Religión

¿Quién quiere que renuncie este Papa?

Los opositores a sus reformas alientan las especulaciones sobre la dimisión por su maltrecha rodilla

El papa Francisco saluda a los fieles en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. EFE/ Ettore Ferrari
El papa Francisco saluda a los fieles en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. EFE/ Ettore FerrariETTORE FERRARIAgencia EFE

No. Que no lo deja. Lo ha dicho por activa y por pasiva. A quienes se reúnen con él de tú a tú en la salita de estar de la residencia de Santa Marta, a las autoridades que recibe en audiencia –véase el ministro Bolaños– y a los grupos de obispos que acuden a Roma a la auditoría periódica conocida como visita «ad limina». «No se me pasa por la cabeza renunciar», sentenció Francisco hace unos días ante los pastores brasileños, mientras se mueve entre la silla de ruedas y el bastón por culpa de una artrosis en su rodilla que arrastra desde comienzos de año y que le ha llevado a alterar su agenda de forma significativa, hasta el punto de suspender su gira africana para este verano y de no presidir celebraciones tales como el Corpus Christi.

El pasado viernes dejaba caer una sonrisa socarrona cuando la presidenta de la agencia argentina de noticias Télam, Bernarda Llorente, le preguntaba al final de una entrevista si tenemos Papa para rato. «Que lo diga el de arriba, yo no voy a hacer apuestas, porque siempre las he perdido en la vida», bromeaba, cuando poco antes lanzaba esta reflexión sobre su misión como sucesor de Pedro: «No es tan trágico ser Papa. Uno puede ser un buen pastor».

“Tenemos Francisco para rato”

Es más, tras la emisión de este diálogo de más de dos horas, la propia Llorente abordaba la polémica: «No tiene ganas de operarse y se está haciendo un tratamiento que le da resultados. Lo vi de muy buen ánimo, con muchos planes y con ganas de quedarse. Hay muchas especulaciones mediáticas. Pero yo creo que tenemos Francisco para rato».

«Personalmente, no pienso que tenga mayores problemas de salud ni que su estado sea preocupante. Es mi impresión después de lo que he podido ver y escuchar de quienes lo ven con frecuencia, aunque el dolor que le provoca sí sea terrible», expresa a este diario la periodista mexicana Valentina Alazraki, decana de los comunicadores vaticanistas, con 47 años de experiencia en Roma a sus espaldas.

En paralelo, LA RAZÓN también ha podido confirmar que ni en el despacho de Jorge Mario Bergoglio ni por parte de los médicos que le atienden ni desde su equipo de colaboradores se ha sugerido, insinuado o planteado sobre la mesa la posibilidad de una remota dimisión.

Si no se trata de una filtración de un escenario real sobre el que se trabaje, ¿de dónde han brotado los rumores? Lo cierto es que esta hipótesis se disparó cuando, en pleno dolor agudo de la rodilla, Francisco decidió convocar un nuevo consistorio para el 27 de agosto para crear 16 nuevos cardenales, junto a una sesión extraordinaria de trabajo a la que ha convocado a todos los purpurados del planeta para explicarles cómo será la aplicación de «Praedicate Evangelium», la constitución apostólica que desde el 5 de junio rige oficialmente la vida de la Curia vaticana, pero que aspira a ser referente para que sea la hoja de ruta para la Iglesia universal.

¿Gesto simbólico de despedida?

Si a esta cita se une el hecho de que el 28 de agosto, un día después de la creación de los cardenales, anunció una escapada a L’Aquila, donde descansan los restos de Celestino V, el único Papa dimisionario junto a Benedicto XVI, se conjuraba para algunos el cóctel perfecto para un cónclave inmediato: una última renovación e internacionalización del colegio cardenalicio, rendición de cuentas con la nueva carta magna vaticana y gesto simbólico de despedida.

«En una fase madura de cualquier pontificado, tal y como también sucedió con Juan Pablo II, y más cuando tienes 85 años, la cuestión de la renuncia sale a la luz, pero no significa que sea el final. Más bien, lo considero especulaciones», comparte Alazraki, que apunta que «puede ser una simple campaña periodística, aunque hay personas que creen que todo esto responde a los opositores a su línea de gobierno».

«Ningún diagnóstico es motivo suficiente de renuncia en una Iglesia en la que solo han renunciado dos Papas a lo largo de la historia», ironiza el historiador Juan Mari Laboa cuando se echa la vista atrás a las enfermedades que han acechado a Francisco a lo largo de su pontificado, incluyendo la operación intestinal del pasado año, de mucha mayor gravedad que la dolencia actual.

¿Limita una rodilla?

«Cuando en su momento se dijo oficialmente que Juan XXIII no podría volver a hablar nunca más, se defendió de inmediato que no era motivo para incapacitarle. Si aquello no tenía el suficiente peso, ¿limita una rodilla el ejercicio de su ministerio?», comenta Laboa, que también rememora los obstáculos a los que se enfrentó Pablo VI dentro y fuera de la Curia como responsable de pilotar el aterrizaje del Concilio Vaticano II: «Tuvo un rechazo muy fuerte, tanto por las corrientes de derecha como de izquierda, pero no se desataron tantos rumores como ahora».

Sin embargo, Montini, tal y como desveló la Santa Sede hace cuatro años, sí llegó a dejó por escrito su deseo de renunciar en caso de enfermedad incurable, de larga duración o de otro «grave y prolongado impedimento, igualmente obstáculo».

La corresponsal de Televisa piensa que «Francisco no tendría problema alguno en renunciar si ve que no puede guiar a la Iglesia, pero tengo claro que nunca lo hará con Benedicto XVI en vida». Bergoglio ya fue víctima, durante el cónclave donde salió elegido, de las suspicacias de algún cardenal que en el tiempo de murmuraciones en el comedor púrpura sugirió que implicaba demasiados riesgos votar por un hombre al que se le extirpó el lóbulo superior del pulmón derecho.

Una Iglesia “pobre y para los pobres”

Dos años después de su desembarco en Roma, y cuando comenzaban a vislumbrarse sus determinantes reformas y el giro del discurso hacia una Iglesia más inclusiva «pobre y para los pobres», de nuevo surgió un rumor sobre un tumor en el cerebro en paralelo a las resistencias de una camarilla curial que ya hablaba de la necesidad de inhabilitarle por “outsider”.

Está claro que los ultraintegristas quieren que este pontificado acabe ya, porque es una molestia inmensa para sus intereses. Pero están comprobando que Francisco no es un populista que improvisa, sino un hombre que cree en Dios, discierne y tiene un plan estratégico para la Iglesia a medio y largo plazo», detalla Laboa, que constata «el nerviosismo de esta oposición conservadora», en tanto que ven cómo el número de cardenales electores nombrados por Francisco en un eventual cónclave son ya mayoría: 82 de 131, frente a los 38 de Benedicto XVI y los 11 que quedan de la era Juan Pablo II.

Para el historiador, «quienes quieren verle fuera y lejos piensan que, cuanto antes dimita, antes volverá todo a lo que era antes, pero a mí me parece que este juego cortoplacista ya tiene un escaso margen de maniobra”. “Está claro que a los grupos de oposición les vendría bien su dimisión a priori, pero eso no implicaría que su sucesor no fuera a seguir su línea, eso hoy por hoy no lo sabe nadie», completa Alazraki.

Tres semanas de reposo con billete a Canadá

Francisco no quiere someterse a una operación de prótesis de rodilla que implicaría estar fuera de juego varios meses. De momento, las dos horas diarias de rehabilitación y fisioterapia parecen dar sus frutos, en tanto que esta semana abandonaba ya la silla de ruedas y se le veía con bastón. Julio arranca con tres semanas de casi nula actividad oficial de reposo con la vista puesta en el viaje a Canadá que está previsto del 24 al 30 de julio