Francia ya prevé una quinta dosis
Subidos en una ola de covid que llegará en otoño
Variantes más contagiosas de Ómicron elevan los casos y la Sanidad mundial va con retraso
Ya estamos aquí otra vez. Cerca de seis meses después de que el mundo entero se acostumbrara a utilizar la palabra Ómicron nuevos estudios científicos y declaraciones políticas vuelven a poner encima de la mesa la posibilidad de futuras olas de covid-19. De hecho, no es que sobren las buenas noticias: el viernes el Ministerio de Sanidad indicaba que la incidencia a a14 días si situaba en 728 cuando la «normalidad» es de menos de 50, y que aún se habían registrado 236 muertes. Ómicron aumentó en su momento la preocupación sobre la eficacia de las vacunas y el riesgo de que aflorara una variante con capacidad de saltarse su escudo protector. Desde entonces, la realidad se ha mostrado tozuda en demostrar que con niveles altos de vacunación, la población puede afrontar con seguridad la llegada de este tipo de variantes.
Pero las autoridades sanitarias de muchos países no las tienen todas consigo. En Estados Unidos, Joe Biden pelea con el Congreso para poder sacar adelante un presupuesto extra de 25.000 millones de dólares para seguir luchando contra la pandemia pero los republicanos solo están dispuestos a concederle 10.000 millones. El argumento del Gobierno es que se hace necesario impulsar nuevas campañas de prevención y vacunación ante la que creen que será una segura «ola de otoño» que producirá 100 millones de contagios en Estados Unidos durante el último cuarto del año.
En Suráfrica, varios trabajos publicados la semana pasada parecen demostrar que las variantes conocidas como BA.4 y BA.5 son ligeramente más transmisibles que las anteriores formas de Ómicron y pueden esquivar parte de la protección vacunal, sobre todo si la inmunidad adquirida tras el pinchazo empieza a desvanecerse a partir del verano.
En este escenario, un artículo ahora publicado en «Journal of Infectious Diseases» trata de indagar qué papel juega el paso del tiempo en la pérdida de la inmunidad adquirida por la vacuna o adquirida tras una infección natural. En él se utilizan datos poblacionales de personas vacunadas e infectadas en la República Checa. Los investigadores han descubierto que el riesgo de padecer una re-infección por Ómicron es un 43 por 100 menor entre los vacunados con pauta doble dos meses después de la vacunación que entre los no vacunados. En siguientes periodos posteriores, el riesgo es solo un 10 por 100 mayor.
Con una tercera dosis el riesgo vuelve a reducirse (53 por 100 menos en los vacunados a dos meses) pero aumenta a partir del tercer mes (solo un 21 por 100 menos).
Pero las personas que además de la vacuna habían adquirido una inmunidad previa por haberse infectado mantienen riesgos entre el 73 y el 90 por 100 menores hasta más de seis meses.
Sea como fuera, el próximo otoño el mundo entra en un periodo de especial interés. En la mayoría de los países habrán pasado más de seis incluso de nueve meses desde la última vacunación para gran parte de la población. Además, las medidas restrictivas estarán ya perdidas en el olvido y puede que nos enfrentemos a un resurgimiento estacional del virus. Por ese motivo, en Estados Unidos el Gobierno ha insistido en empezar ahora a habilitar los presupuestos necesarios para combatir la gran oleada otoñal que esperan.
¿Por qué ahora? Si queremos tener una vacuna disponible para oleadas de nuevas variantes en otoño, deberíamos tener disponibles los primeros prototipos disponibles en junio. El tiempo corre en nuestra contra.
Pero el problema es más peliagudo de lo que parece. ¿En qué momento una autoridad sanitaria puede contar con los datos suficientes para decidir que la vacunación ya no está funcionando?
La mirada debe centrarse ahora en las hospitalizaciones y muertes (que por cierto han crecido levemente en poblaciones de más edad también).
Lograr el justo equilibrio se antoja difícil. ¿Cómo saber que ha llegado el momento de iniciar una nueva campaña de vacunación? ¿Con qué vacuna?
Un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU pretende analizar la evolución de la vacuna de Moderna y cómo respondería a nuevas variantes. Pero se encuentra en proceso de reclutamiento de voluntarios y difícilmente arrojará resultados antes del próximo otoño. Incluso si en junio algún Gobierno decidiera empezar a comprar nuevas vacunas para octubre, los fabricantes no llegarían a tiempo. Los datos de ensayos con las vacunas existentes todavía son muy provisionales y no permiten saber si valdrían para futuras oleadas. En resumen, todavía no sabemos si la vacunación que llevamos en nuestra sangre es suficiente para olvidarnos de nuevos brotes ni tenemos respuesta a la pregunta de cómo debe ser una nueva vacuna.
Muchos expertos aseguran que estamos jugando a una especie de lotería para otoño. Sabemos que es muy probable que nos enfrentemos a una nueva ola estacional pero no tenemos ni idea de cómo la combatiremos: con dosis extra de las vacunas existentes (la cuarta dosis parece que no termina de cuajar entre las autoridades europeas, por ejemplo), con una improbable nueva vacuna (que no parece que tengamos tiempo para generar) o con la vuelta a medidas de contención que ahora ya os parecen cosas del pasado.
De momento, Francia prevé vacunar con una quinta dosis a las poblaciones vulnerables ante un posible rebrote de coronavirus en otoño. Las autoridades sanitarias francesas informado el miércoles pasado de la puesta en marcha de una campaña de vacunación para administrar una quinta dosis a las poblaciones vulnerables ante un posible rebrote de coronavirus de cara al otoño. En un comunicado, el Ministerio de Sanidad francés ha señalado que la campaña también se centrará en los mayores de 65 años con el fin de proteger a la población ante la «posible aparición de nuevas variantes» del virus. Las barbas a remojar...
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