Sociedad

La mula y el buey

Casi siete millones de personas pasan frío en sus hogares

Vista del pesebre navideño que decorará durante estas fiestas la céntrica plaza de España de Roma, en Italia
Vista del pesebre navideño que decorará durante estas fiestas la céntrica plaza de España de Roma, en ItaliaÁLVARO PADILLAAgencia EFE

Cuentan que gracias a los animales que calentaron al niño Jesús, este no pasó frío en el pesebre. Los más conocidos son la mula y el buey que dieron su cálido aliento al pequeño. Las ovejas y las cabras también pusieron de su parte; se dice que una de ellas le ofreció su lana a la Virgen para que pudiera hacer una manta a su hijo. Seguro que entre unos y otros, todos los animales hicieron más bello ese nacimiento. Aquí y ahora en estas ciudades frías y ruidosas de nuestro país, casi siete millones de personas pasan frío en sus hogares.

Sí, la pobreza energética hace que tantos, incluidas criaturitas, vivan encogidos en sus pesebres. No me resulta difícil imaginar lo que se siente. Yo que soy friolera al máximo siempre paso unos días, hasta que dan la calefacción, que en mi edificio es general, contraída y sin apenas poder hacer otra cosa que envolverme en abrigo y darme aliento propio. Vivo con las manos heladas y apenas puedo escribir, ya se sabe que gato con guantes no caza. Por fortuna esos días duran poco y enseguida gozo de un calor celestial.

Pero nunca olvido a esos que no pueden pagarlo y pasan el invierno tiesos y el verano achicharrados. ¡Qué gran injusticia! La temperatura confortable en las casas debería ser un derecho humano en los vociferados países ricos. Porque, además, por aquí no pasa un río fresco en verano. Tampoco se puede hacer fuego, ni tenemos mulas y bueyes a nuestra vera en invierno. Por aquí solo tenemos enchufes y contaminación.

Ahora bien, en las grandes ciudades cada vez hay más perros y gatos. El número sube tanto como la soledad, y tanto como bajan los nacimientos humanos. Por aquí nuestros animalitos caseros nos acompañan y también se arrebujan contra nosotros en nuestras camas álgidas. Hoy nuestros cuadrúpedos hijitos nos protegen, como la mula y el buey antaño, de la soledad y del frío. ¡Qué hermosas mantitas!