Opinión

La belleza de la liturgia

El Papa ha dirigido a la Iglesia una carta para que esta ceremonia no se convierta en algo superficial

Misa en la Plaza de San Pedro en el Vaticano
Misa en la Plaza de San Pedro en el VaticanoCONTACTOCONTACTO

No, no me estoy refiriendo a las magníficas ceremonias litúrgicas que se celebran en la Basílica de San Pedro o en otras muchas catedrales de la cristiandad. No son más bellas, sin embargo, que las Eucaristías que presiden en la selva amazónica o en un poblado africano sacerdotes desprovistos de toda pompa.

Es una de las lecciones de la carta apostólica que el Papa ha dirigido a la Iglesia sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios. Documento que era muy necesario y que hubiera debido publicarse hace mucho tiempo. “Quisiera –escribe Francisco– que la belleza de la celebración cristiana no se viera desfigurada por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica”.

Reforma impulsada por el Vaticano II

Esto último es, exactamente, lo que está pasando: escudándose en una defensa de la tradición se pone en cuestión la reforma litúrgica impulsada por el Vaticano II y promulgada por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II. Como ha afirmado recientemente Bergoglio la peor tentación es la de querer volver atrás como si los tiempos pasados hubieran sido mejores. Una tendencia que está hoy muy de moda en algunos sectores de la Iglesia.

La belleza de la liturgia –afirma el Papa- consiste en que es la primera fuente de la vida divina que se nos comunica, la primera escuela de nuestra vida espiritual. Nuestro primer encuentro con la liturgia es el bautismo que no es un acto mágico sino la inmersión en la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. La celebración litúrgica –recuerda en otro pasaje- nos purifica proclamando la gratuidad del don de la salvación recibida en la fe. La liturgia es el don de la Pascua del Señor que, aceptado con docilidad, hace nueva nuestra vida.

“Abandonemos pues – concluye la carta- las polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia, mantengamos la comunión, sigamos asombrándonos por la belleza de la liturgia”.