Opinión
Ucrania y felicidad
Últimamente las cosas ocurren y se resuelven de forma precipitada, así que últimamente no me atrevo nada más que a recordar. Recuerdo, por ejemplo, estar ensayando con la adrenalina a tope y a punto de estrenar «Transformación», cuando el ayudante de producción apareció alterado en el ensayo y nos ordenó que cogiéramos todas nuestras cosas y nos fuéramos urgentemente. Al día siguiente el Gobierno, que con tanta seguridad nos había tranquilizado, nos comunicó que ante la enormidad de la pandemia debíamos encerrarnos en casa. Luego, los expertos nos aconsejaron la lejía, la mascarilla, el gel, las distancias, todo eso. Fue abrupto. Nunca pensamos que nos tocaría vivir algo así, una plaga que ya dura dos años y nos ha trastornado más de lo que ya estábamos. Ha sido abrupta e inesperada la muerte de gente querida. Abruptos los silencios, los miedos impensados, el envejecimiento, la relación con contagios misteriosos… Aún no hemos salido del asombro.
Hace unos días un líder político de aquí cayó como el rayo en la nada. Fue rapidísimo, en una semana pasó de la cresta al fondo de la ola.
El volcán también estalló de golpe y nos llenó los ojos de ceniza y fuego enemigo. Y ahora la guerra. Año 2022. Yo estuve un mes en Ucrania en 2020. Fui a hacer lo más importante que he hecho en mi vida. Adoptar a mi hijo. Paramos en Kiev a hacer burocracias. Luego un tren nos llevó por diferentes ciudades hasta Odesa, una joya al borde del mar negro donde nos esperaba otra joya en un orfanato. Estuvimos aquellos días paseando la felicidad; disfrutando de sus playas, su comida, sus monumentos, sus calles y plazas, sus famosas escalinatas… Nunca he visto mujeres más guapas que allí. En aquel país pacífico, pobre y solidario hay una guerra tan infame y abrupta como todas. En un lugar muy cercano en el que paseé mi felicidad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar