Terrorismo

“Mi exmarido yihadista ha salido de la cárcel y nos han retirado la protección”

Nabil Banazzou fue condenado por pertenencia a organización terrorista pero desde el día 13 está en libertad. A pesar de las amenazas recibidas, su exmujer y sus hijos, ya no cuentan con la condición de testigo protegido

Nabil y Raquel se casaron en julio del 97
Nabil y Raquel se casaron en julio del 97Cedidafreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@43bec68d

Raquel y sus hijos arrastran un trauma psicológico desde la madrugada del 16 de junio de 2014. La Policía Nacional tiró la puerta abajo y solo recuerdan gritos, confusión, el corazón a mil por hora y la imagen del padre de familia en el suelo y engrilletado. Esa secuela se ha traducido en que a día de hoy, ocho años después, en su casa se sigue durmiendo con la luz encendida.

Nabil Banazzou fue detenido por pertenencia a organización terrorista y a Raquel, su mujer, se le vino el mundo abajo. Es cierto que había notado comportamientos raros en los últimos meses porque comenzó a interesarse mucho por la religión pero nunca llegó a imaginar que pudiera formar parte de una de las células yihadistas más importantes de Madrid: un contraste total con la persona con la que se casó 20 años antes.

La de ellos fue una relación de amor como la de cualquier pareja joven que se enamora. Ella, de Madrid, «gata» de pura cepa; él de familia acomodada de Tánger vino aquí a estudiar Ingeniería en la Politécnica. Se conocieron en una discoteca por la zona de Bilbao cuando tenían 23 años. «Fue un flechazo. Comenzamos a salir, nos gustaba mucho pasear, hablar... nos enamoramos como cualquiera a esa edad», recuerda Raquel.

Al año siguiente él quiso que fuera a conocer a su familia en Marruecos y ella volvió encantada. «Me acogieron como a una hija más. Su madre no llevaba velo, sus hermanas vestían igual que yo, íbamos a la playa en bikini, yo fumaba... No noté ningún choque cultural». Tampoco le sorprendió demasiado porque Nabil no era muy religioso. «Era como yo, que puedo decir que soy católica pero no practicante. Él solo hacía el Ramadán y de aquella manera, porque hasta yo le decía: “¡Anda, eso lo puedo hacer yo!”»

El punto de inflexión

Se casaron en julio del 97 y poco después vinieron sus hijos, hoy de 20 años el chico y 15 la chica. Puede decir que fueron felices y tuvieron una vida normal hasta que en febrero de 2011 falleció el padre de Nabil. Ese se fue el punto de partida de todo.

Comenzó a ir a la mezquita de la M-30 y a conocer a gente. «Un día vino contándome que había conocido a un hombre que vendía miel, que le contaba que lo material no era importante pero yo pensaba que le hacía bien». Ese hombre era Mohamed El Amin Aabou, uno de los cabecillas de la llamada Brigada Al-Andalus, la franquicia de Al Qaeda más peligrosa de España, dedicada a labores de captación y adoctrinamiento de yihadistas para ser enviados a Siria y a realizar acciones terroristas. Pero ni siquiera Nabil sabía entonces quién era.

Comenzó a realizar los cinco rezos diarios en la mezquita porque «el rezo en grupo era bueno para el alma de su padre», a dejarse barba, a dejar de beber... Si Mohamed fue quien le captó, Omar El Harchi sería el encargado de adoctrinarle. Todo muy sutil: Nabil no era un chaval de 20 años, tenía estudios superiores y era un adulto con la suficiente formación como para no detectar ciertas señales. Pero la sofisticación de sus métodos fue infalible y en apenas tres meses Nabil ya era otro.

Ese verano ya no podía haber alcohol en casa, no se podía ir a la piscina, dejó de lado a sus amigos. Había hecho piña en torno a Mohamed, Omar y el gran «gurú»: Lahcen Ikassrien. Según la sentencia que posteriormente les condenaría, éste estaba considerado como un referente ideológico «al que el resto del grupo mostraba respeto, convirtiéndose en una pieza básica en la transmisión de ideas que justificaban y alababan la lucha armada por sus experiencias vividas en el pasado, habiendo sido capturado en la localidad de Mazar-e Sharif (Afghanistán) en el año 2001 por las tropas norteamericanas, y de allí llevado a la ciudad de Kandahar, desde donde fue trasladado a la prisión militar de Guantánamo (Cuba), donde permaneció hasta su traslado a España en el año 2005».

Los infieles

Resulta que esta célula, con Nabil ya como uno más, tenían como base de operaciones el chalé de Ávila de los padres de Raquel. «Me decía que iba a arreglar la arizónica o a preparar la piscina para el verano» aunque realmente era su base de operaciones. Para entonces, Nabil regañaba por todo a los niños hasta el punto de que a ella ya no le gustaba dejarles solos con él.

«Una tarde se quedó un rato a solas con el niño, que ya tenía 8 años, y cuando subí le vi blanco». El niño le dijo que no podía contarle nada pero luego le confesó que su papá le había puesto un vídeo de «cómo decapitaban a los infieles». «Ahí algo me hizo clic en la cabeza», apunta Raquel, que señala que hasta 2015 no estaba recogido como delito el «adoctrinamiento».

Nabil empezó a obligar a sus hijos a aprender árabe pero también a rezar y a inducir a Raquel a que debía hacer lo mismo porque sino, por culpa de ella, les estaba «condenando a todos al infierno». Las siguientes navidades ya no las pasó en casa porque «era una celebración cristiana» y comenzó a centrarse en el niño. Más tarde se enteraría de que la célula estaba tratando de captar también al menor para luchar en Siria.

Conversión al Islam

«Yo intentaba hacerle ver que tenía un problema pero me decía que el problema lo tendría yo si veía mal cambiar para ser mejor persona. Decidí que tenía que divorciarme pero me advirtieron de que el hecho de que él quisiera imponer su religión a sus hijos no era delito y entonces hice la única estrategia que se me ocurrió». Raquel acabó fingiendo una conversión al Islam.

Cuando se lo contó a sus hijos la niña la abrazó: «Me dijo que era el día más feliz de su vida porque así ya irían al infierno, como le había dicho su padre». Todo volvía a ser felicidad en el hogar hasta que un día que salieron a comer Raquel se dio cuenta de que les seguían coches. «Le dije: no sé qué estás haciendo pero como nos toquen a mi o mis hijos no me va a temblar el pulso».

Era la Policía y poco después tendría lugar el episodio de la puerta abajo para su detención. Fue arrestado como el resto de miembros de la célula (9 personas) por pertenencia a organización terrorista. Todos ingresaron en prisión provisional hasta que salió el juicio y fueron condenados por la Audiencia Nacional. Nabil «solo» a 8 años y cumplió condena en la prisión de A Lama (Pontevedra).

Cambios de casa

Raquel colaboró con la Policía y tanto Nabil como el resto de la célula saben que «les vendió». Por eso comenzaron las amenazas contra ella y sus hijos que no han cesado en ningún momento.

«Empecé a ver árabes en la puerta de mi casa y del colegio. He sufrido tres tentativas de homicidio, me han echado varias veces de la carretera y me he cambiado 8 veces de casa. Una vez me esperaron en un garaje y me pusieron una navaja en el cuello. Lo curioso es que esto ya fue siendo testigo protegido».

Sentencia pionera

Raquel logró retirarle la patria potestad de los niños en una sentencia pionera. Fue en septiembre del año pasado y era la primera vez que se retiraba por un motivo de adoctrinamiento. Una buena noticia que, sin embargo se volvió en arma de doble filo porque las decenas de denuncias que ha puesto por amenazas las interpretan ahora como una «venganza» por el tema de la custodia, nada que ver con algo relacionado con terrorismo, por lo que no le mantuvieron la condición de testigo protegido.

Ahora sabe que Nabil ha salido de la cárcel el pasado 13 de junio. «Yo ahora no se si está en Galicia o en edificio de al lado. Siento que nosotros hemos cumplido con el sistema y hemos declarado contra un terrorista pero ahora nos dejan abandonados. Él ha salido más radical porque en la cárcel empeoran: una bomba de relojería que está de nuevo en el sistema puede venir a por nosotros».

Las amenazas en el buzón no han cesado durante todos estos años
Las amenazas en el buzón no han cesado durante todos estos añosLa RazónCedida

Cartas de amenazas en el buzón

Ni cambiar de coche cada varias semanas y el hecho de cambiarse de casa una docena de veces a lo largo de estos años le ha servido a Raquel para que cesaran las amenazas por parte del entorno de los yihadistas para «cobrarse» que había declarado contra la célula, contra su propio marido y que se había «reído» de la yihad fingiendo una conversión. Además de seguir viendo a personas árabes en las puertas de los centros escolares de sus hijos, varias veces le han dejado recados en el buzón. La última vez este mismo año. Decían que su hija tenía una «misión que cumplir con Alá». La menor contó en su día que su padre la quería casar con algún muyahidín en Siria.