Jornada mundial del migrante y refugiado
Cuando el cura viene de fuera
Uno de cada diez sacerdotes de nuestro país es extranjero, un relevo vocacional en una sociedad envejecida
El día que Méthode entró en el seminario de Nykmiyaga con 15 años, jamás se imaginó que acabaría al frente de tres iglesias murcianas y capellán de un hospital. «Y eso que nuestro párroco era un misionero navarro, que todavía me sigue acompañando, apostilla este sacerdote cuarentañero. Pero el genocidio ruandés se topó en su itinerario vocacional. Tanto su familia como él tuvieron que huir a un campo de refugiados. Incluso acabó en prisión. Finalmente, su obispo optó porque que diera un salto a España en 2009 para rematar sus estudios. Desde hace seis años vive en Cartagena, donde se mueve como pez en el agua. «La gente me ha acogido con los brazos abiertos y nunca he sentido el más mínimo gesto de discriminación ni por los feligreses ni en la calle», expone abiertamente, si bien reconoce que al principio sí hubo una barrera desde el púlpito. «Algunos me decían que no me entendían bien», recuerda ahora en un perfecto castellano.
Méthode Twagiramungu forma parte de los más de 1.500 presbíteros extranjeros de nuestro país. Se estima que uno de cada diez curas vienen de fuera. Mientras en algunos territorios esta presencia es menor, en otras diócesis suponen hasta la mitad del clero. Precisamente hoy que se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, estos curas encarnan también es fenómeno de la movilidad humana como signo de los tiempos. «La Iglesia es reflejo de la sociedad, donde la realidad migratoria es cada vez mayor. Estos sacerdotes despiertan frescura en un continente envejecido y sin duda suponen una revitalización de la fe y de la vida parroquial», reflexiona Juan Carlos Mateos, secretario técnico de la Comisión para el Clero y Seminarios de la Conferencia Episcopal. «Proceden de Iglesias jóvenes y, por tanto, de culturas entusiastas», añade, consciente de que necesitan su propio proceso de «aclimatación». «Cuando el proceso es sosegado, a medio y largo plazo la experiencia es más que positiva», comenta Mateos: «Además ya van asumiendo puestos de responsabilidad en santuarios o en la curia, precisamente como delegados de migraciones». Y de alguna manera, ejercen de capellanes oficiales o informales de sus compatriotas.
Méthode no tiene a ningún ruandés cerca, pero sí a muchos africanos que, con solo verle, recuperan parte de la confianza perdida en su éxodo. «Mis compañeros sacerdotes me llaman cuando se acerca algún inmigrante desesperado, porque saben que conmigo van a estar más cómodos. Sobre su aportación a una Iglesia española con alguna que otra arruga de más, no duda en afirmar que su ADN del Sur aportar «esa alegría del Evangelio que reclama con tanta fuerza Francisco». Pero no solo eso: «He descubierto que aquí la gente está necesitada de escucha. Nuestro concepto del tiempo y de lo importante nos hace que no nos dejemos llevar por las prisas y las carreras del mundo europeo. Si alguien viene a hablar conmigo, no hay prisa».
Ese sosiego también lo transmite Rafael Manuel Machavane Chichava. Este misionero de Marihannhill, congregación nacida a comienzos del siglo XX, reside en nuestro país desde hace once años. Y no solo eso. Tal es su integración que desde hace un año es el provincial de España, despues de ser cura rural en Salamanca. «Me hice misionero dispuesto a ser enviado a cualquier país, pero no te imaginas ser destinado aquí», apunta este mozambiqueño. «Si echamos la vista atrás a la historia, los misioneros anunciaron a Jesús en África y América. Ahora, la crisis de vocaciones ha hecho que nuestra generación seamos su fruto en un camino de vuelta», señala agradecido, con la conciencia de que se muestra «una Iglesia universal que se vuelca donde se necesita, sea del Norte al Sur o del Sur al Norte». Para este este religioso, es ahí donde se enmarca el lema elegido por el Papa para esta jornada: «Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande».
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