En una carta
El perdón definitivo de Benedicto XVI por sus «errores» con los abusos
El Papa emérito expresa por carta una «profunda vergüenza» y niega inacción durante su etapa en Múnich
A los 94 años, Benedicto XVI no duda en pedir un perdón y mostrar su «gran dolor» por los «errores» que haya podido cometer durante sus diferentes encomiendas en la Iglesia en lo que a la lacra de los abusos sexuales se refiere.
Así lo ha expresado en una carta de tres páginas que ayer hizo pública, en la que de forma reiterada pide disculpas por no haber respondido como se podría esperar: «Una vez más sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia».
El Papa emérito busca a través de esas líneas aclarar los malentendidos surgidos cuando hace algo más de dos semanas trascendió una investigación histórica encargada por la archidiócesis de Múnich a un bufete de abogados. En dicha auditoría se dejaba caer que Joseph Ratzinger no actuó con la solicitud requerida en, al menos, tres casos de curas pederastas que se dieron cuando él era arzobispo entre 1977 y 1982.
«Cada caso de agresión sexual es horrible e irreparable», asevera Benedicto XVI, a la vez que expone que «tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que han ocurrido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares». Él mismo recuerda que no es la primera vez que entona un «mea culpa». De hecho, su pontificado marca un antes y un después con la llamada «tolerancia cero».
«En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he mirado a los ojos las consecuencias de una culpa muy grande», rememora el Papa emérito, que apunta además cómo «he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta gran culpa cuando la descuidamos o cuando no lo afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha ocurrido y ocurre con demasiada frecuencia».
Consciente de su vejez, no duda en afirmar que «pronto me enfrentaré al juez definitivo de mi vida. Aunque mirando hacia atrás en mi larga vida puedo tener muchos motivos de temor y miedo, sin embargo, tengo un estado de ánimo alegre porque confío firmemente en que el Señor no sólo es el juez justo».
Es más, en la carta también entona una plegaria que supone además un llamamiento a toda la Iglesia para reconocer la inacción ante esta lacra: «Roguemos públicamente al Dios vivo que perdone nuestras culpas, nuestras grandes y grandísimas culpas». «Es el momento de la confesión», sentencia, en una expresión que recuerda a la pronunciada por Francisco cuando trascendió el informe sobre la pederastia en el clero francés: «Es el momento de la vergüenza».
Junto a su petición de perdón, Ratzinger también se detiene en uno de los episodios más controvertidos de su paso por Múnich y que salió a relucir precisamente en la investigación. Se trata de su presencia en una reunión diocesana que se celebró en 1980 y en la que no habría actuado con diligencia cuando se abordó el traslado de un sacerdote abusador. En la carta, Benedicto XVI aplaude el «gigantesco» trabajo que se recoge en el informe y admite que «se produjo un descuido» por su parte en relación a este asunto. Y es que en un primer momento, sus asesores comunicaron que no asistió a aquel encuentro, cuando hasta en su propia biografía oficial escrita por Peter Seewald se habla de ese hecho.
«Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado y espero que sea excusable», escribe Benedicto XVI, que critica que ese suceso haya llevado a algunos a «retratarme como un mentiroso». Tal es la preocupación del Papa emérito por clarificar este punto, que sus abogados han incluido además un dosier en el que detallan lo sucedido y desmienten con un argumentario las otras dos denuncias de inacción que se le atribuyen.
Por último, Joseph Ratzinger agradece en la carta todo el respaldo recibido frente a los ataques que se han acumulado en estas dos semanas de particular calvario: «Estoy especialmente agradecido por la confianza, el apoyo y la oración que el Papa Francisco me ha expresado personalmente».
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