Misa de la Epifanía

Carbón del Papa para la Iglesia «convencional, cerrada y triste»

En la solemnidad de la Epifanía, Francisco critica el «funcionalismo» de sacerdotes, obispos y fieles

El Papa, en la misa de la Epifanía
El Papa, en la misa de la EpifaníaANGELO CARCONIAgencia EFE

Fiesta de Reyes en el Vaticano sin roscón ni nata. Más prosaica y amarga a modo de examen de conciencia. En la misa de la Epifanía, Francisco se situó ante la Iglesia universal con una auditoría sobre si merece oro, mirra, incienso... o carbón. Al menos, así se desprendía de las preguntas que lanzó en su homilía: «¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida?».

Este ejercicio de autocrítica eclesial que expuso desde el baldaquino de la basílica de San Pedro no quedó ahí: «Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio». Incluso apuntó a la vocación de los clérigos: «Es triste cuando un sacerdote ha cerrado la puerta al deseo; es triste caer en el funcionalismo clerical, es muy triste». A partir de ahí, su particular radiografía le llevó a diagnosticar la existencia de «personas cerradas, comunidades cerradas, obispos cerrados, sacerdotes cerrados, consagrados cerrados». O lo que es lo mismo: «Comunidades tristes, sacerdotes tristes, obispos tristes».

«La crisis de la fe, en nuestra vida y en nuestras sociedades, también tiene relación con la desaparición del deseo de Dios», alertó el pontífice sobre lo que denominó «somnolencia del alma». «Nos hemos replegado demasiado en nuestros mapas de la tierra y nos hemos olvidado de levantar la mirada hacia el Cielo», advirtió a renglón seguido.

Frente a la tentación de dejarse «entumecer en la madriguera de la apatía», el Papa argentino presentó a los Magos de Oriente como aquellos que se lanzan hacia Belén siguiendo la estrella en busca del Salvador, modelos para aquel creyente que «está sediento de luz; no se arrastra cansado en la pereza, sino que está inflamado por la nostalgia de nuevos horizontes». En una referencia poética echo mano de Vicent Van Gogh para exponer cómo el pintor holandés «escribía que la necesidad de Dios lo impulsaba a salir de noche para pintar las estrellas». «Hoy es el día para volver a alimentar el deseo», animó el Papa a los presentes para convocarles a “un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios», en el que dejarse desafiar desde «la creatividad del Espíritu».