, Catalunya.
Un grupo de chicas y un señor bailan a pié de playa en Barcelona, Catalunya.Pau VenteoEuropa Press

Los datos son indiscutibles: el aumento de la incidencia acumulada a 7 y a 14 días de Covid-19 en España se concentra en las franjas de edad más jóvenes. En poco tiempo la incidencia a 14 días superará los 170 casos por 100.000 habitantes, quebrando la tendencia de varias semanas a la baja. De seguir así, se aleja considerablemente el objetivo devolver a incidencias propias de la nueva normalidad.

Aunque los casos suben en todas las edades, es en la franja de entre 12 y 29 años donde el aumento llama la atención. Los adolescentes alcanzan cerca de 400 casos por 100.000 habitantes y los jóvenes adultos, menores de 30 años, superan los 370. Ellos son precisamente los no vacunados y, por lo tanto, los que ahora resultan más vulnerables a la enfermedad.

Aún así nada hace pensar que la epidemiología de la covid haya cambiado sustancialmente en lo que se refiere a los grupos poblacionales que afecta. Los niños y los jóvenes a nivel mundial siguen suponiendo cerca del 2 por 100 de los casos. Al contrario de lo que ocurre con otras enfermedades respiratorias, los más jóvenes parecen tener menos riesgo de infección y desde luego menos probabilidades de padecer enfermedad grave.

Se ha sabido casi desde el principio de la pandemia, cuando las primeras informaciones llegadas desde China relataban incidencias entre los niños que apenas superaban el 0,5 por 100. Todavía hoy la inmensa mayoría de los afectados en las franjas más bajas de edad son muy leves o directamente asintomáticos.

Si existe un patrón que debamos analizar entre los jóvenes es que la patología se desarrolla de manera muy similar a otras enfermedades respiratorias leves. En los grupos de edad de entre 12 y 29 años incluso los pacientes con condiciones clínicas preexistentes presentan probabilidades muy bajas de desarrollar una enfermedad grave. Es evidente que la edad es un factor de riesgo que supera considerablemente la existencia de otros factores como pueden ser enfermedades crónicas. Dicho de otro modo, cualquier tipo de riesgo previo es más grave conforme más años se tienen.

Los síntomas de la enfermedad en pacientes menores tampoco son especialmente distintos a los del curso clínico leve en un paciente mayor, de manera que el hecho de que aumenten considerablemente las prevalencias entre los 12 y los 29 años podía interpretarse como el desarrollo normal de una enfermedad a la que estamos poniendo coto gracias a la vacunación.

Hace cerca de dos años no pocos cometieron el error de comparar la nueva pandemia con la gripe. La experiencia nos ha demostrado que aquello fue un auténtico desatino. Hoy, sin embargo, la evolución de la enfermedad si es similar a la de otras infecciones como la gripe: afectación amplia entre los más jóvenes pero con sintomatología leve y mayor protección en las capas mayores de la población a las que, además, se ha inmunizado previamente.

A pesar de ello no debemos echar las campanas al vuelo: la covid juvenil existe, puede producir secuelas graves en algunas ocasiones, y no está todavía del todo claro cuál es su papel en la transmisión de la pandemia a otros grupos poblacionales. Lo que ahora sabe la ciencia responde en una serie de informaciones que no deberíamos dejar de recordar. Lo primero es que, sí, es obvio que la infección puede transmitirse entre jóvenes y niños. La probabilidad de que alguno de estos contagiados llegue a un hospital es mucho menor, desde luego, pero una vez sea necesitado intervención hospitalaria el curso de la enfermedad puede ser igualmente grave.

Recientes estudios publicados en la revista Journal of the American Medical Association sobre datos epidemiológicos de Estados Unidos demuestran que de 3.000 personas de entre 18 y 34 años que enfermaron gravemente de covid y fueron ingresadas, el 21 por 100 necesitó cuidados intensivos, el 10 por 100 requirió respiración asistida y el 2,7 por 100 murió.

Lo primero que nos viene a la cabeza cuando tratamos la covid juvenil es el impacto que los comportamientos de este grupo de población pueden tener en su propio riesgo: consideramos que la población joven es más propensa a enfermar porque también es más propensa a saltarse las normas y los protocolos de seguridad.

Algunos estudios epidemiológicos, sin embargo, han demostrado que buena parte del aumento de la incidencia en la población de entre 20 y 30 años tiene que ver con el tipo de trabajos que se realiza. Los trabajos de la primera línea en sanidad, los empleos relacionados con la atención al público, el reparto a domicilio, o el control de acceso a eventos y transportes suelen ser realizados por personas jóvenes. Aún así, no es tampoco desdeñable el sesgo que produce en los datos la recurrente asistencia a eventos públicos con medidas de seguridad más que laxas.

A la hora de valorar la importancia de la covid juvenil no hay que olvidar que los datos clínicos demuestran la existencia de algunos casos de covid persistente y ciertas tipologías de agravamiento muy especificas solo relacionadas con la afectación en menores de 30 años. Aunque el riesgo es muy pequeño a veces produce secuelas tan graves o más que en los adultos.